Se estima que antes del invento de la lámpara eléctrica por Edison el hombre dormía unas tres horas más que en las condiciones actuales. Sociedad posmoderna y de vanguardia mediante, en los últimos 50 años hemos reducido unas dos horas nuestro tiempo diario de sueño. Y claro está, dormir mal tiene sus consecuencias. Malhumor, mayor riesgo de sufrir un accidente y aumento en la cantidad de errores que se cometen en la escuela o el trabajo son algunos de ellos. Además, está comprobado que si el problema se vuelve crónico pueden aparecer trastornos más graves, como cuadros gastrointestinales, metabólicos y cardiovasculares. Pero eso no es todo. Dado que una de las principales funciones del sueño es permitir al cerebro recuperarse, dormir poco hace que ese órgano no funcione como debe. Y, lógicamente, a mayor desgaste, mayor cantidad de horas de sueño profundo se hacen necesarias para que el descanso sea verdaderamente reparador. Esta es la conclusión a la que arribaron una serie de estudios recientes que revelaron que, debido a una estructura cerebral más compleja, el tiempo de sueño de las mujeres debería ser ligeramente superior al de los hombres.
La primera de las investigaciones, de la Universidad de Loughborough en el Reino Unido y liderada por el doctor en neurociencia Jim Horne, concluyó que ese tiempo extra ronda los 20 minutos. Es que el cerebro de las mujeres funciona de forma distinta: ellas tienden a llevar a cabo varias tareas a la vez, por lo que usan más partes del cerebro que los hombres y por esto necesitan un poco más de descanso. En su estudio Horne también revela que, una vez superada la fase de sueño profundo, ellas son más sensibles a despertarse por cualquier ruido o si escuchan su nombre. Cualquier madre sabe lo que esto significa: si el niño llama a medianoche, la madre se despertará al instante. Por otro lado, un segundo estudio de la Universidad Duke en los Estados Unidos advirtió que descansar poco tiene peores efectos en la salud de ellas: problemas cardiovasculares y diabetes, además de la posibilidad de tener depresión, estrés o ansiedad son algunas de las consecuencias. Una tercera mirada sobre el tema la aportaron investigadores de la Universidad de California que indicaron que es posible que la clave no esté en necesitar más horas de sueño, sino en asegurarse de descansar lo necesario. Pero ¿qué dicen los especialistas? El Dr. Daniel Cardinali, médico, Investigador Superior del CONICET y profesor emérito de la UBA aclara el panorama.
¿Qué se sabe al respecto? ¿Hay evidencia que corrobore lo que afirman estas investigaciones?
Se trata de estudios epidemiológicos en pequeñas muestras de sujetos y el tema todavía está en discusión. Las últimas recomendaciones de la National Sleep Foundation (la Fundación Nacional del Sueño en los Estados Unidos) no distinguen necesidades de sueño por género. Sin embargo, se sabe que existen diferencias entre la mujer y el hombre en la prevalencia de los trastornos del sueño. Períodos fisiológicos normales en la mujer como la pubertad, la menstruación, el embarazo y la menopausia se asocian con alteraciones del patrón del sueño que pueden aumentar el riesgo de padecer trastornos como el insomnio, el síndrome de apneas y el de piernas inquietas.
¿Qué esferas de la vida se ven afectadas por la falta de sueño?
Las consecuencias del mal dormir repercuten en tres grandes áreas de nuestra actividad. Una inmediata se da en la esfera cognitiva y está vinculada con la capacidad para llevar a cabo tareas que exigen atención y concentración. Tiene un impacto negativo fundamental en el proceso de memoria y en la creatividad y la capacidad de decisión es vulnerable en este sentido. La segunda esfera es la emocional con cambios en los afectos (fluctuaciones del humor, irritabilidad, ansiedad, depresión) y en la conducta (frustración, impulsividad, consumo de sedantes y drogas). La tercera consecuencia es el riesgo de enfermedades que tienen a la privación de sueño como factor agravante (obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares y gastrointestinales, enfermedad de Alzheimer u oncológicas).
¿Cuáles son entonces las recomendaciones para dormir mejor?
-La higiene del sueño se orienta a aplicar medidas que faciliten el sueño y a evitar conductas o situaciones que impidan su concreción.
-La limitación del uso de estimulantes (como la cafeína o la nicotina) y contempla aspectos relacionados con la ingesta alimentaria, el ejercicio físico, y el ambiente del dormitorio.
-La interferencia de luces como la de los teléfonos celulares, televisores y tablets son muy nocivas porque inhiben la secreción de melatonina, la hormona natural que abre las puertas del sueño.
-En cuanto a la alimentación, es bien sabido que una cena abundante y rica en proteínas estimula la función digestiva e interfiere con el sueño.
-Finalmente, la evidencia existente en relación con el ejercicio y el sueño lleva a recomendar al paciente con insomnio que evite el ejercicio físico durante la última parte de la tarde y la noche, es decir, las 3 a 4 horas previas a acostarse, pues su realización redundará en un sueño intranquilo y poco reparador. Es aconsejable que los pacientes lleven a cabo un programa regular de ejercicio durante la mañana al aire libre. La luz natural temprano por la mañana y el suplemento de melatonina 30 minutos antes del sueño esperado son los recursos más efectivos para preservar el ritmo de sueño / vigilia.
-Otro aspecto crucial en una sociedad que nos ha limitado el sueño como la actual es la recuperación del sueño perdido en el fin de semana. Sábados y domingos sin despertadores ni obligaciones que se asemejen a la de los días de la semana son una respuesta inteligente a esta demanda social, muchas veces inevitable.