Otilia Viera Amaral tiene 89 años y es una de las habitantes más antiguas de Pueblo Salto, el histórico paraje donde se asentaron varios pioneros que fundaron la ciudad de Oberá.
Hoy, doña Lita -como la conocen todos en la zona- atraviesa una situación de extrema vulnerabilidad, afronta serios problemas de salud y reconoció que hay días en que no tiene nada para comer.
La anciana estuvo dos veces en pareja y enviudó en ambas, aseguró. No tuvo descendencia ni tiene parientes cercanos que la asistan, por lo que su única compañía son sus mascotas.
Su casita de madera presenta un serio deterioro general, con paredes a punto de colapsar y roturas en el techo. Doña Lita cocina sus alimentos -casi siempre chipa y reviro- en un fogón acondicionado con una tapa de cocina a leña.
A instancias de vecinos preocupados por su estado, El Territorio la visitó y constató sus carencias. La octogenaria escucha muy poco y dejó de usar anteojos porque los que tiene ya no le sirven.
Contó que sufre de artrosis, le duelen la cadera y las extremidades. Ayer, para mitigar las molestias, se ató sus medias en las piernas a manera de vendas, al tiempo que mencionó que desde hace años no la llevan al médico.
“Ni sé cuánto cobro”
En el pueblo, cuentan que doña Lita cobra una jubilación de la cual no ve un solo peso, puesto que un sujeto posee un poder para cobrar por ella. La misma persona tiene en su poder el DNI de la anciana.
“Mi documento tiene un muchacho que me lleva al banco cuando tengo que cobrar. Yo ni sé cuánto cobro, pero él me compra algo de mercadería”, agregó.
Consultada al respecto, aseguró que su apoderado nunca le entrega dinero, sólo algunos alimentos.
A simple vista, se la nota muy desmejorada y delgada, producto de tantas privaciones.
“Rezo y la pido a Dios para que el invierno pase rápido y llegue el verano, porque paso demasiado frío. También rezo cuando hay tormenta para que no tumbe mi casa. Es feo porque llueve mucho adentro”, reconoció con la mirada triste.
Cálida y amigable, contó toda su vida trabajó en la chacra. No pudo tener hijos, hoy pocas personas la visitan y encuentra alegría en sus perros y gatos.
“Me gustaría arreglar mi casa porque es muy feo vivir así”, subrayó.
En tanto, vecinos del lugar subrayaron la necesidad de que las autoridades intercedan para garantizar que el dinero que cobra realmente le llegue.
Fuente: territoriodigital
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