Un joven trabajador tarefero, se recupera de una operación de cáncer que casi le cuesta la vida. Desde hace más de un año y medio depende económicamente de su madre, cuyo único ingreso es la pensión que cobra por tener siete hijos. Las necesidades son totales, y el joven solo anhela volver a estar bien para poder hacerse cargo de su propia vida, y mantener a su nena de dos años, a la que no ve desde hace unos meses porque está separado de su esposa.
Alejandro Venialgo es un joven misionero que nació en Oberá, donde sigue viviendo, y lugar en el que trabajó desde chico “en la tarefa, o en lo que había nomás”, dice.
Fue tarefero, olero, y hasta que se enfermó, peón en un secadero de yerba de la Zona Centro. Cuando los médicos le detectaron el tumor en un testículo, siguió su vida de siempre y no paró de trabajar, porque debía hacerse cargo de su propia mantención y la de su familia. “Nadie va a trabajar por mí así, que seguí para adelante y no hice caso”, explica.
Pero, la situación se complicó y debió pasar por una cirugía. “Me dijeron que me tenía que operar en junio de 2015; pero yo no podía parar porque tenía que ocuparme de mantener a mi familia, y seguí trabajando. El doctor me explicó que me tenía que operar para salvarme; pero tuve que seguir trabajando, hasta que se me complicó, el dolor se me hizo insoportable, y me operé en abril del año pasado.. Desde entonces estoy sin trabajo, y tuve que venir a parar a la casa de mi mamá; ella es la que me ayuda; pero vivimos todos del subsidio que cobra por ser madre de siete hijos, y yo no quiero seguir así. Espero recuperarme para poder trabajar”, expresa esperanzado.
“Otra vez el Estado ausente”
La situación de Alejandro Fabián Venialgo, de 22 años, y con una hija de poco más de dos años, está plagada de necesidades. Vive en la calle 2 del barrio San Miguel de Oberá, y gracias a las gestiones que realizó el diputado Héctor “Cacho” Bárbaro, ahora podrá retomar las sesiones de quimioterapia en el Hospital Madariaga de Posadas, que debió interrumpir por las necesidades que lo apremian, a pesar de su delicado estado de salud.
“Este caso me inquiera mucho -explicó el diputado Bárbaro-. Alejandro vivía con su esposa y su hija en Campo Grande, y trabajaba en un secador de yerba. El año pasado le diagnosticaron cáncer y tuvo que ir a vivir con su mamá al barrio San José.
Su madre -con una situación de pobreza-, cobra una pensión por los siete hijos y también tiene delicados problemas de salud. La casa es precaria y pequeña”.
Alejandro le contó a Bárbaro -que lo fue a ver porque unos vecinos le comentaron el caso- que va por la octava sesión de quimioterapia, y que no recibe ayuda de nadie. Dos veces al mes necesita ir al Parque de la Salud, en Posadas; “pero a la última quimio de enero ya no pudo ir porque no sabía cómo viajar; no tenía plata para el pasaje. Su madre muchas veces tiene que ir a tarefear para sustentar a la familia y su padrastro, que se dedica a la producción de ladrillos, tampoco tiene buenos ingresos”, señaló el legislador.
“Con heridas, con dolor en el cuerpo a raíz de su enfermedad, y sin recursos para los medicamentos, la situación de este joven tarefero es desesperante y nuevamente vemos que el Estado, tanto municipal como provincial está ausente”, lamentó Bárbaro.
“Necesitaría una casa, o al menos una pieza”
Cuándo se le pregunta al joven que necesita, responde: “Yo quiero trabajar; pero mi vieja quiere que siga el tratamiento hasta recuperarme bien; pero me cuesta porque dependo de ella y de su marido hasta para viajar al Hospital Madariaga en Posadas. Quiero ponerme bien para mantenerme con mi propio esfuerzo. Esta semana mediante la intervención del diputado Bárbaro, me llamaron del hospital para decirme que me van a regularizar la entrega de los medicamentos que estaban suspendidos. Mi mamá me ayuda en lo que puede porque tengo quimioterapia cada 15 ó 20 días; así que voy dos veces por mes a Posadas; pero a veces a ella no le alcanza la plata y no puedo viajar. Ahora estoy mejorando; pero necesito algún ingreso. Y acá en la casa de mi mamá hay mucha gente. Mis hermanos son chicos, juegan, hacen ruido y yo necesito estar tranquilo. Así que me gustaría poder construirme por lo menos una pieza para no estar todos amontonados como ahora”, explica Alejandro.
Este misionero sólo pudo estudiar hasta quinto grado. Trabajó siempre, desde chico, y ahora espera mejorar sin abandonar el tratamiento; poder ver a su hija y tener una casa, “o una pieza, al menos, para seguir recuperándome. Por suerte la doctora me aseguró que me darán los remedios, y en ese sentido, no tengo más que palabras de agradecimiento hacia el diputado Cacho que se interesó por mi problema, vino a verme y se movió para ayudarme”, cuenta agradecido.
Fuente Azul FM