Los chiquitos la rodean, la abrazan, se disputan su atención y su regazo. Ella se disculpa por el revuelo y cuenta que las criaturas desconfían de los hombres, que siguen asustados y no quieren comenzar la escuela. Y ahora es todo nuevo. La casita, el barrio, los vecinos. Una nueva vida, lejos de los golpes y los abusos de esas bestias que los sometieron a las peores vejaciones que pueda padecer una criatura.
El último martes, esta mujer de 40 años denunció que su padre adoptivo la violó sistemáticamente desde que tenía 15 años, lapso en el que tuvo diez hijos producto de los abusos que se prolongaron por largos 25 años.
Para colmo, los tres primeros hijos fueron inscritos como propios del abusador y su esposa, lo que podría configurar el grave delito de supresión de identidad.
El acusado fue identificado como Jorge L. (63) y permanece detenido en la Comisaría de Campo Grande, al igual que su hijo Armando L. (32), quien en principio fue apuntado como un maltratador de las criaturas, casi como un personaje secundario en esta siniestra historia.
Pero ayer, en sede policial, la mujer relató que sus hijos más pequeños le contaron que Armando L. abusaba de ellos y los amenazaba de muerte para que mantengan el secreto. Con lágrimas en los ojos, detalló que los violaba en la pieza y el potrero de la chacra donde residían, según lo que aseguraron los chiquitos de 4 y 7 años.
«Me contaron que les hacía cosas. Les tapaba las cabezas con las frazadas para asfixiarles o les llevaba en el arroyo y les hundía en el agua para que vean lo que se siente morir ahogado. Así les tenía amenazados para que no me cuenten nada», relató angustiada, dando escabrosos detalles que fueron omitidos.
Esta nueva acusación complicaría aún más la situación del hijo del padre adoptivo de la denunciante, al tiempo que confirma que no hay límites para la maldad humana.
Abandono y abuso
El Territorio habló ayer en exclusiva con la sufrida mujer y reconstruyó parte de su trágica vida. Hace una semana se mudó con sus hijos menores a una humilde casita de alquiler en el barrio Gómez de Campo Grande, al lado de donde reside su hija de 19 años, una de los tres que llevan el apellido del abusador de su madre.
Precisamente, los varones de 24 y 22, más la chica de 19, ya se independizaron y formaron sus propias familias. En tanto, la mujer está a cargo de sus hijos de 2, 5, 7, 9, 10, 12 y 17. «Todos saben quién es el papá porque yo siempre les dije», comentó.
En realidad, la única persona del entorno que parecería haber estado ajena a los abusos sería la esposa de Jorge L., identificada como Olinda S. (59), quien al decir de la propia víctima es una mujer de pocas luces, analfabeta y constantemente enferma.
«Yo nací en San Vicente, mi mamá era soltera y mi abuelo le echó de la casa cuando se enteró que quedó embarazada, porque en esa época era una vergüenza tener un hijo sin marido.
Entonces mi mamá se fue y me tuvo sola. Después le conoció al que era mi padrastro, pero él nunca me quiso. Cuando tenía 4 años nos mudamos a Campo Grande, al kilómetro 26 (de la ruta Provincial 8), donde éramos vecinos del señor Jorge y su familia», explicó.
El destino se encaprichó en su contra y cuando tenía 15 años su mamá falleció de leucemia, recordó.
«Ahí mi padrastro fue más malo todavía y me obligaba a trabajar para comprarse caña. Hasta la comida me mezquinaba. Un día pedí un trabajito para hacer en la casa del señor Jorge y él me habló, porque éramos vecinos y sabía que mi mamá había muerto y que mi padrastro no me quería. Me preguntó si no quería quedarme a vivir con él y la señora, que no me iba a faltar nada y me iban a tratar bien. Yo acepté porque no tenía nada», detalló.
Más víctimas
El depravado no tardó en mostrar sus verdaderas intenciones con la adolescente que prometió cuidar. Según la entrevistada, los abusos siempre se concretaron en ausencia de la mujer de Jorge L.
Con la mirada baja, comentó que «el primer día que me tocó me preguntó si quería ser su esposa. Le pregunté por qué, si él ya tenía; y me contestó que no importaba, que no pasaba nada. Yo me sentía mal, no sabía si estaba bien o estaba mal lo que hacía, pero empezó y nunca más paró».
A lo largo de 25 años, dio a luz seis varones y cuatro mujeres, fruto del abuso. En este punto surge una incógnita que abruma: ¿la mujer del depravado nunca sospechó que abusaba de la joven que acogieron bajo su techo?
Según la víctima, el hombre la hacía decir que quedaba embarazada de algún muchacho de la zona, aunque en realidad sus salidas eran muy esporádicas.
En tanto, aclaró que el violador y su esposa son sus tutores de hecho, ya que nunca se registró una adopción formal.
En cambio, sus tres primeros hijos fueron inscriptos con el apellido del depravado. Según la verdadera madre, el hombre y su esposa le decían que era lo mejor porque ella no tenía DNI.
Recién cuando tuvo 20 años el sujeto tramitó su documento, tras obtener la partida de nacimiento en San Vicente.
Situación límite y escape
Reconoció que en más de una ocasión se quiso ir del lugar, pero no conocía a nadie fuera de la chacra, no tenía trabajo y un montón de hijos a cuestas.
Pero la situación llegó a un límite cuando Armando L., el único de los tres hijos biológicos de los dueños de casa que seguía viviendo con sus padres, comenzó a ejercer violencia sobre sus pequeños.
El antecedente más grave ocurrió en noviembre del 2015, cuando lesionó con un machete a uno de los menores. El hecho fue caratulado como «tentativa de homicidio» y estuvo varios días detenido.
«Él no trabajaba, tomaba y era malo con los chicos, y cada vez era peor. Y eso que él sabe que los chicos son sus hermanos. El martes pasado (28 de febrero) tomé coraje y le pedí a mi hija mayor que mande una camioneta para buscarnos. Aproveche que Armando se fue unos días a pescar y que los padres no estaban y nos escapamos», recordó.
Eso sí, nunca imaginó que sus hijos también eran víctimas de abuso. «Ahora que estamos solos los chicos me empezaron a contar lo que les hacía, pero sólo a los varones, porque a las nenas no les tocaba», aseguró.
Fuente: territoriodigital