Gran parte de la acusación contra los imputados por el cuádruple homicidio de la familia Knack se apoya en un trozo de media fina hallado en la escena del crimen que habría sido utilizado por un delincuente para ocultar su rostro.
Según el expediente, en el mismo género los peritos encontraron rastros genéticos de Juan Ramón Godoy (47) y el ex prefecto Pablo Julio Paz (54), dos de los tres acusados.
Pero ayer, en la octava jornada del debate oral y público por la masacre de Panambí, con sorpresa e incertidumbre las partes confirmaron la ausencia de tan importante prueba, ya que la máscara no fue encontrada entre los diferentes elementos en custodia relacionados al crimen.
La situación sorprendió a los magistrados, a la fiscalía, la querella y a las respectivas defensas, aunque no descartaron que dicho elemento pueda ser hallado en las próximas horas, puesto que el juicio se realiza en un predio ajeno al Tribunal Penal Uno y pudo haberse extraviado en el traslado de las diferentes pruebas.
Incluso, recordaron que la causa pasó por los diferentes juzgados de instrucción de Oberá y recaló en San Vicente, lo que generó varias mudanzas del amplio expediente y los elementos que lo componen.
En tanto, también en la víspera se observó una caja de zapatos color naranja hallada en la escena del crimen, donde se presume que los Knack guardaban el dinero y posteriormente la División Criminalística de la Policía halló una fracción de huella que sería compatible con el imputado Paz.
Al respecto, en la jornada de hoy prestarán declaración los peritos encargados de recolectar y analizar las huellas dactilares y el material genético que consta en el expediente.
Habló Alegre
El otro punto fuerte de la audiencia de ayer fue la declaración del tercer imputado, el chapista y panadero Marcial Benecio Alegre (54), quien al igual que Paz y Godoy se desligó del caso y aseguró que el 25 de mayo del 2014 permaneció en San Javier.
También declararon dos ex empleados de la panadería, quienes afirmaron que el día del hecho por la tarde vieron a Alegre.
Además, salió al cruce de un ex cuñado de Godoy, quien el martes mencionó que el chapista le comentó que en caso de cometer un ilícito “hay que quemar todo para que no quede ningún testigo”.
Ante los jueces, indicó que el 25 de mayo permaneció en San Javier y por la tarde aprovechó para reparar el horno de la panadería. El martes 27, en tanto, viajó a Posadas para comprar repuestos y por el camino recibió un llamado que cambió su vida.
“Estaba a unos siete kilómetros de San Javier cuando mi ex señora me avisó que la Policía estaba en mi taller. Entonces volví y fui hasta la comisaría, donde el suboficial Ojeda me dijo que me querían involucrar con un robo en Panambí. Me dijo que vaya y busque un abogado”, relató.
En ese lapso, llamó dos veces a su amigo Paz, a quien le pidió que vaya a ver de qué se trataba el procedimiento ya que su mamá se encontraba sola en la propiedad.
Respecto a su condición de prófugo por ocho días, indicó: “Me asusté porque me pareció una locura que me hagan responsable de semejante caso. Nunca se me ocurrió robar y menos matar”. Finalmente fue detenido en la casa de una sobrina, en Garupá.
Negó todo
Dijo que a Godoy sólo lo conocía de vista, no eran amigos ni compartían. Además, criticó la instrucción del caso.
“La Policía está acostumbrada a llevarse por chismes baratos. Por qué no buscaron a los verdaderos culpables. Tres familias estamos sufriendo el mismo padecimiento que el señor Knack”, indicó en referencia Carlos ‘Nano’ Knack, único sobreviviente de la familia.
También se refirió a los dichos de Jorge Humberto Pérez (43), ex cuñado de Godoy.
“Él me quedó debiendo a mí por un coche. Después me llevó para arreglar un arma que no servía más y se lo dije. Nunca más le vi y todo lo que dijo es mentira”.
Comentó que al momento del hecho tenía contactos con altos funcionarios de la política provincial y era empleado de planta permanente del Instituto de Fomento Agro Industrial (Ifai), manejaba la panadería de su familia y trabajaba en su taller.
Respecto al arsenal secuestrado en su tráiler, elementos que no tuvieron que ver con la masacre, se definió como “un apasionado de las armas” y “en una época reparaba el armamento del Ejército” con base en San Javier.
Incluso, mencionó que los dos pasamontañas que se hallaron en su propiedad los usaba para andar en moto y recordó un viaje que hizo a Mendoza para un encuentro.
También expresó sus sospechas hacia un conocido dirigente político de San Javier.
“Cuando me avisaron que la Policía estaba en mi taller, relacioné con un problema que tuve con Marciano Martínez. Le presté plata y no me devolvió. Había sólo dos personas que sabían que tenía armas en el tráiler y el único que podría haber hecho la llamada anónima es él”, agregó respecto al llamado que apuntó la investigación hacia los imputados.
“Se puede manipular el ADN”
Ayer, el abogado Eduardo Paredes, defensor de Paz y Godoy, se presentó en la sala de audiencias con el reconocido Enrique Piñeyro, polifacético hombre de cine, piloto de avión, médico y activista.
El director del documental de El rati horror show integra el denominado Proyecto Inocencia, entidad que revisa casos donde existen sospechas de una deficiente instrucción y mal accionar judicial.
Precisamente, la citada cinta del 2010 retrata la dramática historia de Fernando Carrera, un hombre común condenado injustamente a treinta años de cárcel, no por error sino de manera deliberada, a través de la manipulación de una causa judicial.
En diálogo con los medios, Piñeyro desestimó que una huella sea siempre un elemento contundente y subrayó que las pruebas genéticas se pueden manipular.
“La gente y, lamentablemente muchos funcionarios del poder Judicial, cree que una huella es una prueba contundente, cuando en realidad está muy lejos de serlo. Hay discusión sobre cuántos puntos de macheo se necesitan para una huella. En criminalística hay muchos detalles técnicos que en Argentina estamos muy atrás. Hay muchas cosas que en el mundo avanzado tecnológicamente ya no se consideran más y acá se hacen”, mencionó.
Y agregó: “El material genético se puede manipular muchísimo y se pueden cometer errores monumentales, según como uno decida tomar las muestras. Por ejemplo, si la va cotejar con una muestra de la población local de Oberá, contra la muestra de la población de Misiones o del Universo. Además, el ADN jamás puede decir es él; lo que determina es una estadística donde dice que la posibilidad de que este ADN sea compatible con esta persona es 1 en 999 veces la población de la tierra o de Oberá”.
Explicó que las complejidades del estudio dependen de la seriedad, los genetistas y los laboratorios que lo hacen.
También inciden errores de procedimientos médicos y existen casos donde el ADN “se puede plantar si se manipula la prueba, si la cadena de custodia no es buena, si las pruebas no se encuentran. De hecho hoy (por ayer) están buscando una que no apareció, pero seguramente será rastreable”.
Avalaron coartada
La denominada masacre de Panambí costó las vidas del empresario maderero Oscar Knack (43), su esposa Graciela Mabel Mojsiuk (42) y sus hijos Bianca (12) y Cristian (25), quien agonizó por 36 días y antes de morir aportó datos del hecho, según consta en el expediente.
En la víspera, declaró Javier Andrés Pereyra (33), empleado de Alegre en la panadería. Contó que el 25 de mayo entró a trabajar a las 4 de la madrugada para hornear el pan, regresó a su casa y a las 17 su patrona lo volvió a convocar porque hacía falta más mercadería. “Empecé a trabajar y escuché ruido, fui a mirar y estaba el señor Alegre arreglando el horno. A las 18.30 salí y volví a mi casa”, aseguró.
Por su parte, el también empleado Ariel Ramón Gómez (35) indicó que esa mañana hizo reparto de pan, “a la tarde fui a empaquetar torradas y Alegre estaba arreglando el horno. Trabajé hasta las 21.30”. “Para mí siempre fue un buen patrón. De corazón digo”, agregó cuando le preguntaron por el concepto que tenía de su patrón.
Fuente: territoriodigital
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