Sólo encuentra sosiego en el corredor de la humilde vivienda, donde instalaron su cama en busca de un resto de aire que atenúe el sufrimiento. Hace un año, María Isabel Delgado (60) evidenció los primeros síntomas de una enfermedad que literalmente está consumiendo su rostro y la postró en una desesperante agonía.
Primero le dijeron que podría tratarse de la picadura de un insecto, pero no hubo mejoría alguna y el cuadro se fue agravando, al punto que del lado izquierdo de la cara tiene un agujero del tamaño de una manzana.
Hace tres meses la sometieron a una primera intervención quirúrgica en el hospital Samic de Oberá y luego la derivaron al Madariaga de Posadas, aunque nunca le brindaron un diagnóstico preciso, afirmó en la víspera.
En diálogo con El Territorio, contó que “el dolor es insoportable y hay días que sólo lloro. Así no es vida. Gracias a Dios mis hijas me compran los remedios, los calmantes y antibióticos, si no no sé qué sería de mi”.
La mujer reside con uno de sus hijos en el barrio Aeroclub de la Capital del Monte y las necesidades están a la vista. Su vivienda es de madera, con piso de tierra y el techo parchado con plástico, por lo que los días de mucha lluvia el interior se convierte de un lodazal.
Tampoco cuentan con baño instalado, por lo que las condiciones de higiene distan mucho de las recomendables para una persona en un estado de salud tan crítico.
Además, según confirmó su hija Margarita Ríos, la familia deber afrontar el costo de los medicamentos.
A la intemperie
Ayer el sol del mediodía calcinaba el patio de tierra, mientras María soportaba el calor al amparo de la sombra del corredor y los cuidados de tres de sus 15 hijos, algunos de los cuales desde hace tres meses se alternan para estar con ella.
“Mis hijos me quieren y me cuidan, pero todos somos pobres y cada uno tiene su familia. Ellos hacen lo que pueden”, dijo emocionada.
La inflamación de su rostro le dificulta el habla, pero se hace entender. Sus hijas comentaron que a pesar de la gravedad del cuadro casi no se queja, salvo cuando siente mucho dolor.
Al respecto, mencionó que “si tomo mis calmantes estoy bien, pero tengo que tomar bien en hora porque si no me duele mucho. Casi no me levanto porque ahí como que me punza, entonces estoy mucho acostada”.
“Adentro de la casa el calor es insoportable, por eso mi hijo puso mi cama acá en el corredor y paso todo el día porque es más fresco”, explicó.
A su lado, su hija Margarita agregó que “también casi todas las noches duerme acá por el calor. Afuera descansa mejor porque corre un poco de aire”.
Ambas precisaron que hace alrededor de un año notaron una hinchazón en el rostro y, como persistía, realizaron una consulta en el hospital Samic. “Lo primero que me dijeron fue que podría ser una picadura de mosquito que se infectó, pero siguió creciendo. En noviembre me operaron, pero dice que no encontraron nada y me mandaron a la casa”, recordó.
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