En la zona de la estación de servicios de Santa Ana se la ve todos los días a Celia Poetta, una bisabuela de 80 años que se acerca a ofrecer rapadura a los automovilistas que estacionan en cercanías o acuden a cargar combustible.
Si bien en el lugar no está permitido el acceso a vendedores ambulantes, los lugareños coincidieron en diálogo con El Territorio en que “cómo no vamos a permitir a doña Celia que se gane la vida, ella no causa molestias, al contrario, creemos que debemos ser solidarios y entender situaciones como estas”.
Es que Celia, a pesar de su edad, trabaja sin cansancio para ayudar a un hogar de ancianos y también a Lautaro, su bisnieto de ocho años. “Vendo rapadura de varios gustos, hago esto para ayudar al hogar de ancianos y a mi bisnieto de 8 años que vive conmigo, le compro lo que él necesita para dibujar, porque dibuja muy bien y vende esos dibujos”.
Asimismo, añadió que gracias a ese trabajo el niño pudo comprarse sus propios botines para jugar al fútbol. “Yo quiero que Lautaro estudie porque sin estudios el día de mañana no sé si va a haber fuentes de trabajo, yo vivo preocupada por el futuro de él y de muchos jóvenes porque las cosas no están bien”, expresó.
Sin embargo el sacrificio no es novedad para esta valiente abuela, ya que dedicó su vida al trabajo. “Vendía remedios de yuyos, fui quinielera, vendía estampitas, rosarios y ahora vendo rapaduras”, dijo, y agregó que también algunos días llega a la ciudad capital y vende en la zona bancaria.
“La verdad que la única manera de enseñar a valorar y querer al trabajo y a los seres queridos es a través del ejemplo, yo siempre trabajé y hoy a mi edad sigo haciéndolo porque creo que mientras se pueda no hay excusas para no hacerlo”, afirmó la mujer.
También agradeció la buena predisposición de su proveedor, ya que muchas veces le regala el producto para que le quede algo más de ganancias.
La edad del alma
Cuando este medio le preguntó su edad, Celia respondió que tiene dos edades. “Soy mal anotada, el 5 de junio cumplo 73 y 81 porque nací en 1938 pero me anotaron en 1946, antes era así”, explicó.
Sin embargo su espíritu aún es el de una muchacha llena de sueños y expectativas. “Estoy a punto de cumplir los 81 años y me siento muy bien de salud aún, gracias a Dios”, indicó.
Celia es muy conocida en la zona y de ella sólo se oyen halagos y buenos comentarios. Eduardo, habitual cliente de la estación de servicios, llegó a cargar combustible y afirmó: “La conozco de años a Celia, ella es muy trabajadora, un ejemplo de persona, es muy conocida en el pueblo y la verdad que muchos deberíamos aprender de ella”.
Ramona López, otra joven usuaria, confesó que le gustaría tener una bisabuela “y mucho más aún si fuese como Celia, me emociona verla tan vital así vendiendo, ojalá muchos sigan su ejemplo”.
EL TERRITORIO