De acuerdo a la denuncia que hizo la progenitora de la adolescente en la Comisaría de la Mujer de la Ciudad de las Cataratas, el viernes 21 de mayo, su hija llegó alterada a la casa alrededor de las 20.30 y llorando le contó que al salir del colegio y mientras se dirigía a su casa, pinchó un neumático de la moto por lo que debió repararlo en una gomería. Cuando retomó el trayecto, sobre el puente del arroyo Mbocay tuvo que disminuir la marcha por el barrial y en ese contexto apareció el aborigen.
“Estaba lloviendo en ese momento, iba despacio porque se empastaban las ruedas y pasando el puente sobre el arroyo estaba sentado (el acusado) en una piedra, tomando caña. De golpe me quedé empantanada. Él se levantó, caminó hacia mí y le dije ‘¡Pará, qué te pasa!’ Me empujó de la moto, caí al barro. Le dije ‘te dejo la moto, la mochila, pero me voy a casa, no me hagas nada’. No hizo caso, me agarró fuerte y otra vez le pedí por favor que no me lastime, porque me quería ir a casa”.
“Estaba temblando del miedo, lloraba mucho. Me empezó a manosear, a apretarme contra él y en eso empiezo a pedir auxilio a los gritos. Ninguno de los vecinos salió. Forcejeo, lo empujo fuerte y zafo de sus manos, por lo que corrí hasta esa casa que estaba abierta y le conté a la mujer que salió que necesitaba de su ayuda porque me iban a violar, pero sin decir nada se encerró y apagó las luces”, recordó angustiada la adolescente a este matutino, interesada en que su testimonio ayude a prevenir otros ataques.
La indiferencia de la mujer favoreció al abusador, que segundos después la alcanzó y arrastró otra vez al monte.
“Perdí las esperanzas con esa actitud, me negó ayuda. Mientras el hombre me arrastraba, me pegaba en la cabeza, yo le decía que me estaba lastimando, que no me haga nada, pero él solamente se reía. Al costado del camino me tiró al suelo, rompió el uniforme y aunque en todo momento me defendí, no podía porque era un hombre grande, me pegaba mucho. En cierto momento perdí las fuerzas, me quedé mareada por los golpes, sin defenderme ni correr y solamente lo miraba a la cara mientras me lastimaba. No sabía que iba a ser de mí, era un infierno, sentía que mataba”, admitió.
De acuerdo a la denuncia, después de romper su uniforme el sujeto le sacó el corpiño, la manoseó y solamente llegó a tocarla en las partes íntimas porque intervino el conductor de una camioneta que justo pasó por el lugar.
El hombre se bajó y arremetió contra el hombre exigiendo que la suelte, pero como éste hizo caso omiso, efectuó dos disparos al aire con un arma de fuego y logró que escape por una calle que conecta con la aldea Mbororé.
“El hombre gritó ‘¡dejá a la nena!’, pero me seguía obligando a que camine con él, por lo que se bajó y con una pistola disparó dos veces. Cuando se escapó (el atacante), se acercó y me preguntó como estaba. Estaba mareada, no podía estar de pie. Trató de acercarse, le pedí que no me haga nada, que necesitaba mi lente y respondió que me iba a ayudar. Levantó mi moto y me acompañó a casa”, recordó.
“Tengo miedo de todos”
De acuerdo a la declaración en sede policial, el conductor de la camioneta le dijo que se quedara tranquila: “Te voy a ayudar, no soy un hombre zarpado, tengo hijas. Subí a tu moto y te sigo, así te acompaño a tu casa”, acotó y eso fue lo que hizo, pero alrededor de 50 metros antes de llegar desvió el camino alegando que tenía que viajar hacia la localidad de Andresito. Le aconsejó a que haga la denuncia.
“Estoy agradecida con el señor que me defendió porque si no era por él, iba a ser otra la historia. Pero mas allá de eso, me duele que los vecinos me negaron su ayuda. Esa señora hasta me cerró la puerta. Me enseñaron que debemos ser solidarios con las personas, que si algún día alguien lo necesita, debemos colaborar, pero esa noche a nadie le importaron mis ruegos. Siento una angustia enorme por eso. Tengo miedo de todos”, lamentó.
Noche de terror
De acuerdo a la denuncia que hizo la progenitora de la adolescente en la Comisaría de la Mujer de la Ciudad de las Cataratas, el viernes 21 de mayo, su hija llegó alterada a la casa alrededor de las 20.30 y llorando le contó que al salir del colegio y mientras se dirigía a su casa, pinchó un neumático de la moto por lo que debió repararlo en una gomería. Cuando retomó el trayecto, sobre el puente del arroyo Mbocay tuvo que disminuir la marcha por el barrial y en ese contexto apareció el aborigen.
“Estaba lloviendo en ese momento, iba despacio porque se empastaban las ruedas y pasando el puente sobre el arroyo estaba sentado (el acusado) en una piedra, tomando caña. De golpe me quedé empantanada. Él se levantó, caminó hacia mí y le dije ‘¡Pará, qué te pasa!’ Me empujó de la moto, caí al barro. Le dije ‘te dejo la moto, la mochila, pero me voy a casa, no me hagas nada’. No hizo caso, me agarró fuerte y otra vez le pedí por favor que no me lastime, porque me quería ir a casa”.
“Estaba temblando del miedo, lloraba mucho. Me empezó a manosear, a apretarme contra él y en eso empiezo a pedir auxilio a los gritos. Ninguno de los vecinos salió. Forcejeo, lo empujo fuerte y zafo de sus manos, por lo que corrí hasta esa casa que estaba abierta y le conté a la mujer que salió que necesitaba de su ayuda porque me iban a violar, pero sin decir nada se encerró y apagó las luces”, recordó angustiada la adolescente a este matutino, interesada en que su testimonio ayude a prevenir otros ataques.
La indiferencia de la mujer favoreció al abusador, que segundos después la alcanzó y arrastró otra vez al monte.
“Perdí las esperanzas con esa actitud, me negó ayuda. Mientras el hombre me arrastraba, me pegaba en la cabeza, yo le decía que me estaba lastimando, que no me haga nada, pero él solamente se reía. Al costado del camino me tiró al suelo, rompió el uniforme y aunque en todo momento me defendí, no podía porque era un hombre grande, me pegaba mucho. En cierto momento perdí las fuerzas, me quedé mareada por los golpes, sin defenderme ni correr y solamente lo miraba a la cara mientras me lastimaba. No sabía que iba a ser de mí, era un infierno, sentía que mataba”, admitió.
De acuerdo a la denuncia, después de romper su uniforme el sujeto le sacó el corpiño, la manoseó y solamente llegó a tocarla en las partes íntimas porque intervino el conductor de una camioneta que justo pasó por el lugar.
El hombre se bajó y arremetió contra el hombre exigiendo que la suelte, pero como éste hizo caso omiso, efectuó dos disparos al aire con un arma de fuego y logró que escape por una calle que conecta con la aldea Mbororé.
“El hombre gritó ‘¡dejá a la nena!’, pero me seguía obligando a que camine con él, por lo que se bajó y con una pistola disparó dos veces. Cuando se escapó (el atacante), se acercó y me preguntó como estaba. Estaba mareada, no podía estar de pie. Trató de acercarse, le pedí que no me haga nada, que necesitaba mi lente y respondió que me iba a ayudar. Levantó mi moto y me acompañó a casa”, recordó.
“Tengo miedo de todos”
De acuerdo a la declaración en sede policial, el conductor de la camioneta le dijo que se quedara tranquila: “Te voy a ayudar, no soy un hombre zarpado, tengo hijas. Subí a tu moto y te sigo, así te acompaño a tu casa”, acotó y eso fue lo que hizo, pero alrededor de 50 metros antes de llegar desvió el camino alegando que tenía que viajar hacia la localidad de Andresito. Le aconsejó a que haga la denuncia.
“Estoy agradecida con el señor que me defendió porque si no era por él, iba a ser otra la historia. Pero mas allá de eso, me duele que los vecinos me negaron su ayuda. Esa señora hasta me cerró la puerta. Me enseñaron que debemos ser solidarios con las personas, que si algún día alguien lo necesita, debemos colaborar, pero esa noche a nadie le importaron mis ruegos. Siento una angustia enorme por eso. Tengo miedo de todos”, lamentó.
FUENTE INFORMATIVA /www.elterritorio.com.ar