Germán Vega sufrió una grave lesión que le cambió la vida y hoy logró algo que para muchos sería casi imposible.
Germán Vega tiene 46 años, es de La Plata y en el 2000, decidió irse a vivir a Bariloche, el lugar que lo conectaba con su pasión: la nieve, las montañas y el snowboard. Su vida transcurría en esquiar, trabajar en un local de ropa y salir con sus amigos. Sin embargo, cinco años después de lograr tener la vida que siempre soñó, todo cambió radicalmente.
En el 2005 sufrió un grave accidente mientras practicaba snowboard. Después de un descenso largo, en la curva superior de una de las pistas cercanas a la base, se topó con una rampa, dio una vuelta en el aire y cayó de espaldas. Enseguida supo que algo había salido mal. Tenía las piernas estiradas y las sentía en el pecho. “Mis amigos me preguntaban si estaba bien, pero yo sabía que no lo estaba y no sentía las piernas”, contó Vega a minutouno.com. Tal como él lo había pensado, tenía una lesión que lo dejó inmóvil en la parte superior.
La caída le lesionó la dorsal 10 y desde ese momento, Vega no tiene movilidad en la parte inferior de su cuerpo. “Yo pensaba en ¿cómo iba a poder vivir poder vivir sin camina?, no iba a poder hacer nada de lo que hacía normalmente, se me pasaron un montón de cosas por la cabeza. hasta en qué ninguna chica me iba a dar bola”, relató.
Sin embargo, ese duelo fue corto y a pesar de las limitaciones con las que debería enfrentarse, convirtió la tragedia personal en un desafío. Su familia lo llevó a La Plata allí tuvo su rehabilitación y comenzó de a poco a adaptarse a las diferentes circunstancias, pero siempre pensando en volver a Bariloche y a esquiar de nuevo.
Tiempo después, una pareja estadounidenses le presentó el monoesquí: una tabla unida a un equipo que sujeta al esquiador desde el ombligo y se complementa con los estabilos, bastones regulables que ayudan al equilibrio. Comenzó sus primeras prácticas de esquí. No fue fácil pero logró hacerlo. “Fue muy emocionante volver a mi pasión. Sentir el viento en la cara, y la sensación de velocidad, que fue impagable. Es hasta el día de hoy que subo al cerro y durante todo el trayecto voy emocionado.”, contó emocionado.
De a poco fue corrigiendo la técnica y terminó a cargo del Área de Discapacidad de la Municipalidad de Bariloche. Sus aspiraciones y logros fueron creciendo. Un día le propusieron ser instructor para el público en general. La idea le gustó y lo emocionó, pero sentía que no podía hacerlo sólo sin antes prepararse.
Vega tomó un curso en la Asociación Argentina de Instructores de Esquí, Snowboard y Pisteros Socorristas (Aadidess), rindió el examen (su promedio fue 8,91, uno de los más altos de la clase) y se convirtió en el primer instructor de esquí en silla de ruedas del mundo.
Para esquiar, Vega utiliza una silla provista de una sola tabla que le entrega las mismas posibilidades evolutivas que las de un esquiador cualquiera. Con esta premisa se adentró en el universo de la enseñanza para personas sin problemas corporales.
Su historia de vida, un aprendizaje que transmite a los demás
“Todo se puede hacer y nada es imposible. La vida me enseño que las trabas son una construcción mental y que la cabeza lo maneja todo. Por ello, nunca hay que bajar los brazos. Los cambios por algo son y nunca son para mal, son para bien. La gente no debe tenerle miedo a los cambios”, señaló.
“Soy un convencido de que se puede lograr lo que nos propongamos. Se puede tener familia, novia, tener sexo, trabajar y conquistar nuestros sueños. Es una cuestión de la cabeza: con la actitud y el esfuerzo todo se logra”, aseguró.
Vega es un gran motivador, da charlas en colegios y empresas contando su historia y cómo hizo para superar las trabajas. En septiembre fue uno de los invitados al evento TEDx en Buenos Aires. Siempre el principal objetivo es contarle a la gente “se puede caer, pero siempre hay que levantarse”.