Escribe Nota Editorial jorge mielniczuk
El resultado electoral se dio, según la lógica, por el pensamiento colectivo, en donde volvieron a fracasar las encuestadoras que anticipaban un amplio triunfo de la fórmula encabezada por Alberto Fernández, que terminó en un 48 por ciento de los votos, cuando las consultoras lo ubicaban en un 53 por ciento. El presidente Mauricio Macri, a quien lo ubicaban en un 32 por ciento, logró el 38 por ciento de los votos, teniendo un crecimiento en relación a las elecciones primarias.
De esta manera termina un ciclo, que en sus comienzos no existían dudas de que los periodos presidenciales generalmente son de dos periodos de cuatro años, y no hace menos de dos años las fuerzas opositoras estaban resignadas a que no habría 2019. Con el correr del tiempo descubrieron que si existían chances electorales que permitieron que el peronismo avanzara hacia la unidad que todos descreían que podría ocurrir, principalmente cuando se ordenó la intervención del PJ a nivel nacional. Luego de que se levantara la intervención la actitud fue otra, a partir del malestar en las clases sociales medias.
Es la primera vez que un presidente no logra la reelección, siempre se da por descontado que cuando un gobernante sea local, provincial o nacional, es electo, tiene el segundo mandato asegurado, salvo que su gestión de gobierno sea muy mala. Como de hecho ocurrió con la gestión de Mauricio Macri y de la gobernadora María Eugenia Vidal, que fue sorprendentemente derrotada ampliamente por el ex ministro de Economía y actual diputado nacional Axel Kicillof. El electorado ha decidido dar por terminado un ciclo político económico y decidido un voto por la esperanza de una política económica mucho mejor, pero con otra lógica de gobierno, que demuestre un comportamiento político distinto gobernando con la gente adentro. Pero también con otro tipo de comportamiento en el manejo político, tanto en lo gubernamental, como en el judicial, empresario y sindical.
El resultado electoral también es un cachetazo para cierto sector del periodismo, en particular, el perteneciente al grupo Clarín, que viene manipulando a la opinión pública desde mucho antes del 2015, obviamente defendiendo grandes intereses económicos, como fue la eliminación de la ley de medios. Una derrota, porque de nada sirvieron sus protecciones mediáticas, maniobras de distracción y la búsqueda de instalar temas de agenda a favor del gobierno nacional. Por lo visto, los argentinos teníamos otras prioridades y la agenda diaria ocupada en los temas económicos que le agobiaban en la vida real.
Macri logró recuperarse porque comenzaba a responder a la lógica de aquel gobernante que está culminando su primer mandato y pide un segundo periodo para poder concluir las cosas que no pudo hacer en su primer mandato. Decía Macri: están dadas las bases para que ahora venga el crecimiento, el empleo y el mejor vivir. Pero ya había mentido la primera vez, y algunos entendieron que habría que dar una segunda oportunidad, como por lo general suele ocurrir muy a menudo en la vida cotidiana.
En la provincia de Misiones, el triunfo de Alberto Fernández: 403.864 votos, 57,60 por ciento; Mauricio Macri: 238.020 votos, 33,95 por ciento; Roberto Lavagna: 23.575 votos, 3,3 por ciento; Juan José Gómez Centurión: 2,93 por ciento; José Luis Espert: 8.350 votos, 1,19 %; Nicolás del Caño: 6785 votos, 0,96 por ciento; votos en Blanco: 11.659, 1,62 por ciento.
Quedó evidenciado que un gran porcentaje de los argentinos quería un cambio que lo contenga dentro de las políticas económicas y sociales, y no que lo mantenga al margen. Otro porcentaje, y por cierto, alto, incluso más de lo que se creía, que pueden ser muchos por el afán de continuidad y la de dar una nueva oportunidad, más que por beneficiarse de la política económica del actual gobierno, decidió apostar por la continuidad. Lo que queda en claro es que no hay más márgenes para la mentira y el engaño electoral.
Un cambio en la lógica política
Decía el presidente electo Alberto Fernández que queremos volver para ser mejores, lo que implica también ser distintos en la forma de gobernar y el manejo del poder. Las cosas en el mundo están cambiando, y se lo puede incluir dentro del proceso disruptivo al que con mayor frecuencia se hace mención. La gente ya no quiere solamente vivir para trabajar y pagar sus cuentas, ajustándose mes a mes a salarios que apenas alcanzan para pagar las cuentas de servicios y consumos, la gente quiere algo más en sus vidas y sabe que hay dinero que se la reparten entre muy pocas personas en el mundo.
Las manifestaciones se vieron en países europeos, se trasladaron a Latinoamérica, sintiéndose en mayor intensidad en Chile, en donde el pueblo salió a las calles a reclamar por lo que por años le han negado en educación, salud, vivienda y bienestar. Comentaban unos jóvenes chilenos que crecieron en ambientes familiares que vivieron décadas sometidos y resignados a que solo vivían para trabajar, mantener sus familias, cubrir los gastos de vivienda, comida y servicios y sin aspirar a mucho más, y este pensamiento cambió a partir del hartazgo que se vio reflejado en manifestaciones violentas con miles de detenidos y una veintena de muertos.
Sabe el presidente electo Alberto Fernández que no se trata de partidos políticos, sino de modelos políticos económicos y el bienestar de la gente que aspira a una distribución más justa de la riqueza, que es la que, en definitiva, es la gran grieta de la que tanta difusión se hace. La disputa por los recursos económicos entre los que tienen mucho o demasiado contra los que solo les alcanza para pagar las cuentas y sobrevivir.
Cuando se hablan de amplios consensos estos involucran a toda la dirigencia política, empresaria y sindical en lograr un acuerdo en el cual estén todos los sectores incluidos y contenidos, de lo contrario, cualquier otro intento o experimento de gobierno será muy difícil de llevar adelante.
Dentro de las clasificaciones en las cual nos identifican según el nivel de ingresos y niveles de consumos, la base de los sectores medios bajos está creciendo en todo el mundo y con muchas y nuevas demandas, que las demás fuerzas de la economía deberán comenzar a ceder parte de sus pretensiones y ganancias a favor de un equilibrio social que pueda ser sostenido y gobernado. Los pobres de los pueblos saben que son mayoría, y en función de ello comienzan a demandar mayor participación e inclusión en las decisiones del manejo y gobierno de sus vidas y futuro.
La lógica de la política está cambiando y deberá resolver los problemas de la pobreza, la desocupación, y generar expectativas diferentes a las promovidas premisas de que solamente progresan los que trabajan y se esfuerzan, mientras otros están lejos de oportunidades porque lo poco que tienen es un salario para poder sobrevivir, pero ahora esperan y demandan más.