Esta crónica sólo puede escribirse en la Argentina, donde hoy la noticia es que arrancan las clases para la mayoría de los estudiantes en el día previsto por el calendario oficial.
Este lunes volverán al aula unos 6 millones de chicos de la primaria y el jardín: son los alumnos de todo el país que cursan estos niveles educativos, menos los de las escuelas estatales de Santa Fe, Neuquén, Santa Cruz, Jujuy y Chubut (unos 670.000), donde habrá paro. El lunes que viene, 9 de marzo, se sumarán a las aulas los casi 4 millones de estudiantes de la secundaria.
Todo esto es noticia porque hace 9 años que no sucedía: que no arrancaban las clases en casi todas las provincias en forma simultánea. La última vez había sido en 2011, cuando, como hoy, en solo unas pocas provincias -chicas- hubo paro, según surge de una revisión de por sus archivos.
Las huelgas docentes se fueron consolidando como parte del ritual del inicio escolar. El arranque más conflictivo fue el de 2014. Ese año, a causa de los paros docentes, la provincia de Buenos Aires -que suma casi el 40% de la matrícula nacional- empezó las clases 17 días más tarde de lo previsto. Gobernaba Daniel Scioli.
En síntesis, la conflictividad docente estuvo presente todos los inicios de clases esta última década y sin distinción de color político en el poder: no arrancaban con Cristina, tampoco con Macri ni María Eugenia Vidal. Y menos con Scioli.
Pero este año es distinto. Fue destacado por el presidente Fernández en su discurso ante la Asamblea Legislativa. Aunque los motivos no parecen estar precisamente en la oferta salarial que están recibiendo los docentes por esto días. ¿Acaso el 16% de aumento por medio año de Provincia y Capital es muy diferente a lo que venían escuchando los gremialistas en las temporadas anteriores? ¿Y en qué quedó aquella exigencia de la cláusula gatillo?
Las razones del cambio de actitud de los gremios podrían explicarse por otros factores. Entre ellos, que hay un Gobierno nuevo (al que se le da un tiempo de gracia antes de los paros) combinado con el hecho de que existe una afinidad política entre el kirchnerismo que volvió al poder y Ctera, el sindicato de maestros más representativo, y que lideró las huelgas docentes nacionales en los últimos años del macrismo.
A esto se suma que una de las primeras medidas que tomó Alberto Fernández fue haber restablecido la paritaria nacional docente, el ámbito de negociación por el salario mínimo entre el Ministerio de Educación nacional, las 24 jurisdicciones y los cinco sindicatos docentes con representación en todo el país, que había sido disuelta por el macrismo. Era un pedido de todo el espectro de sindicatos docentes estos años, desde la kirchnerista Ctera (que está en la CTA) hasta el resto de las organizaciones, que no son kirchneristas y juegan dentro de la CGT.
Todos coinciden en que el salario deberá ser mejorado, pero la discusión se complica cuando debe decidirse quién se hace cargo. ¿Son las provincias? ¿Es el Estado Nacional? ¿Con qué mecanismos? El acuerdo en la paritaria nacional del miércoles, por ejemplo, difícilmente se hubiera logrado si el Estado nacional no se comprometía a aportar una parte, a partir de un adelanto a cuenta de una ampliación del Fondo de Incentivo Docente (FONID). ¿Seguirá siendo así?
Pero además de la cuestión económica y social, también habrá que ver cómo se desenvuelve la interna dentro de Ctera y el kirchnerismo. Quizás sea historia, pero fue esta misma conducción de Ctera la que tuvo unos cuantos entredichos con Cristina cuando ella estaba en el poder. “No puede ser que cada año sea un parto el inicio de clases por la discusión salarial”, había dicho en 2014 la ex Presidenta en un discurso ante el Congreso, entre otras tantas cosas que molestaron -y mucho- a los dirigentes de Ctera. ¿Será ahora todo diferente con Alberto?
FUENTE DIARIO CLARÍN