En un CAPS le dijeron que podía ser dengue pero no le tomaron muestras. Cuando logró ser atendido en un hospital, le pusieron suero y lo mandaron a su casa. Murió ese mismo día.
Durante seis días una mamá del barrio San Isidro de esta ciudad pidió a todos los que tenía a su alcance para que su hijo fuera atendido por un médico porque se daba cuenta que cada día estaba peor. Gabriela Valiente se llama esta mamá y Natanahel, de 15 años, se llamaba su hijo que murió el pasado 11 de abril.
Las llamadas al 0800 y las visitas al Centro de Salud no fueron de mucha ayuda porque, para ambos, el caso del adolescente no revestía de urgencia y por lo tanto esta humilde madre no conseguía que una ambulancia lo trasladara al hospital.
Era tanta su desesperación que acudió a la policía para que ellos consiguieran que viniera la ambulancia. Y fue un policía el que dispuso la asistencia del móvil de salud.
Después de días de no retener nada en su estómago, ir de cuerpo con una sustancia oscura, y sufrir dolores, el sábado 11, cuando por fin logró que lo viera un médico del hospital Fátima, el profesional le puso suero y lo mandó de regreso a su casa. El chico falleció cuatro horas después.
“Yo sólo quiero saber por qué ese médico hizo eso y quiero saber de qué murió mi hijo”, aseguró Gabriela Valiente en diálogo con PRIMERA EDICIÓN. Por eso, hizo una denuncia por abandono de persona y mala praxis contra ese médico ante la comisaría y se asesora con un abogado para ir ante la Justicia.
La “no” causa de muerte
Lamentablemente, esta mamá tiene muchas expectativas en el resultado de la autopsia del cuerpo de su hijo porque cree que los médicos forenses determinarán la causa precisa de muerte.
Sin embargo, la autopsia no arrojó claridad alguna sobre qué motivó su deceso. Es que, según se aclara en el mismo informe de la autopsia al que accedió PRIMERA EDICIÓN, “en el marco de la situación de pandemia por COVID-19 y la autorización del Alto Cuerpo que ordena la no realización de autopsias forenses (…) se resuelve realizar una autopsia dirigida específicamente a descartar la causa violenta de muerte”. Pero, según recordó el cuerpo forense en su informe, “las autopsias médico legales no realizan abordaje de perspectivas infectológicas (bacteriana ni virológica).
En síntesis, la autopsia sirvió para concluir que “el deceso es vinculante a causa natural producto de una muerte no traumática”.
No obstante, en las consideraciones detalla hallazgos de “manifestaciones dérmicas, presencia de exantema máculo papular y el rash exantemático con islotes blancos y aisladas petequias” y otros signos clínicos por lo que señalan que la muerte “es producto de la evolución de un proceso acontecido por enfermedad (no determinada por este procedimiento) la que desencadenó trastornos irreversibles, shock y que concluye con el deceso”.
En tanto, desde Salud Pública, el ministro Oscar Alarcón aseguró que seguirán investigando hasta las últimas instancias lo sucedido.
El relato de Gabriela
Cuando el adolescente comenzó con fiebre y vómitos el lunes 6 de abril, Gabriela llamó al 0800 de consulta médica para dengue y coronavirus. “Estuve toda esa semana llamando al 0800 (también llamó al 107 y al 911), me preguntaban todos los datos y me decían que no era un código rojo así que no me podían mandar una ambulancia. Me preguntaban por qué no podía acercarme al CAPS y les decía que mi hijo estaba muy descompuesto y no podía ni caminar ni ver. Vivimos a nueve cuadras del CAPS pero no lo podía llevar en la moto porque las calles acá están en muy mal estado y él no podía mantenerse sentado. Y ¿para qué lo iba a llevar hasta allá y sufriendo si no hay doctor en el CAPS tampoco?”, cuestionó.
Síntomas
“Mi hijo empezó con fiebre y vómitos, así que le di un paracetamol y le bajó la fiebre. El martes 7 lo llevé al CAPS 33 de San Isidro y el médico me dijo que podía ser dengue, pero a él no le dolían los músculos y apenas tuvo un poco de fiebre el primer día. Entonces me dijeron que para confirmar tenía que ir a un laboratorio pero cuando le pregunté dónde podía ir para eso, me dijo que por ahora era difícil y que le siga dando paracetamol cada ocho horas y reliverán para los vómitos”, señaló.
Ni en el CAPS ni en el Hospital de Fátima le tomaron las muestras pertinentes. Además, en el barrio de ella, muchos de sus vecinos tienen y tuvieron dengue.
“Durante toda esa semana él siguió con los síntomas pero después se le fue todo: bajó la fiebre, los dolores musculares y los vómitos. Pero a partir de ahí empezó con la ceguera y a hablar incoherencias y el vómito, que antes era verde, comenzó a tener un color más tirando a negro. No le quedaba ni una gotita de agua en el cuerpo, cualquier líquido que tomaba, lo devolvía. La diarrea y vómito eran constantes: a veces se sentaba en el inodoro y al mismo tiempo vomitaba. No comía ni dormía, tenía mucho dolor de estómago. El sábado, además, comenzó con falta de aire”.
El sábado
Gabriela recordó que ese día su hijo se levantó muy agitado, le costaba respirar. “Pedí al CAPS de acá que me mande una ambulancia, pero me dijeron que no podían hacer nada. Así que mi pareja fue a la Comisaría XV y fueron ellos los que hicieron que viniera la ambulancia a mi casa. Mi hijo salió en silla de ruedas, lo llevaron al Hospital de Fátima porque en el Madariaga había mucha gente y él estaba muy mal. Cuando llegamos, conté a los médicos todos los síntomas que había tenido durante esa semana. Le pusieron suero y dijeron que estaba así porque no estaba comiendo. Además, constantemente tenía sed porque todo lo que tomaba lo vomitaba, entonces el médico le dijo que ´su sed de ese momento era psicológica´ porque lo estaban hidratando. Y a mí me dijo que si yo le preguntaba a mi hijo si se sentía mal, era obvio que me iba a decir que sí y que él estaba débil porque no comía, pero con los sueros iba a estar mejor y empezar a comer”.
Unos sueros y a la casa
“Llegamos a casa, lo bañé y se fue a acostar. Ahí noté que en la boca del estómago, donde antes le dolía, se le empezó a hinchar y le empezó a salir un salpullido. Me quedé ahí cerca limpiando y me dijo que se había hecho caca. Tuve que ponerle una silla en la ducha para bañarlo y mientras le limpiaba, él se hacía caca y me decía que no se daba cuenta y nos preocupamos”, contó su mamá quien pidió a gritos a su pareja que buscara una ambulancia.
“Pero ahí ya se desvaneció, tiramos un colchón en el piso y empezamos a hacerle RCP y ahí le salió por la nariz el mismo líquido que vomitaba, de color oscuro. Volvimos al CAPS, subimos a la ambulancia y fuimos hasta el hospital Madariaga. A las 19.15 el director de emergencias me avisó que falleció. Cuando le pregunté de qué, me dijo que no sabía”.