Los grandes medios de comunicación saben que pueden influir no solo en materia política y económica, también influir e incluso orientar y proponer determinados comportamientos y acciones a la comunidad.
Transmitir esperanzas, alegrías, pero también temor, preocupación, cansancio, desazón. Un sinfín de sensaciones, que siguen un proceso comunicacional que busca, no inocentemente, determinados resultados que se ven el comportamiento social.
Como consecuencia del comportamiento social, aumentaron los contagios del covid 19 y consecuentemente, las muertes. Obviamente que no es responsabilidad de los medios de comunicación, ni de los comunicadores. Pero sería bueno que algunos repasaran y repensaran sus acciones.
Fueron varios conductores mediáticos, en particular del grupo Clarín, que se expresaron en contra de las restricciones de la cuarentena, llegando en algunos casos a sugerir romperlas. Además de ponerle el calificativo de la cuarentena más larga del mundo, con el claro propósito de que las medidas restrictivas, producto de la pandemia, se flexibilizaran o terminaran.
En todo esto, también existió como cuestión necesaria, la participación mediática, con la insistencia de la cuarentena más larga del mundo y de dimensionar de sobremanera el cierre de comercios, que, si bien no son una buena noticia y no se lo debe ocultar de ninguna manera el manejo de las mismas y hacer hincapié en determinados tipos de noticias marcan la tendencia y los propósitos. Asustar, poner en pánico y desesperación a aquellos comercios que en algunos casos debieron cerrar, reconvertirse, iniciar otras actividades o canalizar sus ventas a través de otras vías como la venta online.
Algunos, profesionales, por dar un solo ejemplo, un ingeniero realizaba cálculos matemáticos probabilísticos, incluso asociados con las posibilidades de ganar en apuestas en un casino en el juego de la ruleta. Otros más incrédulos aseguraban que el virus es un invento para mantener a la gente encerrada y se queden sin trabajo y dependan del estado para comer y vivir, transformando al país en un estado comunista, incluso, y aprovechando la situación de la aceitera Vicentín, que, como alternativa para salvarla, el estado maneja la posibilidad de su intervención y expropiación. Esto permitió que se viralice información de que lo de la pandemia tenía la intención de empobrecer y fundir las empresas para que el estado se quede con ellas, en fin.
No está mal que existan medios y periodistas opositores a los gobiernos de turno, y que sean afines, militantes y serviciales a los partidos de oposición. Lo dañino e hipócrita es que se presenten como independientes y objetivos. Lo son del gobierno de turno, pero no de las ideologías partidarias que defienden desde las empresas periodísticas para las cuales trabajan. Ser críticos de un gobierno no los hace independientes, solo les sirve para ocultar sus verdaderas identidades e intenciones.
Fanatismo pandémico
Es evidente de que existen fanatismos, no solamente políticos o religiosos, sino también sanitarios. Están los antivacunas, los que descreen de la existencia de los virus, como el covid 19 y otros tantos más. Otros que creen que se ha producido el virus en un laboratorio son un sinfín de propósitos con fines políticos, económicos y religiosos. Y están los que aprovechan el temor y la confusión para sacar provecho, no solo en términos económicos, sino también en lo político.
Al igual que el pico de la pandemia para esta época, también se esperaba la reacción de los sectores opositores al gobierno nacional, más que nada en los aspectos ideológicos y formas de afrontar la pandemia. Si bien a los sectores políticos de la derecha que en diciembre del año pasado dejaron el manejo del gobierno nacional, nucleada en Juntos para el Cambio, compartían, sin decirlo abiertamente y en público, la postura del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Como en aquel momento no era políticamente muy recomendable decirlo abiertamente, si sugerían, como lo hizo Mauricio Macri, en varias oportunidades en el inicio de la pandemia, que con las medidas sanitarias no se dañara a la economía, cuando ya se sabía, como estaba ocurriendo a nivel mundial, que las medidas de aislamiento producirían consecuencias en la economía como ocurrió en todos los países afectados. Por ello, la estrategia fue buscar y provocar el cansancio y hartazgo de la gente sobre el aislamiento y que salga a la calle, desafiando las medidas de seguridad y sugiriendo recuperar supuestas libertades restringidas y como manera de rechazo y desacuerdo con a las medidas del gobierno, era necesario visibilizar la ruptura de la cuarentena y provocar la apertura de la mayoría de las actividades económicas. Con ello, romper los pensamientos políticos del manejo de la pandemia e indirectamente se quebraba el pensamiento del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, con la ventaja de que, si los contagios aumentaran, como de hecho ocurrió, se hablaría del fracaso de la cuarentena, para afirmar que la misma no sirvió, fue inútil y sirvió para dañar a la economía. Además, que el gobierno fracasó en su política sanitaria, de manera tal manera de tener argumentos para buscar responsabilizar y debilitar al gobierno nacional, por ello no es raro verlos festejar mesuradamente, claro está, visiblemente en las redes, con el aumento de contagios y muertos, para reflexionar orgullosos de que el gobierno y su política sanitaria ante la pandemia fracasaron.
Podemos tener muchas creencias supersticiosas, ser incrédulos. Creer o descreer, también deberíamos sospechar de nuestras creencias y reflexionar en la posibilidad de que podemos estar equivocados, que podemos estar siendo manipulados en la dirección equivocada. Deberíamos no dejarnos asustar, pero por las dudas, cuidarnos y cuidar.
Seguramente, si estuviéramos gobernados por el anterior sector político que hoy es opositor al gobierno nacional, las medidas sanitarias y económicas serían otras y con otros resultados, mejores o peores. Tal vez, por coincidencias de pensamiento político con Bolsonaro, estaríamos como el Brasil.