Un problema de salubridad que se agudizó durante el aislamiento social y obligatorio por la cuarentena tiene en una situación límite a vecinos del barrio Apepú, de esta localidad donde el servicio de agua potable viene de mal en peor.
“Es indignante vivir así, cuando no pasamos por semanas enteras sin servicio por la bajante, el agua es color chocolate, tiene olor a podrido y algunas vecinas hasta llegaron a encontrar gusanos”, relató con angustia Analía Benítez cansada de buscar los medios para formalizar el reclamo en la empresa proveedora pero “no hay quien nos atienda desde que se dictó el aislamiento”.
“La situación no es de ahora, aunque si se agravó por la cuarentena. Por el aislamiento, las oficinas de la cooperativa están cerradas y no hay forma de hacer reclamo. Directamente no tenemos respuestas”, cuestionó.
El caso es particular para este barrio en cuestión ya que aparentemente la toma que se origina en el arroyo Ñacanguazú no pasa por la planta potabilizadora sino que va directo a las casas.
Para mejorar el servicio se hace necesarias algunas obras aprobadas por el EPRAC y que ya cuentan con presupuesto, pero otra vez a razón de la pandemia, están demoradas.
Benítez se quejó que todos los meses les cobran por “un pésimo servicio” pero la planta es tan obsoleta que no hay forma de tratarla antes que llegue a las casa.
“A veces el agua llega blanca como leche, y nos han dicho que es por el tratamiento con cloro y cal. Personas que usan esa agua han reportado erupciones cutáneas e infecciones”, siguió contando.
Como paliativo a la situación, La yerbatera Pipore provee agua potable de la perforación que tiene en su predio, desde ahí dispuso puso una canilla para que toda la población cuente con agua para satisfacer sus necesidades básicas.
“Pero en un paliativo. Exigimos una solución de fondo”, expresó.
Fuente: Primera Edición
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