Decidido a multiplicar el poco dinero que le quedaba en los bolsillos, “pensé toda la noche en alguna idea. No tengo plata para regresar a la Argentina, así que recordé a Misiones y que en invierno en Posadas se vende más chipa, o al menos en mi barrio, así que pensé en ser chipero en París”.
“Tenía miedo al principio, si la gente va a comprar o si va a funcionar”, confesó, pero si bien el emprendimiento recién arranca, ya conquistó el corazón de muchos clientes que le encargan el producto: “La gente se sorprende mucho al ver chipa en París, sobre todo los paraguayos que residen aquí. Pero más les impacta que yo sea argentino. Al principio me llaman pidiendo una docena o docena y media, y al llegar a la casa para entregar el pedido me dicen ‘pensamos que eras paraguayo’. Y me consultan si en Argentina se come el chipá”.
Proyectos pendientes
Oriundo de Posadas, a comienzos de año Maximiliano viajó a Europa para concretar unos proyectos audiovisuales. Sin embargo, la pandemia paralizó aquellos trabajos.
El COVID-19 lo encontró en Gran Bretaña, donde poco después de arribar al país, cerraron las fronteras. “Fue repentino, estaba realizando un cortometraje sobre la vida de Juan Manuel de Rosas para venderlo en Argentina”, recordó.
En medio de la desesperación pidió ayuda en la Embajada Argentina y “me dijeron que tenía que regresar al país con un vuelo que ellos podrían proveer, pero que debía esperar porque había prioridades para embarazadas, niños y ancianos”.
Además de esperar “tenía que pagar unas 800 libras esterlinas aproximadamente. Es mucho dinero”.
Mientras los días transcurrían con las fronteras cerradas y cada vez con menos dinero, el posadeño se vio obligado a vender su equipo de rodaje para pagar el alquiler, el depósito y la comida. “Fue lamentable, mi cámara la vendí por 800 libras y me quedaron 50 con las que sobreviví tres semanas y media”.
A fines de julio se encontraba en situación de calle: “No pude pagar más el cuarto donde vivía y me fui”.
Para sobrevivir, además, “vendo libros por Facebook y Amazon, hago audiolibros gratis para promocionar mi libro. También escribo guiones, hago cortometrajes y los cuelgo en Facebook y recibo algunas donaciones por el trabajo. En Inglaterra comía de la basura o de lo que la gente me daba al pasar”, recordó.
Finalmente, a mediados de agosto, logró cruzar a Francia, donde permanece alojado en casa de unos amigos. Mientras, avanza con sus trabajos audiovisuales.
Chipero en la Torre Eiffel
Con los proyectos cancelados y apenas 15 euros en los bolsillos, Maxi pensó en vender chipas. “A la mañana siguiente compré todo: almidón, queso, huevos, leche, manteca y empecé a cocinar. Para casi el mediodía ya tenía la chipa. Primero ofrecí en Facebook, en algunos grupos, pero también fui a la Torre Eiffel y allí me jugué”.
“Caminé entre vendedores ambulantes y puestos improvisados. En la primera hora no vendí nada, la chipa ya estaba fría”. Hasta que una familia paraguaya pasó y “me compró la docena y media que tenía”, relató con alegría.
Según el joven, repartir es el problema: “En ocasiones tengo que viajar más de una hora en tren para entregar media docena o con suerte una docena. Voy a todas partes y siento mucho orgullo de vender chipa, porque es un alimento tan nuestro. Tengo varios clientes, casi todos paraguayos y algunos franceses que vivieron en Buenos Aires”.
De acuerdo a Maximiliano “los productos son caros en verdad, la media docena de chipa rosca cuesta 5 euros y alcanza para comprar más productos. Si llego a vender cinco docenas, es una buena venta, ya que puedo pagar algunos gastos”.
fuente: PRIMERA EDICION