Ocho meses después de que la enfermedad COVID 19, provocada por el virus SARS-COV-2, escale a ser el mal más letal del siglo XXI – y que ya se cobró más de 1 millón 200 mil muertes alrededor del globo- la ciencia aplicada se convirtió en la única llave disponible para perforar esta pandemia y ser la que permitirá – lentamente- dar entidad real a la idea de la pospandemia.
Desde el comienzo de esta peste, la ciencia internacional, en un gran trabajo de investigación colaborativo a escala global, planteó dos ramas de estudio bien claras y definidas: la avenida de las terapéuticas, en donde asomará algún fármaco, suero, antiviral o terapia , para los distintos momentos de la enfermedad, el preventivo – antes de que se desarrolle-, o para pacientes leves, moderados o severos. Y la otra ancha avenida de las vacunas, para inmunizar al mayor número de personas, según las necesidades y urgencias de los distintos grupos socio- etarios (los vulnerables y sanos. Según edad y comorbilidades -otras enfermedades asociadas-. O según su pertenencia y riesgo profesional: personal de la salud, seguridad, educación, entre otros). ¿Se podrá detener la alta transmisibilidad y la letalidad que provoca el nuevo coronavirus?
Todos los desarrollos científicos que “escupe” la ciencia internacional ocurren bajo el tiempo de la urgencia pandémica; que permiten acelerar los pasos de la investigación de trials, ensayos y estudios bajo la lógica del llamado fast track o situación de emergencia. Pero de ninguna manera implica renunciar o saltear los pasos del rigor científico. Sí, se trata de evitar los laberintos de la burocracia de las agencias reguladoras, pero sin perder pisada al hallazgo de la evidencia científica en cada Fase.
Justamente esto le permitió a la ciencia hacer una inmersión en los tratamientos con combinaciones de fármacos y antivirales diversos; y de prototipos de vacunas potenciales. Cabe señalar que los dos sellos más importantes que se colocan para lograr la aprobación global-local de una nueva terapéutica, por un lado es de la agencia norteamericana Food and Drug Administration (FDA, por sus siglas en inglés), y por el otro, de la europea EMA (European Medicines Agency), que como ocurre usualmente con la mayoría de las aprobaciones de los medicamentos del mundo, contar con estos dos sellos, implica una pre aprobación. Y que la agencia local -en el caso argentino la ANMAT- solo haga una profunda mirada de supervisión y no fiscalice desde cero.
En la actualidad existen ocho vacunas de distintos laboratorios internacionales en Fase III, la última etapa de aplicación y seguimiento en grupos heterogéneos y numerosos de voluntarios en distintas latitudes. REUTERS/Dado Ruvic
En la actualidad existen ocho vacunas de distintos laboratorios internacionales en Fase III, la última etapa de aplicación y seguimiento en grupos heterogéneos y numerosos de voluntarios en distintas latitudes. REUTERS/Dado Ruvic
En la actualidad existen ocho vacunas de distintos laboratorios internacionales en Fase III, la última etapa de aplicación y seguimiento en grupos heterogéneos y numerosos de voluntarios en distintas latitudes del planeta, aún sin poseer la aprobación: las tres de China, dos desarrolladas por la estatal Sinopharm y una de la privada Sinovac. En el Reino Unido, Universidad de Oxford y AstraZeneca. La potente alianza entre Estados Unidos y Alemania, con Pfizer-Biontech y pudiera decirse hoy la más adelantada en lograr las preaprobaciones; y una neta de Norteamérica, la vacuna del laboratorio Moderna, en Massachusetts y otra norteamericana-belga, la de Johnson&Johnson-Janssen. La octava vacuna candidata en la picota es la Sputnik V, financiada por el gobierno ruso, más precisamente por el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF, por sus siglas en inglés) y desarrollada por las mentes brillantes del prestigioso Centro Nacional de Investigación en Epidemiología y Microbiología, N. F. Gamaleya, del Ministerio de Salud de la Federación Rusa.
Las autoridades rusas se adelantaron a otras vacunas candidatas y ya pidieron ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) la preclasificación de su vacuna contra el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, un paso clave para obtener luego las aprobaciones de los organismos de regulación mundial para su distribución.|
FUENTE
INFOBAE