Las hamacas y subibajas son apenas una escenografía de tiempos mejores, un recuerdo de la época donde la droga no mandaba como ahora, destruyendo vínculos y códigos vecinales.
“Duele mucho reconocer que en nuestro barrio la droga ganó por goleada. Nuestra plazoleta fue tomada por los que venden y los que se drogan. Y con la droga casi siempre está el alcohol y ahí es un descontrol absoluto. Es increíble al grado de impunidad que llegamos, donde los chicos no pueden jugar porque los faloperos se adueñaron la plazoleta. Los chicos ni vienen, tienen miedo”, lamentó Carlos Acuña, presidente del foro de seguridad de Villa Kindgreen.
El reconocido dirigente vecinal obereño se mostró abatido por el cuadro de situación que impera en su barrio y zonas aledañas, como Villa Blanquita, donde las sustancias ilícitas y la violencia también hacen estragos.
Asimismo, anticipó su intención indeclinable de renunciar al cargo que ostenta, ya que ve que son estériles sus esfuerzos por mejorar la seguridad y la calidad de vida de sus vecinos, sobre todo los más chicos.
“La verdad que siento mucha impotencia y mucha bronca. Con la comisión hicimos grandes esfuerzos para construir la plazoleta, pero después vienen y destruyen cada ladrillo que ponemos. Así no puedo más. Es mucho desgaste y mala sangre. Aparte soy frontal, digo las cosas en la cara y tengo una familia que cuidar. Por eso decidí dar un paso al costado”.
Tierra de nadie
En un sector de la plazoleta de Villa Kindgreen descansa una pila de ladrillos que la comisión adquirió años atrás con la intención de construir un destacamento policial, opción que se fue desdibujando por falta de apoyo oficial.
Al respecto, Acuña precisó que “era una primera tanta de 2000 ladrillos, de los que nos deben quedar mil, porque nos fueron robando. O por ahí pelean y se tiran con eso. Rompen todo. Ya perdí la cuenta de las veces que tuvimos que reparar los bancos y las mesas”.
Precisamente, a instancias del todavía presidente del foro de seguridad este matutino recorrió la plazoleta y constató dos cosas: no había niños jugando y el deterioro salta a la vista. La antítesis de un lugar de sano esparcimiento.
En el sector de las hamacas hay restos de mampostería de algún banco o mesa destruida, lo mismo cerca de la pila de ladrillos, donde depositaron partes de los destrozos.
“Más allá del daño material y la dificultad de reponer lo que se rompe, también duele el hecho que quienes destruyen son gente que vive acá al lado. Pero no les importa y, para colmo, sus actos no tienen ninguna consecuencia. Es más, si uno le dice algo todavía te amenazan”, alertó.
Restos de botellas de vidrio, latas de cerveza y blísters de pastillas componen el desolador paisaje de los alrededores de la plazoleta, un ámbito impensado para el sano desarrollo de los niños.
Según comentó Acuña, diariamente un grupo de jóvenes y adultos se congregan en el lugar para consumir sustancias, lo que denunciaron innumerables veces ante la Policía.
“Hablé personalmente con el comisario Bigalki, jefe de la Unidad Regional II, pero no hay mejorías. Por eso digo que ganó la droga”, remarcó.
El peor panorama
La misma situación de la plazoleta de Villa Kindgreen se prolonga al playón deportivo de Villa Blanquita, situado a solo dos cuadras del primero.
Las marcas de la destrucción saltan a la vista: el cerco perimetral está hecho pedazos, el paquete sanitario fue literalmente saqueado y hasta cortaron la manguera del tanque de agua potable.
Una muestra de la decadencia que arrasó el tejido social de uno de los barrios más antiguos de Oberá, donde los vicios se imponen en chicos cada vez más pequeños.
“Criaturas de 8 o 9 año fumando marihuana, en vez de estar jugando a la pelota. Es terrible, te parte el alma. El playón de Villa Blanquita costó varios millones de pesos, pero nunca pusieron un profesor para educar y contener a los chicos. Fue plata tirada. Eso está a la vista”, reflexionó Acuña.
En ese contexto, mencionó que “ningún padre o madre más o menos responsable deja que sus hijos se acerquen al playón o la plazoleta, porque lo más probable es que alguien le enseñe a fumar porro en vez de pegarle a una pelota”.
Asimismo, opinó que el avance de las drogas está íntimamente ligado a la escalada de inseguridad que padecen en el barrio, lo que trae aparejado innumerables perjuicios. También apuntó hacia la responsabilidad de privados y el municipio en la limpieza de terrenos baldíos que se convirtieron en verdaderos aguantaderos de delincuentes.
“No pedimos que tumben los árboles, pero que la Municipalidad intime a limpiar a los propietarios. En los baldíos ya se encontraron heladeras, garrafas, televisores. Aparte de noche es un peligro, sobre todo para las mujeres”, detalló. Al mismo tiempo reclamó mejoras en el sistema de alumbrado público, un antiguo anhelo hasta ahora sin respuestas favorables.
Droga y delito
Carlos Acuña también criticó la denominada “puerta giratoria” de la justicia. Al respecto, citó el caso de un vecino que sufrió un asalto en pleno mediodía e identificó al malviviente.
“La Policía conoce a los delincuentes y se los llevan presos, pero a los tres o cuatro días ya están afuera de vuelta. Salen y a los que les denunciaron los amenazan con quemar sus casas. El problema es que tenemos la puerta giratoria en la justicia”, mencionó.
En este contexto, opinó que muchas veces la labor policial se ve opacada por ciertas falencias del sistema penal, con delincuentes que reinciden de manera permanente. “Hay malvivientes que tienen más de treinta delitos, pero están diez o quince días presos y salen. Deberían juntar todas las causas y aumentar las penas”, señaló.
El reclamo del referente vecinal de Villa Kindgreen coincide con el pedido de dirigentes de otros barrios, donde proliferan las drogas y el delito están en alza.
Por Daniel Villamea