No es común pero a veces el que más tiene no quiere repetir historias propias. Como Eduardo Fonseca, el dueño de una vidriería en la localidad neuquina de Centenario, quien no tuvo mejor idea que regalarle un auto usado a un fiel empleado, Franco Núñez, con el que comenzó a trabajar codo a codo hace cinco años. «No voy a ser como fueron conmigo. Voy a ser un jefe diferente, dije, y aparte él se lo merece y quería darle una mano«, asegura convencido.
Ya a los 13 años Fonseca empezó a trabajar en el mismo oficio que lo convertiría en propietario varios años después. Fue hace casi siete cuando decidió largarse solo y tener su propia vidriería. «Me largué solo. Tengo un oficio, lo conozco, lo sé hacer y me apasiona», aseguró en una entrevista con el diario Río Negro.
Franco «Fati» Núñez se sumó al emprendimiento hace cinco años y hoy es su empleado más antiguo. Por entonces, el taller estaba en la casa de Fonseca, en un espacio sin techo y con un piso de tierra.
Ahora, el «jefe» tienen un local más amplio y está ubicada en pleno centro de la localidad de Centenario -se fundó el 11 de octubre de 1924, previamente se denominó Colonia Sayhueque y está ubicada en el departamento Confluencia- y Franco se convirtió en su empleado de confianza.
Cuando éste le comentó a Fonseca que estaba en planes de comprarse un auto, decidió acompañarlo a ver algunas propuestas. Entre ellas estaba un Renault 12 «muy podrido, al que no le andaba el motor, y yo le dije que no gaste plata en eso», según expresó.
Luego de varios intentos, Franco se desilusionó un tanto y decidió colocar los pocos pesos que tenía en la compra de materiales para su casa. Así, el sueño del auto propio pasaba a un segundo plano.
Un auto para Franco
Sin embargo, el dueño de la vidriería no se quedó quieto. Sabía que su empleado estaba necesitando un vehículo y recordó que diariamente recorría más de un kilómetro y medio a pie para llegar a la vidriería.
«Me puse en campaña para ver si encontraba algo y encontré un Duna que no había que hacerle nada mecánico y con todos los papeles al día, listo para la transferencia», contó en la entrevista. No dudó, adquirió el Fiat y allí se puso a armar la sorpresa para su empleado.
Lo citó para un lunes a la tarde bajo la consigna de comer unos sandwichitos y tomar algo. Cuando llegó el momento, Franco llegó a la vidriería y se encontró a FonseCa con las manos extendidas con las llaves de su auto nuevo en la mano.
«Yo fui empleado toda mi vida y dije ‘no voy a ser como fueron conmigo. Voy a ser un jefe diferente, más que un jefe; un líder’. Quiero que todos tiremos de la misma forma. Si yo progreso ellos tienen que progresar conmigo. Debe haber igualdad de oportunidades. Y él es un laburante y se lo merece«, remarcó Eduardo.