La historia de Marcelo Heimlich, médico misionero en Neuquén.
Contrajo Covid en sus vacaciones, su salud fue empeorando y estuvo 61 días en terapia intensiva. Pasó casi media hora muerto tras sufrir un paro cardiorrespiratorio, pero hoy puede contarlo
Mañana cumple 40 años y siente que volvió a nacer. Después de contagiarse de Covid-19, las complicaciones comenzaron a aparecer una detrás de otra y estuvo a punto de cruzar un umbral. Pero por alguna razón se salvó y hoy puede contar su historia.
Marcelo Heimlich es médico y se desempeña como jefe de Telecomunicaciones del Sistema Integrado de Emergencias de Neuquén (Sien). Nacido en Campo Viera, Misiones, hace seis años dejó su tierra natal en busca de nuevas oportunidades laborales. Como personal de la salud, desde el inicio de la pandemia se puso al frente de un virus desconocido con cierto temor, pero con la firmeza y vocación de ayudar a otros.
“Estuve 61 días en terapia. Contraje el Covid cuando me fui de vacaciones. Cuando volví a Neuquén empecé con dificultades respiratorias y dolor en el pecho. En el hospital me agarró una de las complicaciones del coronavirus que es tromboembolismo pulmonar”, comenzó relatando en diálogo con El Territorio.
Según explicó, se trata de una afección en la que una o más arterias en los pulmones quedan obstruidas por un coágulo sanguíneo. Era sólo el comienzo de una serie de complicaciones que lo dejaron durante 61 días internado en el Hospital Castro Rendón, de Neuquén, de donde salió el martes en una camilla, aunque todavía muy débil.
“Al tromboembolismo se sumó la neumonía por Covid, lo cual hizo que me tuvieran que entubar, conectar a un respirador. Estuve 23 días conectado al respirador, después de eso hice una infección urinaria grave e hice un shock séptico, que es una complicación por infección en múltiples órganos”, recordó.
A fines de febrero, Marcelo sufrió un paro cardiorrespiratorio y pasó casi media hora muerto. “Me reanimaron durante 27 minutos, me desfibrilaron siete veces y gracias a Dios estoy contando el cuento”, contó y agregó: “En ese momento, que mi esposa entró a verme, le dijeron que era cuestión de minutos”.
Sus compañeros de trabajo lo atendieron incansablemente día y noche y velaron por su salud y recuperación hasta el último momento sin bajar las brazos, aun cuando el panorama médico era poco alentador. Incluso iniciaron una campaña para juntar fondos y ayudar con la economía de su familia, ya que Marcelo cumplía horas extra para generar los ingresos necesarios para sostener a su familia y con su internación, esos aportes extra dejaron de llegar.
“A la doctora que me reanimó le dije ‘gracias por no haberme soltado y por haber persistido tanto tiempo reanimándome’, y ella me dijo que si hay algo que no haría es soltar a un compañero. La verdad que los chicos se portaron excelente, es una gran familia en el hospital, es admirable”, relató movilizado y con la voz al borde del quiebre.
Desde entonces comenzó un lento pero constante proceso de recuperación, que hoy derivó en el alta médica de ese nosocomio. Hoy se encuentra en un centro de rehabilitación para recuperar la movilidad de su brazo izquierdo y otras partes del cuerpo que fueron afectadas por tantos días de internación.
“Todavía no tengo el alta, salí del hospital y me trajeron acá. Tengo que aprender de nuevo todo, porque tengo atrofia muscular y complicaciones propias del Covid, recién me sacaron la traqueotomía, así que tengo que aprender a ingerir líquidos, a comer, a tomar agua”, detalló sobre el proceso que le espera en este último tramo.
“Nunca se rindan”
Marcelo es padre de dos hijos: Lautaro, de 15 años, y Mateo, de 10. Para ellos vivir sin su papá tantos días y sabiendo que quizás no sobreviviría, fue una situación difícil de digerir.
“Ellos en mi casa prácticamente no dormían, estaban todo el tiempo en vilo esperando que suene el teléfono para ver qué me pasaba a mí. Los vi recién cuando me sacaron de la ambulancia, fue muy emocionante”, recordó y rompió en llanto de emoción.
Según contó a este matutino, su carrera universitaria la cursó en Santo Tomé, Corrientes, y luego volvió a Misiones, donde se desempeñó durante muchos años como profesional. “Hace seis años me fui de Misiones. Trabajé en Oberá en la Clínica Derna, en Alem y en varios otros puntos de la provincia y después, por mejores condiciones laborales, me vine a Neuquén”, contó.
En tanto, Lida, su esposa, es correntina, tiene 36 años y en diciembre se recibió de abogada. Además de sus colegas y amigos que lo ayudaron en todo momento, fue ella quien no se despegó de su lado y le dio las fuerzas necesarias en los días más difíciles.
Aunque todavía no pudieron reunirse los cuatro juntos en casa con sus dos hijos, hoy Lida siente el alivio de visitarlo en un centro de rehabilitación, en lugar de la sala de terapia intensiva.
Con su historia, Marcelo se convirtió en una motivación para sus pacientes y para todo aquel que atraviesa la enfermedad o acompaña a algún familiar con coronavirus. A pesar de ser joven y sano, le tocó vivir una experiencia cercana a la muerte a causa del virus, pero que hoy le significa un renacer. “Nunca se rindan y sepan que donde termina la medicina comienza Dios. A mí cuando la medicina me dijo ‘basta’, Dios me dio otra oportunidad”, cerró.
Ahora deberá pasar al menos un mes más en el centro de rehabilitación donde se encuentra y allí pasará su cumpleaños número 40, pero convencido de que hoy tiene más de un motivo para sonreír y ponerse de pie: salud, amigos y familia.
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