Tras treinta años de trabajo, María Guillermina Zerda se jubiló y salió a las calles a celebrarlo como una recién egresada. Su historia y este nuevo comienzo: “Ya no me levanto más a las cinco, ni loca”.
Es viernes por la noche y en el centro tucumano ya se respira la atmosfera del fin de semana que recién comienza cuando irrumpe la camioneta a los bocinazos y con las balizas encendidas por la 25 de Mayo. Un auto la sigue de cerca imitando el gesto festivo. La escena es por todos conocida: la algarabía de los recién recibidos que salen a compartir su algarabía por las calles de la ciudad; una caravana que suele arrancar en la Chacapiedras y que sigue por el centro.
Harina, huevos, pintura, cartel, música, gritos y ropas rasgadas. Y no es para menos, el ritual marca la coronación de un logro que demandó mucho tiempo y esfuerzo. Se celebra y fuerte. Pero esta vez es distinto. Quien festeja en la caja de la camioneta rodeada de familiares y amigos, no es ni una joven recién egresada. La pancarta que carga desconcierta a los espectadores circunstanciales porque ahí se lee: “Soy jubilada”. María Guillermina Zerda tiene 57 años y a los últimos treinta los vivió como docente y directora de instituciones educativas. Su carrera profesional ha llegado al fin y ella está rebosante de alegría: “Cuando me he recibido no teníamos eso, no se estilaba hacer caravana, y quería darme el gusto. Mis hijas me decían que iba a ser un meme, pero me pareció algo increíble”.
A las cinco de la mañana todavía el día es pura noche, pero María Guillermina ya está de pie para encarar su jornada de trabajo. Desayuna algo rápido y sale raudamente de su casa en Villa 9 de Julio hasta la terminal de ómnibus para subirse al TESA que parte a las 5.50 rumbo a Aguilares. Una vez en Aguilares, toma un auto rural que la lleva hasta la localidad de Santa Ana. Desde ahí, de nuevo en colectivo, hasta la Colonia 16 donde está la Escuela 264 de la que ella es directora. Después de hacer el mismo viaje, pero en sentido inverso, estará de nuevo en su casa recién a las 19.30.
Así era la rutina de María de lunes a viernes hasta el pasado 30 de septiembre cuando culminó su trámite de jubilación. En estos momentos su vida es otra, cuando se levanta, el sol ilumina el comienzo de sus días. “Ahora me levanto a las 9.30, ya no me levanto más a las cinco, ni loca… Es algo hermoso”, confiesa entre risas.
“Era una tarea que ya era tiempo de dejarla y la dejo bien, como yo quería. No la extraño porque nadie me obligó a dejar. La veo como una etapa concluida. Se la recuerda, pero no se la extraña. Lo más importante que me deja la docencia son los aprendizajes de los niños y cómo ellos necesitan de nosotros, los docentes. Un logro de ellos, por pequeñito que sea, a nosotros nos satisface muchísimo… Eso es lo más importante”, reflexiona la docente que arrancó su carrera profesional a los 20 años como maestra jardinera en una escuela de la localidad de Romera Pozo.
Después estudió para ser maestra de grado y pasó por instituciones como las escuelas Federico Helguera de capital y Laureano Maradona en Nueva Baviera, entre muchas otras. Hasta ejerció como docente en Ushuaia donde vivió varios meses junto a su familia. En los últimos años de profesión fue directora, en una escuela de Burruyacú primero y, después, en Santa Ana. Tres décadas dedicadas a la educación, toda una vida.
Para María la llegada de su jubilación fue motivo de gran alegría y celebración. Pero no lo piensa como un final, sino como un nuevo comienzo. Por eso su decisión de hacer la caravana, como si acabara de recibirse para encarar su carrera y hacerse camino al andar: “Me parece algo muy lindo jubilarme. No de un final, sino como una nueva etapa que comienza… La verdad que me encantó jubilarme, por eso dije: ‘vamos a hacer una caravana’.
Fuimos en la caja de la camioneta con mi hermana y una cuñada y me pareció genial que la gente se sacaba fotos, me aplaudía… estaba súper emocionada. Anduvimos por la 25 de Mayo y dimos una vuelta por la Plaza Independencia. Creía que la gente podía llegar a decir: ‘uh esta vieja está loca’. Pero no, nada que ver, la gente lo tomó con mucho respeto. Muchos se sorprendían.
No esperaba que sea así de lindo. Yo me recibí dos veces y nunca lo festejé, era maestra y listo, no se hizo fiesta ni nada. Al otro día estaba anotándome en la junta para conseguir trabajo, era algo que pasaba desapercibido. Ahora, con esto de que los chicos salen a festejar cuando se reciben, dije: ‘yo voy a hacer lo mismo’. Tenía ganas de festejar algo que antes no pude festejar”.
Lo que nunca esperó fue la increíble repercusión que tuvieron las imágenes donde se la veía festejando en las redes sociales. La publicación que hizo una de sus hijas en Twitter tuvo casi 68 mil me gusta y fue compartida casi dos mil veces: “Me causa todavía mucha impresión esto de las redes sociales que hacés algo y al rato ya es toda una telaraña que se genera y empieza a circular por todas partes. Por suerte, esta fue buena, con buena onda de la gente. Mis hijas me decían: ‘mamá, no puedo creer’ Estuvimos muy sorprendidas. Yo no tengo Twitter, tienen las chicas y la verdad que es algo tremendo”.
eltucumano