El fuego siempre estuvo presente a lo largo de la historia de la humanidad y el hombre aprendió a dominarlo, sin embargo, esto no siempre parece cierto. Año tras año, millones de hectáreas arden a lo largo del planeta quemando una cantidad enorme de combustible vegetal y generando amaneceres y atardeceres color naranja que delatan la presencia de humo en la atmosfera.
En este sentido, los incendios que asolan estos días las provincias de Corrientes y Misiones son una catástrofe sin precedentes que puede extenderse a otras regiones. Los pastizales, montes nativos y áreas forestadas de Corrientes almacenan la suficiente biomasa, o combustible, como para crear incendios de gran envergadura. Sin embargo, estos incendios son raros porque, generalmente, la vegetación no está lo suficientemente seca como para que se puedan producir estos “incendios gigantes”. Pero este año hemos vivido nuevos récords de sequias, así como de temperatura (que es particularmente importante para secar la hojarasca en la superficie y pastizales), lo que ha transformado estas zonas en altamente inflamables.
Además, a medida que avanza el cambio climático y los efectos en nuestra región de la corriente de La Niña, la atmósfera se vuelve más inestable. Esto favorece la generación de pirocúmulos, o nubes de humo, que pueden dar lugar a remolinos o pequeños tornados de fuego, como se ha registrado en los incendios de este año.
Los incendios forestales y de pastizales, también crean problemas importantes para la salud y pueden incluso desembocar en muertes neonatales, así como en adultos por problemas cardiorrespiratorios. Anualmente fallecen unas 339.000 personas por inhalación de humos derivados de los incendios en todo el mundo. Cabe destacar que, en ciudades como Corrientes, Santo Tomé, Virasoro o Posadas, podríamos encontrarnos con un leve aumento en los ingresos hospitalarios por problemas respiratorios o irritaciones oculares.
Los efectos de los incendios sobre la economía serán igualmente nocivos y se trasladarán a prácticamente todos los sectores productivos ya que el fuego arrasó con campos de ganado, de forestaciones, áreas de cultivo de arroz y yerba mate, sumado a algunos emprendimientos turísticos que han desaparecido literalmente, tal es el caso del Portal Galarza (una de las puertas de entrada a los Esteros del Iberá), incluso el sector de la aviación debe adaptarse a esta circunstancia, puesto que los radares que avisan de las tormentas no están preparados para captar las nubes de humo, pirocumulos, que se desarrollan como consecuencias de los incendios.
A nivel ecológico, las especies animales son particularmente vulnerables: carpinchos, yacarés, pumas, ñandúes, monos, aguará guazú y tantos otros sumados al ganado vacuno y equino de la zona que intentan escapar del fuego.
En la provincia de Corrientes, en la Tierra del Taraguí, se perdieron hasta el momento 785 mil hectáreas por causa de los incendios, con un impacto socio ambiental y económico sin precedentes para el nordeste argentino,
Pueden las naciones y en particular las emergentes y subdesarrolladas asumir las crecientes pérdidas y daños que producen los desastres naturales/humanos cada vez mas frecuentes y de mayor magnitud?
En la argentina a quedado demostrada la ineficiencia de los funcionarios, la falta de previsibilidad, de inversión en equipamientos para mitigar en este caso los incendios, la ausencia del Estado o respuesta tardía por parte del mismo, y por supuesto la inexistencia de un Plan de Gestión de Riesgo ante catástrofes.
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