El deporte ruso afronta su caída del mapa mundial de las competencias como consecuencia de la invasión militar en Ucrania, que originaron sanciones en distintos ámbitos deportivos, entre ellas la exclusión del Mundial Qatar 2022.
La reciente decisión de la FIFA y la UEFA, con la suspensión de todos los equipos rusos en sus competiciones, con apoyo del Comité Olímpico Interncional (COI), puso en relieve la magnitud del aislamiento ruso en el deporte.
En este sentido, tanto la UEFA como la FIFA hicieron una excepción porque en el primer día del conflicto adelantaron que sus reglamentos no contemplaban la exclusión de una federación y/o equipo por razones de «conflicto bélico».
Desde el jueves 24 de febrero proliferan las manifestaciones de repudio entre miembros de la comunidad deportiva y las resoluciones contra Rusia no tardaron en aparecer.
Un día después del inicio de la guerra, la UEFA decidió quitarle la final de la Liga de Campeones de Europa, programada para el 28 de mayo en San Petersburgo, y mudó la sede a París. El accionar del ente europeo prosiguió hoy con la separación de Spartak Moscú de la Liga de Europa, único club ruso en competiciones europeas, que debía jugar los octavos de final ante Leipzig.
El titular de la FIFA, Gianni Infantino, se mostró «preocupado» por la escalada militar y dio comienzo a un diálogo con la resolutiva UEFA para suspender al seleccionado ruso de las competiciones internacionales, Qatar 2022 incluido. La Federación Francesa de Fútbol (FFF), por caso, fue una de las primeras en pronunciarse a favor de la exclusión.
En su primera tanda de sanciones, la FIFA impuso a Rusia jugar bajo el nombre de «Federación Rusa de Fútbol», sin bandera ni himno y con partidos en estadios neutrales, en todas las competencias internacionales previstas. Una medida similar a la impuesta por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Rusia no jugará la Eurocopa femenina en Inglaterra y tampoco estará en la primera instancia del repechaje a Qatar 2022 del próximo 24 de marzo ante Polonia, país que rechazó el compromiso desde el inicio de la guerra, aún en territorio neutral. La respuesta enviada desde Varsovia tuvo réplica en otras federaciones como las de Suecia y República Checa, posibles rivales en la final.
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