A 46 años del inicio de la dictadura militar, este jueves se conmemora el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en motivo de recordar el comienzo de los 7 años de terror en Argentina. En Misiones la represión se concentró en el Movimiento Agrario y el 50% de la primera comisión directiva del MAM fue víctima de la dictadura.
Fue un 28 de agosto de 1971 que los colonos deciden dar un paso trascendental en la organización por las reivindicaciones del sector: crean un gremio, y lo denominan Movimiento Agrario de Misiones (MAM). Pero la lucha en libertad para estos colonos y sus dirigentes duró poco. En 1976 comenzó la dictadura y con ella, todos los referentes del MAM fueron perseguidos, secuestrados, torturados y algunos de ellos perdieron la vida, entre ellos Pedro Peczak.
Los primeros miembros de la Comisión Coordinadora Central fundada en el 1917, fueron Anselmo Hippler, Antonio Hartman, Juan Carlos Berent, Luis Bilinski, Marino Loch, Orestes Pedro Peczak, Bonifacio Flores, Clara Polachinski, Caldino Krain y Eugenio Kasalaba.
“El MAM, se formalizó en la década del 70´ dentro de un contexto histórico que está muy relacionado a la promoción humana y en ese marco surgieron muchos procesos en donde Misiones no estuvo exenta. El movimiento surge a partir de un trabajo que venía haciendo la Juventud Rural Cristiana y desde ese compromiso que tenían, se decide crear un gremio que defienda a los productores agropecuarios que hasta ese momento eran los únicos que no tenían gremio. Nace en 1971 pero tuvo muy poco tiempo de acción en libertad por la llegada de la dictadura que llegó a todos los rincones de la provincia”, contó Salvador Torres, quien actualmente es Secretario General del MAM.
La constitución del MAM responde a varios factores: la situación económica social de injusticia que afecta a las familias agrarias, en especial a las de los pequeños y medianos productores; la falta de una organización de base que les permita constituir por medio de la unidad, un factor de influencia ante los sectores de decisión para conseguir soluciones de fondo a sus problemas; el gran éxodo de la juventud agraria de Misiones.
La organización se fortaleció hasta 1976, que con la dictadura militar la organización fue prohibida. Pedro Peczak, era secretario general del MAM y luego de estar preso por varios meses, fue asesinado. Decenas de integrantes de la organización sufrieron detenciones, torturas y desapariciones.
“Existía un espíritu de lucha en común, de conjunto, de que tenían que salir adelante entre todos. Se consiguieron muchas cosas, pero todo terminó con la dictadura donde empieza el proceso de persecución a los dirigentes, la prohibición de la organización, que fue muy fuerte. Sabemos lo que pasó con Pedro Peczak y con muchos otros dirigentes que sufrieron cárcel, exilio y hay mucha gente a partir de la tortura fallecieron”, contó Torres.
El MAM tuvo un gran protagonismo en la década del ’70 y su fin comenzó en marzo de 1976 con el Golpe de Estado. Sin embargo, fue el único movimiento agrario regional que persistió y se reinventó ya en democracia hasta la actualidad.
“Hoy reivindicamos el nombre de los compañeros que lucharon por un mundo mejor, no luchaban sólo por el precio del té o del tabaco, querían un mundo mejor y ese era el ideal que tenían los compañeros. La lucha de los compañeros en el 70 sigue siendo una luz para la provincia, como organización tenemos un reconocimiento a nivel nacional y esa fortaleza que tuvieron hizo que las generaciones que están sostengan esa visión y creo que la fortaleza de ellos hace que cada uno de los dirigentes que estamos, mantengamos esa línea de lucha a favor del productor”, expresó Salvador Torres.
Pedro Peczak, el dirigente del MAM que sostuvo sus ideales hasta el final
Campesino y descendiente de ucranianos, fue dirigente y secretario del Movimiento Agrario Misionero (MAM) y ex candidato a gobernador por el Partido Peronista Auténtico (PPA) en las elecciones de Misiones de 1975. Era un líder indiscutido de los productores, de los colonos, con una lealtad y una fuerza impresionante y un carisma muy particular que le daba una facilidad enorme para comunicarse con la gente.
“Pedro era el más activo de mis hermanos, siempre tenía inquietudes. Trabajó un tiempo en Buenos Aires, pero cuando llegaba a Misiones, veía a su madre viuda en la miseria y se preguntaba qué pasaba que cosechamos tanto té, se vendía en el almacén y nosotros no teníamos nada”, recuerda su hermana Ana Peczak.
Pedro empezó a interesarse por la situación de los colonos y productores, buscando mejorar la condición de vida y por eso inició su camino en la organización del Movimiento Agrario de Misiones. Manejaba varios idiomas lo que facilitaba el contacto con los productores para poder conocer sus necesidades.
“Eran días de lucha terribles porque venían a discutirle que si no aumentaban el precio de las cosechas la culpa la tenía él, y era una mezcla de alemanes, suizos, ucranianos, porque todos estaban en el Movimiento Agrario. Le decían a Pedro que se saque su barba porque en el movimiento no podía haber alguien parecido a Fidel Castro”, ríe Ana al recordar una de las tantas visitas de los colonos a la chacra de la familia en Los Helechos.
Con el paso de los años Peczak se convertiría en el líder más querido y respetado del MAM. Con su carisma y convicción de que su lucha era justa, les daba a los productores la sensación de que todo era posible. Apenas unos días después de su fundación, el MAM protagonizó su primera manifestación, el 8 de septiembre de 1971 en Oberá.
Más de 4000 productores y colonos se reunieron para que se fijen precios mínimos para el té verde, almidón, tung y demás cultivos; que se declare zona de emergencia a la provincia de Misiones; que se prohíba toda importación de aquellos productos, siempre y cuando la producción nacional alcance a satisfacer la demanda interna; que se cancelen las retenciones a las exportaciones de té y tung, que se entreguen títulos a los ocupantes de la tierras fiscales; que se ponga en marcha un amplio plan de colonización entregando tierras a los que no tienen; que se haga una planificación de la producción; y que se entreguen créditos a largo y corto plazo.
Las luchas fueron escuchadas y se consiguieron los primeros logros. Pero en Buenos Aires el terror y el miedo empezaba a tomar forma.
“Los descendientes de ucranianos tenemos presagios, un presentimiento. Y cuando se organizó la primera concentración en Oberá, escuché por la radio LT 13 al Monseñor Kemerer diciendo que había diez mil personas y me dio un escalofrío por todo el cuerpo y lloré mucho. La manifestación estaba siendo un éxito, pero me la veía venir. Al poquito tiempo Pedro entra como secretario general del MAM y ahí no paramos la lucha con toda la familia y fue muy lindo porque las mujeres empezamos a tener un poco de importancia, pudimos estar en el diario Amanecer Agrario y empezaba un nuevo camino para la mujer agricultura”, recuerda Ana.
Amanecer Agrario tuvo su primer número en junio de 1972 con una impresión de 8000 ejemplares. Además de registrar las luchas y actividades del MAM, el periódico publicaba documentos y columnas entre las que se destacaba “La Mujer Rural Misionera tiene la palabra”.
“Fue un camino que cambió desde ese momento. Las mujeres del campo empezaron a hablar, a animarse a salir de compras porque antes lo hacía todo el hombre y era terrible la vida de las mujeres agricultoras, éramos muy marginadas y muy sufridas”, cuenta la hermana de Pedro, que junto a esas mismas mujeres años después iniciaron la búsqueda desesperada de sus familiares.
El miedo no existía en Pedro Peczak
En Los Helechos, Pedro fue una gran persona y que por sus ideales entregó su vida. El miedo a la dictadura militar que se estaba suscitando en otras partes del país no lo detuvo, ni siquiera cuando fue torturado, intentando quebrar su fuerte convicción en los derechos de los productores agrarios.
“Muchas veces le dijimos que lo que estaba pasando era peligroso, pero él nos dijo “nadie muere un minuto antes ni un minuto después de lo que tiene que morir”, eso nos decía siempre. La cosa se estaba poniendo difícil y el miedo, la angustia, la incertidumbre estaba presentes, porque ya escuchábamos lo que estaba pasando en otros lugares. Pedro siguió y según cuenta un soldado en los juicios, él se estaba muriendo y estaba seguro que lo que hacía era justo”, contó Ana.
Luego del golpe militar, Pedro optó por resistir, organizar a los colonos desde la clandestinidad y no aceptó irse a Brasil, sino que prefirió quedarse junto a su gente. Fue secuestrado el 23 de noviembre de 1977 en Panambí, localidad limítrofe con Brasil y luego asesinado por la dictadura militar el 17 de diciembre del mismo año.
“De Pedro no sabíamos nada hacía meses, y después no esteramos que se estaba escondiendo en el monte, pero nosotros no lo veíamos. Hasta que un día apareció en la chacra, pero yo no lo vi, busco a mamá y se despidió de ella y al poquito tiempo lo agarraron. Teníamos la esperanza de volver a verlo, jamás pensamos que lo iban a matar, fue terrible para nosotros”, dijo angustiada y recordando a su hermano.
La última reunión de la familia Peczak
Ana Peczak sufrió la pérdida de sus hermanos Pedro, Enrique, Juan Bladimiro, de su esposo Sergio Sobol y de su cuñado Titus Esteban, todos detenidos durante la dictadura. Pero también de vecinos, conocidos y amigos, que durante años compartieron luchas, momentos difíciles, y también felices.
Uno de esos momentos de reunión que dejaron recuerdos de alegría y festejo, fue el casamiento de Pedro con Matilde Zurakoski, el 24 de enero de 1976. Fue quizás la última reunión entre la familia Pezcak y sus compañeros de militancia de las Ligas Agrarias Misioneras. La celebración religiosa de la pareja fue en la parroquia de la Inmaculada Concepción de Oberá. El festejo del casamiento ucraniano se realizó en la casa de la novia, hija de Eduardo Zurakoski, delegado de las Ligas Agrarias Misioneras (LAM) en Panambí.
“Preparamos el casamiento, lo ayudaron mucho. Hubo como 500 personas, y cuando se fueron a la boda a Oberá se llevaron a mi nena de 4 años porque ella tenía los anillos y cuando salen todos los autos quedaron en llantas porque les tiraron miguelitos, lo castigaron por los paros. Así que tardaron como tres horas para volver de Oberá todos y mi nena se portó y estuvo con los novios”, contó Ana entre risas de la anécdota que dejó uno de los últimos momentos felices de la familia.
Pero la carcajada de Ana se esfumó en segundos, al recordar que meses después su hermano y toda su familia empezaba a ser perseguida por los militares. “No sé cuánto de asado hicieron, hicimos como una semana de alfajorcitos y masitas caseras, era un casamiento muy popular y fue muy lindo ese momento. Yo estaba embarazada de mi otra hija y cuando ella cumplió los 5 meses, se vino el golpe y se llevaron a toda la familia”, dijo.
Después del casamiento los recién casados viajaron a las Cataratas de Iguazú y visitaron al sacerdote José Czerepack, párroco de Montecarlo, quien era amigo de Pedro y asesor del Movimiento Agrario Misionero (MAM) y las LAM. Al regresar del viaje, Pedro se instaló en la casa de su hermano Juan Peczak en Jardín América. Su familia creía que la idea era empezar a trabajar en la chacra que tenía Pedro, pero tan solo un mes después el terror llegó y debió esconderse para no ser encontrado por los militares.
La noche de terror que destruyó a la familia Peczak
Era el día de la madre del año 1976 y Ana iba a visitar a su mamá con una torta, acompañada por su esposo Sergio Sobol y sus dos hijas. El golpe militar ya llevaba meses en Argentina y en Misiones las historias de desaparecidos cada día se escuchaban más fuerte. Ana sabía que algo podía pasar, como ese presagio que tuvo cuando escucho a Pedro dirigir el MAM.
“Un día no avisaron que se llevaron a mi hermano Enrique y a Pedro no lo veíamos hacía tiempo. Era el día de la madre y yo estaba yendo a la casa de mi mamá con una torta para festejar, y cuando estábamos llegando vimos un móvil policial, nos llevaron a la comisaría y estuvimos unas horas hasta que llegaron los militares, nos llevaron a la Gendarmería de Oberá y desde ahí no lo vi más a mi esposo. Le preguntaban a mi hija si sabía dónde estaba su tío Pedro y ella les dijo “yo le quiero al tío”. No sé qué pasó, pero decidieron traernos a la casa y en medio de la madrugada fui a buscar a mi mamá y ahí empezó todo”, recuerda.
Todos los hombres de la familia Peczak habían sido detenidos, y Ana junto a su madre y a sus pequeñas hijas, mantenían los trabajamos en la chacra, mientras con sus vecinas que también estaban solas, se organizaban para buscar información y para saber el paradero de los desaparecidos.
Las mujeres, madres y abuelas, tomaron un rol fundamental en la búsqueda de la verdad, y fueron ellas mismas quienes años después iniciaron los juicios para obtener respuestas sobre la muerte y desaparición de sus familias. “Caminamos tanto por el regimiento, nos gritaban, nos decían de todo, nos sacaban a los empujones cuando íbamos a preguntar por ellos. No supimos nada por años”, contó.
“Sin saber si estaban en la cárcel de Candelaria, nosotras nos juntábamos los días lunes para recaudar unos pesos y llevarles ropa o comida. Era una procesión de mujeres de Campo Viera, Aristóbulo del Valle, San Vicente, Los Helechos, nos tomábamos un colectivo que era Oberá-Posadas, y no sé por qué, pero los choferes paraban en Candelaria para que nos bajemos ahí. Caminabamos un kilómetro y éramos todas mujeres, hombres no había, y todas estábamos buscando a nuestra familia. Llegábamos y nos daban un papelito de depósito de plata y nosotras ya estábamos felices y les pedíamos que les manden saludos y nunca llegaron, pero nosotras pensábamos que estábamos un poco más cerca de ellos”, recordó.
Fueron 7 años de lucha e incertidumbre sobre el paradero de su familia, hasta que la dictadura empezó a perder fuerza y poco a poco pudieron tener un poco más de información. “Cuando mataron a Pedro nos decían que esperemos que cada día iban a traer un cadáver, entonces teníamos tanto miedo y corríamos todas las mujeres a Candelaria. Cuando vino la Cruz Roja internacional los anoto a todos y ahí estábamos un poco más tranquilas, si no estábamos desesperadas”.
Pedro fue torturado y fusilado el 17 de diciembre de 1977. Cuando sus familiares recuperaron su cuerpo el dolor fue inmenso, pero aún había hermanos que estaban presos y que no vieron la libertad hasta terminada la dictadura.
“Muchos años pasaron y todavía no volvimos a la normalidad porque todo lo que se dijo e hizo fue siempre muy difícil. Cuando salió Enrique a los 8 años de estar preso, fue muy importante la ayuda del gobernador Barrios Arrechea, que los mostró a todos los presos de misiones y les dio su apoyo. Pero mi hermano tenía mucho miedo de salir a la sociedad y fue muy duro pero la familia lo acompañó para que él empiece a sentirse más seguro porque la gente juzga mucho. Enrique fue uno de los primeros en Misiones que tomó la iniciativa, fuimos los dos a declarar a Posadas y cuando nos escucharon se sintieron muy mal por las cosas que contamos. Nadie quería hablar porque tenían miedo, después ya empezaron los juicios públicos y toda la gente pudo declarar y siempre tratamos de convencer a la gente que no quería hablar. Fue un camino difícil”.
Hoy Ana sigue viviendo en Los Helechos, su madre y su hermano Enrique murieron hace años, pero pudieron disfrutarse después de la dictadura. Las heridas para la familia Peczak nunca cerraron y el recuerdo de todo lo vivido permanece en las nuevas generaciones, que saben de la lucha de sus tíos, quienes estaban dispuestos a entregar sus vidas para que los productores agrarios de Misiones reciban lo que les correspondía por su trabajo.
Fuente, misionesonline
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