Los rusos están sintiendo el efecto de las sanciones que llevaron a varias empresas occidentales a abandonar el país. Las autoridades niegan el desabastecimiento y responsabilizan a los que compran para aprovisionarse
Las filas para comprar azúcar en Sarátov, una ciudad de 140.000 habitantes al sureste de Moscú, hacen difícil no pensar en la época soviética. El desabastecimiento de productos básicos rusos reavivó los temores de que la agresión del Kremlin contra Ucrania traiga de vuelta la escasez y las colas interminables de otros tiempos.
Las bolsas de azúcar y de trigo sarraceno empezaron a desaparecer de los mercados locales de Sarátov a principios de marzo, apenas una semana después de que Rusia invadiera Ucrania. Cuando el ayuntamiento anunció la semana pasada que organizaría mercados especiales para el abastecimiento de productos básicos, cientos de personas se presentaron.
“La gente comparte consejos sobre dónde conseguir azúcar, esto es una locura”, dice Viktor Nazarov. Su abuela le pidió el fin de semana pasado que acudiera al mercado especial para hacer la compra. “Es triste y casi chistoso, parece que hace un mes todo estaba bien y ahora volvemos a hablar de los años 90, a comprar productos porque tenemos miedo de que desaparezcan”. Tras esperar una hora y media en la plaza principal, a Viktor le vendieron el máximo de una bolsa de cinco kilos de azúcar.
Mientras las autoridades sostienen que la escasez es una crisis artificial, en las redes sociales se comparten videos con peleas por el azúcar en mercados de otras ciudades. “Lo que está ocurriendo hoy con el azúcar tiene como objetivo crear un ambiente de pánico en la sociedad”, dijo el martes el gobernador de la región rusa de Omsk, que afronta desabastecimientos similares.
La escasez repentina es la primera muestra de lo que va a ser un año difícil para Rusia, con una enorme contracción económica, altos niveles de inflación y un aislamiento del mundo inédito para una economía globalizada.
“Creo que estamos volviendo a una Unión Soviética”, dice Elina Ribakova, economista del Instituto de Finanzas Internacionales. En su opinión, lo más probable es que el Gobierno ruso siga cerrándose a la economía mundial en medio de la ola de sanciones. “A menos que haya un cambio de gobierno, no veo esto como una conmoción temporal, y que luego volvamos a la democracia liberal y a la reintegración en el mundo”.
Subida de precios
En paralelo al avance de las tropas rusas sobre Ucrania, las tiendas de algunas grandes ciudades rusas fueron comunicando la escasez de artículos esenciales como los tampones. Los precios de productos importados, como la ropa, los dentífricos o el detergente también se dispararon con la devaluación del rublo.
El Gobierno responsabiliza al pánico y a los especuladores por la subida en el precio de productos básicos y asegura que la oferta es más que suficiente para satisfacer a la demanda. “Igual que en 2020, quiero tranquilizar a nuestros ciudadanos hoy. Nos abastecemos totalmente de azúcar y de trigo, no hay necesidad de entrar en pánico y comprar estos productos, hay suficiente para todos”, dijo durante un discurso la viceprimera ministra de Rusia, Viktoria Abramchenko.
Lo más preocupante es que en las estanterías de las farmacias empezaron a desaparecer medicamentos como la insulina. Algunos sondeos indican que los médicos afrontan la falta de más de 80 medicamentos en las farmacias, entre ellos la insulina y un popular antiinflamatorio infantil. Una vez más, las autoridades rusas responsabilizan a los compradores que se aprovisionan por miedo. La mayoría de las farmacéuticas occidentales, según las autoridades, comunicaron que no limitarán el envío a Rusia de medicamentos esenciales.
Según Ribakova, se espera que la inflación se dispare hasta el 20% este año en el que la economía rusa va a contraerse. Para los rusos de a pie, dice, significará “pobreza, pobreza y desesperación”. “La gente ya estaba suficientemente ocupada sobreviviendo”, dice. “Conseguir los medicamentos básicos, los alimentos esenciales, vivir con las pensiones mínimas… La gente llega muy justa a esta crisis. No tienen ahorros, apenas sobrevivían antes y ahora pasarán días haciendo colas y sin atención sanitaria ni medicamentos básicos”.
Según Natalia Zubarevich, experta en economía regional de Rusia, el motivo principal de la reciente escasez no es sólo el daño que provocan las sanciones sino la incapacidad de las cadenas de suministro y la indecisión a la hora de hacer grandes compras en un escenario de alta volatilidad para el rublo.
“Aparentemente, los instintos del pueblo soviético-ruso no han cambiado”, explicó Zubarevich durante un reciente programa de radio al recordar que el azúcar es, y fue antes de los 90, un típico artículo de compra para tiempos económicos inciertos.
Los despidos como consecuencia
Miles de empleados se vieron afectados por la decisión de grandes empresas extranjeras como Ikea y McDonald’s de abandonar temporalmente el mercado ruso. Otros empleadores y fábricas locales también comenzaron a detener la producción. AvtoVAZ, uno de los principales fabricantes de automóviles de Rusia, se vio obligado a detener la producción de ciertas líneas de vehículos a principios de este mes.
Las autoridades del aeropuerto Sheremetyevo de Moscú, el mayor del país, dijeron este lunes que tendrían que despedir a una quinta parte de su personal y suspender nuevas contrataciones por la ralentización del tráfico de pasajeros que produjeron las sanciones.
A largo plazo, sectores enteros de la economía rusa podrían estar en peligro. La falta de acceso a los componentes occidentales puede afectar a todo: desde el transporte aéreo hasta la producción de bienes de consumo.
Según Maria Shagina, del Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales y de la Red Internacional de Sanciones de Ginebra, “se sacrificó el crecimiento económico en aras de esta economía de guerra”. En su opinión, los riesgos adicionales y la volatilidad de Rusia a partir de ahora harán que muchas empresas prefieran no volver al mercado.
El reciente éxodo de los rusos más jóvenes y brillantes también pone en duda la posibilidad de generar alternativas rusas a los productos occidentales. “Es posible que dentro de un par de años haya alternativas rusas para productos que irán desde Microsoft hasta los tampones, pero les llevará su tiempo llegar a producirse”, dice Ribakova. “Y la cuestión es quién las va a producir”.
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