En su alegato el fiscal había solicitado 15 años de cárcel por el delito de homicidio simple.
Luego de ocho jornadas de debate, minutos antes del mediodía de ayer se conoció el veredicto de los miembros del Tribunal Penal Uno de Posadas por el asesinato de Cristian “Chiripa” González, el adolescente de 17 años que fue ultimado a puñaladas el 22 de junio de 2018 en el barrio San Lorenzo de la capital provincial.
Si bien el único imputado que tenía la pesquisa, Eugenio “Bebe” Veiga (28), llegó a instancia de juicio oral acusado de homicidio simple, los magistrados entendieron que el hecho ventilado durante las distintas jornadas se encuadran en un crimen en exceso de legítima defensa y por ello lo condenaron a la pena de 4 años de prisión.
A partir de esta sentencia, y teniendo en cuenta que el encartado está tras las rejas desde el momento de sucedido el hecho, sólo restaría un breve lapso para purgar la pena que se le impuso durante la jornada de ayer.
Es por eso que tras escuchar el monto establecido, una vez finalizada la jornada, el acusado rezó por unos instantes antes de fundirse en un emotivo abrazo con sus padres, quienes siguieron muy consternados y entre lágrimas la última parte del juicio.
El fallo de los jueces Viviana Cukla -presidente-, Ángel de Jesús Cardozo y Juan Manuel Monte, en carácter de subrogante, se leyó por secretaría casi una hora después de culminar la etapa de alegatos y réplicas entre el representante del Ministerio Público Fiscal, Martín Rau, y la abogada particular del encartado, Miriam Dávalos.
En esa instancia fue Rau quien inició la ronda de conclusiones. En una exposición que duró cerca de cuarenta minutos, el fiscal expuso los distintos elementos que lo llevarían al final de su alocución a solicitar la pena de 15 años de cárcel para Veiga, a quien acusó por el delito de homicidio simple.
Entre ellos resaltó varios testimonios que -a su criterio- fueron claves y que, junto a las pruebas científicas recolectadas en la etapa de instrucción, descartaban la existencia de un acto de legítima defensa.
Una de los primeros puntos que quiso dejar en claro el fiscal fue en respuesta a la versión que dio Veiga, instantes antes de los alegatos y en el momento que le cedió el tribunal para dar unas últimas palabras, en donde intentó explicar al tribunal que el día del hecho fue salvajemente atacado a golpes de puño y patadas por el fallecido y su amigo Elio Cabral (ver Estoy arrepentido).
Para desacreditar lo expuesto por el acusado, Rau remarcó que por las características de las tres lesiones que se detectaron en la autopsia y que fueron confirmadas por el médico forense citado a declarar en el debate, Veiga no atacó desde el piso a sus vecinos.
Además remarcó que por las manchas de sangre que se hallaron en la escena del crimen se pudo advertir que la lesión que provocó la muerte del adolescente fue realizada con una fuerza desmedida con un cuchillo de 34 centímetros, tipo machete, que llevaba en ese momento el imputado.
Incluso, para ejemplificar la profundidad de la lesión punzocortante, mostró una hoja A4 que equivale al tamaño del arma que ingresó en el cuerpo de Chiripa.
“Iturreta, el genetista, analizó el cuchillo, las zapatillas y el pantalón del imputado. Las muestras analizadas se corresponden con el patrón genético de Cristian González. No fue una legítima defensa y sí un ataque. A toda la certeza que he aportado hay que sumarle una más. La mamá de Elio Cabral dijo que su hijo no salga porque el barrio estaba picado. La mamá de Elio salió a ver y ve un doble movimiento, uno hacia atrás, a traición y cuando se da vuelta, la estocada final. Si comparamos el doble movimiento, coincide con los resultados de la autopsia. Y después el segundo movimiento que lesiona la aorta y el pulmón”, expuso Rau en una parte de su alegato.
También descartó la versión del ataque por parte de Cabral y del fallecido al indicar que al ser consultado en el debate, el médico que atendió al imputado no detectó signos de golpes. Mucho menos la existencia de una supuesta golpiza.
A su vez, cuestionó la declaración hecha por tres integrantes de la familia Bogado, vecinos del barrio San Lorenzo que en distintas oportunidades declararon en el debate, aunque sus aportes fueron muy contradictorios al momento de ser consultados por una misma cuestión en particular.
Sobre esto señaló la distancia que los testigos estuvieron del hecho entre 1 y 3 metros, y cómo ninguno de estos pudo advertir el ataque de Veiga a tan corta distancia.
Es por ello que pidió a los magistrados que se remita una copia de las declaraciones de los tres integrantes de la familia Bogado para que se los investigue por falso testimonio.
“Los Bogado ven tres cosas distintas. Fabián, el padre, dice que ve al imputado y después no ve nada. ‘Yo no vi nada y estaba a tres metros’. ¿No pudo ver un cuchillo estando tan cerca? Su hijo nos dice una historia distinta, que estaba trabajando en el fondo, que escuchó un ruido. No se pusieron de acuerdo cómo mentirnos”, puntualizó.
Por último, atacó también otra hipótesis del encartado sobre la supuesta participación de otros dos jóvenes más que, junto a Cabral y González, habrían intentado sumarse a la golpiza, argumentando que ninguno de los testigos que declaró en el juicio habló de la existencia de estos dos nuevos atacantes.
Estrategia defensiva
Luego llegó el turno de exponer sus argumentos defensivos a la representante del imputado, Miriam Dávalos. Al principio de su alegato la letrada aclaró que tanto ella como su cliente reconocen el crimen, aunque sostuvo que su labor en el debate estaría centrada en contar cómo ocurrieron verdaderamente los hechos y bajo qué circunstancias.
Al respecto comentó que la agresión se da “bajo un hecho de emoción violenta y no en un homicidio con dolo. Acá no existió dolo porque Chiripa era amigo de mi defendido. Que ante las lesiones que sufrió por parte de Elio (Cabral) y después de Chiripa despertaron en él una reacción violenta, rápida, que trajo como consecuencia la infortunada víctima. Él se sintió atacado”.
Además sostuvo que la fiscalía no supo reunir los suficientes elementos para comprobar la intención del imputado de provocar el homicidio del adolescente y pidió a los magistrados que se tenga en cuenta el contexto en que se generó la agresión.
“Eugenio es una persona tranquila y trabajadora y me consta que trabaja con ese machete porque varias veces me vendió abono. La familia Veiga siente lo que sucedió con González. Eugenio no es un asesino”, remarcó Dávalos, quien además señaló que su defendido no estaba robando al momento del hecho y que tampoco estaba armado para concretar tales fines.
“La Policía dejó mucho que desear. Que mi defendido corrió por los techos es mentira, nunca fueron casa a casa a preguntar a los vecinos. Se sostuvieron todas estas hipótesis del homicidio por este testigo de dudoso relato. Tanto Elio Cabral como el occiso lo llevaron a ese estado de su personalidad que lo llevaron a un estado violento de poca duración”, añadió la abogada, instantes antes de solicitar a los magistrados que tengan en cuenta que su cliente actuó bajo la figura de emoción violenta.
“Nada de lo que se dijo en contra de mi hijo era verdad”