Después de días desaparecidas, las hermanas Kalu, Mamta Meena y Kamlesh fueron halladas sin vida en un pozo en India. Casadas con tres hermanos, su muerte refleja la violencia relacionada con la dote matrimonial, una práctica ilegal pero arraigada.
Antes de morir, las víctimas dejaron un mensaje culpando a la familia de sus esposos, con la que mantenían una disputa sobre las altas sumas de dinero que muchos padres indios a menudo pagan para casar a sus hijas.
Kalu (27 años), Mamta (22) y Kamlesh (20) fueron encontradas el mes pasado en Dudu, una aldea en la región de Rajastán (oeste), donde vivían en la misma casa, víctimas constantes de abusos por parte de sus maridos y parientes, asegura su familia.
Sus cuerpos no estaban solos. También descansaban inertes los dos hijos de Kalu, un niño de cuatro años y un bebé de cuatro semanas. Y las otras dos hermanas estaban embarazadas.
Poco antes de morir, la más joven, Kamlesh, envió un mensaje de WhatsApp acusatorio: «Nuestra familia política está detrás de nuestras cinco muertes».
«No queremos morir pero la muerte es mejor que el abuso (…) Vamos a morir juntas porque es mejor que morir cada día», añadía el texto.
Cuatro días después de encontrarlas, su padre, Sardar Meena, su esposa, su hijo mayor y sus otras tres hijas lloran bajo retratos de las difuntas, colocados en las escaleras de la humilde casa familiar en Chhapya, una aldea cercana a Dudu.
La policía trata la investigación como un suicidio hasta que lleguen las autopsias, dijo a AFP un oficial de la ciudad cercana de Jaipur. Pero Meena acusa a sus yernos de maltrato y acoso moral desde hace años.
Práctica ilegal, pero arraigada
Kalu fue hospitalizada en abril tras ser apalizada por su esposo y su familia.
«Mis hijas sufrían violencia y venían aquí. Pero, pese a la violencia, decían que tenían que volver al domicilio conyugal y regresaban con sus maridos», explica el padre.
Como el divorcio está considerado una infamia en gran parte de India, Meena las dejaba marchar y salvar así el honor de su familia.
«Estaban tan maltratadas», coincide Sonu, hermana de las difuntas.
Según el padre, uno de los principales reproches de su familia política era la pobre dote que él había pagado. «Esos que exigen una dote no son buena gente (…) No es humano», señala.
La práctica de la dote está prohibida desde hace más de 60 años por ley en India, pero esta costumbre está profundamente arraigada y sigue estando muy vigente.
Televisores, un frigorífico, muebles… «Les hemos dado ya tantas cosas», asegura el padre. «Soy padre de seis hijas, hay límites en lo que puedo hacer», añade.
«Las doté con una educación, que ya es difícil», dice enseñando orgulloso sus carnés universitarios, luego inútiles para las jóvenes porque sus maridos les prohibieron seguir estudiando y trabajar.
Tras los hechos, la policía detuvo a los esposos, la suegra y la cuñada de las víctimas por acoso relativo a la dote y violencia conyugal.
Casi 7.000 asesinatos en 2020
No son casos singulares. La prensa local informa a menudo de violencias conyugales y disputas por la dote.
El año pasado, un hombre del estado meridional de Kerala fue condenado a cadena perpetua por matar a su mujer con un mordisco de cobra para hacerse con sus bienes tras haber obtenido ya un vehículo nuevo y más de 6.000 dólares.
La semana pasada, un tribunal de la misma región condenó a diez años de prisión a un hombre por empujar a su esposa al suicidio acosándola también por la dote.
Los datos de la oficina nacional de archivos criminales indican que casi 7.000 mujeres fueron asesinadas y 1.700 se suicidaron en 2020 por esta cuestión.
Un estudio nacional de la salud familiar indicó que un 30% de mujeres casadas han sido víctimas de violencia física o sexual en el matrimonio. Y los activistas feministas estiman que esto solo es la punta del iceberg.
«Cada hora, de 30 a 40 mujeres son víctimas de violencia conyugal», declara a AFP Kavita Srivastava, de la oenegé de defensa de derechos humanos PUCL, señalando que estos datos se basan en las denuncias presentadas ante la policía.
Para ella, el problema fundamental es la indiferencia social ante la violencia conyugal en India: «tanta resignación es muy preocupante».
«Si una sola mujer debe suicidarse porque su vida matrimonial es el fin del camino, creo que el Estado indio ha fallado a estas mujeres», asegura.