Despacho oficial. Televisión prendida. Arranca una reunión con el dólar a $317 y, una hora después, termina el encuentro y la divisa vale 10 pesos más, aunque 10 menos de los que, finalmente, cerró. Inéditos $ 337, un verdadero dólar de pánico.
Es el mismo terror que generó entre dirigentes del gobierno y también de la oposición las frases que Juan Grabois pronunció para presionar al Presidente por un subsidio masivo bautizado “Salario Básico y Universal”.
La disparada del dólar, que se traduce en una economía sin precios, y los dichos explosivos del referente político de los desocupados se inscriben en un resurgimiento de las diferencias entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. “De esto se sale con una conferencia de ellos dos, juntos, explicando el nuevo rumbo del Gobierno o con un plan económico serio y de shock. Si no hacen algo de esto, no quiero ni pensar qué puede pasar”, confesaba ayer un dirigente del peronismo bonaerense.
Fue después de que la cotización del dólar libre quedara 100 pesos arriba del último día de Martín Guzmán y que se agudizara, según lo describió la presidenta del PRO y candidata presidencial, Patricia Bullrich, una sensación de “vacío que cada vez va tomando más velocidad”.
A ese paisaje se sumó el “factor Grabois”. Después de incrustar en el debate público la posibilidad de que se produzcan saqueos y su disposición a “dejar la sangre en la calle” para conseguir el salario básico universal, decidió bajar el perfil y sólo hizo publicar en las redes sociales de su partido, el Frente Patria Grande, los fundamentos de esa propuesta. Aunque trascendió que la Vicepresidenta lo había mandado a callar, una fuente con acceso a ese hermético mundo ante una consulta de Infobae lo negó.
El líder de la CTEP también quedó aislado en su propio territorio simbólico. Es que el secretario de la Economía Social y líder del repudiado (por CFK) Movimiento Evita, Emilio Pérsico, tomó distancia tanto de los dichos como del proyecto del SBU. “No es el momento de dar esa discusión. Hay que esperar a que escampe, porque estamos en medio del huracán”, se diferenció el funcionario del Ministerio de Desarrollo Social.
Mientras tanto, desde la oposición, lanzaron una advertencia: “Se achica el tiempo. El presidente no puede seguir aplicando la cronoterapia, tiene que tomar decisiones”, dijo a Infobae un dirigente radical de dilatada trayectoria institucional y que resaltó que “Alberto Fernández debería estar reconocer que no tiene una oposición que atropella ni le patea los tobillos”.
Mientras en la política y el mercado todos los indicadores empeoraban, en Asunción el presidente estuvo rigoreando a Luis Lacalle Pou, el primer mandatario del socio más pequeño del Mercosur. Además, en la cumbre de jefes de Estado del bloque sudamericano -a la que faltó el brasileño Bolsonaro- el mandatario argentino tuvo dos frases, al menos, discutibles: “Me ha tocado gobernar en el peor momento de la historia mundial, en el peor momento de la humanidad” y “Hay que escuchar a Europa decir que sus inflaciones aumentan en 300, 400 y 500 por ciento. Hay que escuchar a Estados Unidos diciendo que su inflación aumenta el 800%”.
En esa neblinosa traducción de la realidad, el presidente demostró una forma singular y abigarrada de comparar, de medir y, sobre todo, calcular. En esos tropiezos y errores se podría cifrar la base de un deterioro en la imagen a niveles de calamidad.
En la economía real
En los extremos de la actividad comercial, el impacto que se registra es similar. Tanto en locales de consumo masivo como en las ferias del conurbano bonaerense profundo se registra un nivel de actividad que parece no registrar los dramas del mercado cambiario y el sector financiero. Sin embargo, desde la economía, una analista brinda una explicación: “El peso quema. La gente gasta en comida, en ropa y, si le sobra un mango, en dólares al precio que lo consigue. Por eso se ven restoranes llenos, cines, porque lo que manda es sacarse los pesos de encima, como si no hubiera un mañana”.
Ese furor de consumo, sin embargo, se combina con una aceleración de las remarcaciones. “Antes, los proveedores te mandaban las listas una vez por mes, después cada tres semanas. No te digo que sea todas las semanas, pero ese plazo se está achicando en muchos casos”, reconocía un alto ejecutivo de una de las empresas de mayor peso en el rubro del comercio que pidió no ser identificado.
La insistencia del anonimato tiene una explicación: “Los precios suben y si los stocks faltan, ¿a que no sabés a quién van a ir a tocarle la puerta?”, ironiza con menos resignación que preocupación. La conclusión a este escenario complejo la daba en televisión ayer Hernán Lacunza, el último ministro de Economía de Mauricio Macri: “En el comercio, es más fácil subir de 90% a 120%, que de 60% a 90%. No estamos en hiper inflación, por ahora es súper inflación″. Los nombres, en estos casos, ya no importan.
Fuente, Infobae