Baldomiro Runge (56) era administrador de la institución cuando cometió los abusos. Estuvo prófugo varios años hasta que lo detuvieron. Hoy una testigo se quebró ante los jueces y admitió que también fue abusada por él, lo que daría inicio a otra causa.
El pastor evangélico Baldomiro Runge (56) fue condenado esta tarde a la pena de 18 años de prisión de cumplimiento efectivo tras haber sido declarado autor penalmente responsable de los delitos de abuso sexual con acceso carnal agravado por haber sido cometido por un ministro de un culto y encargado de la guarda, abuso sexual simple reiterado con idénticos agravantes y amenazas en concurso real, cometidos en 2004 cuando estaba al frente del hogar de niños Esperanza de San Vicente.
El veredicto de los jueces del Tribunal Penal Uno de Oberá, Francisco Aguirre, Miguel Moreira y Jorge Villalba (los últimos subrogantes), fue consecuente con el requerimiento de la fiscal Estela Salguero, quien también pidió que se remita al juzgado de Instrucción la declaración de una testigo que esta mañana admitió en la sala haber sido abusada sexualmente por el condenado pero que jamás lo había revelado por miedo en razón de que éste la amenazó.
Los defensores del declarado abusador, Sebastián González y Vicente Halfonso, solicitaron la absolución por carencia de elementos de pruebas e inmediata libertad del predicador, lo que finalmente no sucedió.
En algunos tramos de la audiencia Runge estuvo acompañado por sus dos hijos y escuchó cabizbajo el fallo condenatorio. Eligió no hacer comentarios y no opuso resistencia al momento de ser trasladado hasta la unidad del Servicio Penitenciario Provincial (SPP) que lo llevó nuevamente a la Unidad Penal de Puerto Rico, donde cumplirá condena.
Hogar infierno
«Existe solamente una denuncia, nada más, no hay elementos de prueba válidos para mantener privada de la libertad a una persona y tampoco durante este tiempo nadie se ocupó de que eso fuera distinto», analizó el abogado González durante su alegato, quien junto a su colega Halfonso trató de desestimar las declaraciones de víctimas y testigos.
Si bien la investigación avanzó sobre los abusos cometidos en perjuicio de una de las menores alojadas en el hogar, otras dos declararon en su momento haber sufrido manoseos y tocamientos por parte del evangélico y esta mañana, en ronda de testimoniales, una joven citada para declarar como testigo rompió en llanto y admitió haber sido abusada bajo las mismas circunstancias y que durante todo este tiempo guardó silencio porque igual que las anteriores, también fue amenazada.
Dicho testimonio, por pedido fiscal, será remitido a la fiscalía de Instrucción en turno en Oberá para su investigación y en razón de que las causas por abuso sexual de menores son imprescriptibles.
«La vida en ese hogar era un infierno y cómo no va a serlo si después de abusarlas Runge las amenazaba terriblemente», manifestó Salguero durante su alegato, acotando que las menores alojadas «estaban en un estado de vulnerabilidad en el que se encontraban sin sus padres y sin otro lugar dónde vivir, dónde comer, no tenían cómo escapar del infierno hasta que apareciera alguna posibilidad para irse».
Orar con ojos cerrados
Sobre el hecho que llevó a Runge al banquillo la fiscal reveló que la víctima «tenía dos años cuando la mamá la dejó en el hogar de menores, ella se crió en ese lugar, tanto que llamaba mami y papi a los administradores», y detalló que «el abuso fue 13 años».
«Una noche Runge la llevó a la casa donde vivía con su familia porque la esposa estaba enferma y pese a su corta edad, ella debía cuidar a los hijos de la pareja. En función de la confianza y cariño que les tenía dejó la puerta recostada cuando se acostó a dormir pero esa noche aprovechó para violarla», lamentó.
«Nunca tuvo a quien contarle porque no tenía a nadie, pero además él las amenazaba y tenían que seguir en el hogar porque no sabían dónde ir», expuso la fiscal ponderando en ese tramo el testimonios de otras dos menores -ahora adultas- que en el expediente de la causa dijeron haber sufrido manoseos y acciones obscenas en manos del pastor.
«Cuando orábamos nos hacía cerrar los ojos entonces quien estaba al lado no veía cuando nos manoseaba», reveló una de ellas.
Fuente, El Territorio.
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