La producción de alimentos genera alrededor del 30% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero y es responsable del 75% de la deforestación a nivel mundial. La solución consiste transformar los actuales sistemas alimentarios para lograr que sean amigables con la naturaleza y saludables para las personas.
16 de octubre de 2022 – La forma en que producimos y consumimos nuestros alimentos ejerce una enorme presión sobre los ecosistemas, lo que genera impactos negativos irreversibles que ponen en riesgo la salud del planeta y las personas. Los actuales sistemas de producción de alimentos están basados en una explotación insostenible de los recursos naturales y son los principales impulsores de la pérdida de biodiversidad y la degradación y destrucción de ecosistemas: esto exacerba la actual crisis climática y ecológica y pone en riesgo la seguridad alimentaria mundial.
En el Día Mundial de la Alimentación, el pedido de lograr la seguridad alimentaria se torna aún más fuerte. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Seguridad Alimentaria “a nivel de individuo, hogar, nación y global, se consigue cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana”. Y esto está directamente relacionado con la situación ambiental, ya que los riesgos asociados a la destrucción de la naturaleza pueden influir en la posibilidad de producción, abastecimiento y acceso a los alimentos.
Para alcanzar un real desarrollo sustentable es necesario transformar nuestros sistemas alimentarios a gran escala, y logar que sean compatibles con la alimentación de una población global en crecimiento, con el mantenimiento de los servicios que brindan los ecosistemas y con la conservación de la biodiversidad.
“Esto sólo será posible a través de la diversificación de la producción, la mejora en todas las etapas las cadenas de suministro, y la elección de dietas basadas en el planeta, saludables y nutritivas y con un bajo impacto ambiental. Es urgente reducir la presión que ejercemos sobre los recursos naturales y pasar de un sistema que explota al planeta a uno que lo restaura para la naturaleza y las personas.” afirmó Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre Argentina.
El Informe Planeta Vivo 2022 de WWF, difundido en Argentina por Fundación Vida Silvestre, advierte que la creciente destrucción de la naturaleza por parte de la humanidad está teniendo impactos catastróficos no solo en las poblaciones de vida silvestre, sino también en la salud humana y los medios de vida, la seguridad alimentaria y todos los demás aspectos de nuestras vidas. El informe destaca que las especies de vida silvestre han disminuido en un 69% en promedio desde 1970 y en Latinoamérica el número es aún mayor: hubo una disminución promedio del 94% en las poblaciones de especies monitoreadas. Los sistemas de producción de alimentos son una de las principales causas, ya que provocan el cambio de uso y degradación del suelo y los ambientes naturales: se estima que, a nivel global, ocasionaron el 70% de la pérdida de biodiversidad en tierra firme y el 50% en agua dulce y son responsables del 230 de las emisiones de gases de efecto invernadero y del 75% de la deforestación.
El desafío que se presenta es el de resolver el conflicto entre la producción de alimentos y la conservación de la naturaleza, y lograr obtener información actualizada y confiable de los ecosistemas y las cadenas productivas. Información que permita al consumidor diferenciar entre productos provenientes de un manejo sustentable de los recursos naturales y aquellos que provienen de sistemas de producción con alto impacto ambiental.
“El contexto de crisis de cambio climático y pérdida de biodiversidad, sumado a las nuevas tendencias sobre el consumo responsable y las exigencias tanto de los consumidores como de ciertos mercados, empujan a los productores, las empresas y marcas globales a incluir nuevos lineamientos en materia de sustentabilidad. Es por eso que resulta necesario sumar la trazabilidad ambiental a los productos para asegurar que toda la cadena productiva sea libre de deforestación y conversión de ambientes naturales. Es decir, que no se hayan realizado desmontes ni se hayan transformado áreas naturales en ninguna de las etapas del proceso de producción, industrialización y distribución”, expresa María Eugenia Periago, coordinadora de Manejo y Producción Sustentable de Fundación Vida Silvestre.
Lograr la transición a cadenas de suministro libres de deforestación y otros tipos de conversión de ambientes naturales (Deforestation and Conversion Free o DCF por sus siglas en inglés) es algo que no puede esperar. Para ello, es inminente garantizar la trazabilidad: llevar a cabo procedimientos para la identificación y el registro de los datos relacionados con un producto determinado a lo largo de las cadenas de producción, industrialización y distribución. Mediante estos procesos, es posible rastrear el camino seguido por un producto desde su origen hasta su destino final, sumando además los impactos sociales y ambientales de toda la cadena de suministros.
Si bien más de 150 países ya se comprometieron a impulsar sistemas alimentarios sostenibles y equitativos en la Cumbre de Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas en 2021 (UNFSS, por sus siglas en inglés), la implementación se ha visto obstaculizada por la falta de un acuerdo vinculante o integración con otros procesos, como las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDCs, por sus siglas en inglés) del Acuerdo de París. Los países deben elaborar planes de acción más sólidos a nivel nacional y garantizar la integración de soluciones alimentarias sostenibles en los compromisos climáticos y de biodiversidad. Este año, las próximas COP sobre clima y biodiversidad son una oportunidad vital para integrar soluciones de sistemas alimentarios en los planes de acción nacionales para la naturaleza y el clima.
La Argentina tiene un rol preponderante en el sistema alimentario global y, a su vez, es uno de los pocos países que puede contar con sistemas confiables de monitoreo de las cadenas de suministro (especialmente en los productos de origen vacuno), que contribuyan eficazmente a la conservación de los ecosistemas naturales y su biodiversidad.
“Existe la posibilidad de proveer a la población local y al mundo alimentos libres de deforestación y conversión, posicionando productos con atributos diferenciales en materia de sustentabilidad, que respondan satisfactoriamente a las demandas y limitaciones comerciales, tanto locales como internacionales. De lo contrario, seguir por este camino tendrá efectos sobre el clima, la provisión de agua, la estabilidad y calidad de los suelos y, en consecuencia, sobre la misma producción de alimentos, afectando no sólo a la seguridad alimentaria global, sino también al principal sector exportador de la economía argentina.” afirmó Jaramillo.
“El objetivo está claro: necesitamos modificar y repensar las bases, cambiar la forma en la que producimos alimentos y convertir el actual sistema alimentario en un sistema que responda a los cuidados ambientales, sanitarios y sociales. Buscamos redefinir los modelos de producción y de consumo, respondiendo a las tendencias alimentarias y productivas que demanda el mercado global y garantizando los cuidados necesarios para las personas y el planeta.” concluyó Periago.
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