“Quiero intentarlo, pero desde la Justicia dicen que no es peligroso. Eso hasta que mate a alguien”, alertó Diego Maciel. Descarnado relato de un flagelo que avanza en Oberá.
La droga avanza en Oberá y las estadísticas son estremecedoras, como vienen alertando desde la Pastoral Diocesana de Adicciones, entidad que cumple un rol imprescindible en el tratamiento de adictos en el ámbito local.
Pero más allá de este esfuerzo, lo cierto es que el flagelo parece incontrolable y se repiten historias de padres y familiares desesperados en busca de alguna alternativa para salvar a sus seres queridos.
Tampoco en Oberá, la segunda ciudad de la provincia, existe un espacio público de internación para recuperación de adictos, por lo que los pacientes son derivados a centros de Posadas.
En tanto, si se trata de personas mayores de edad, deben prestar consentimiento, lo que muchas veces frustra la posibilidad de recibir atención adecuada.
En ese contexto, tras años de trajinar organismos golpeando puertas, muchos pierden la fe, se cansan y tiran la toalla, agobiados por la falta de respuestas.
Pero no es el caso de Diego Maciel (42), padre de un joven de 23 años que desde los 13 consume drogas, ya cometió delitos contra la propiedad para pagar su vicio y conoce todos los calabozos de Oberá.
“Mi hijo está perdido en la droga y siento que ya no puedo hacer más nada, pero por lo menos quiero contar lo que nos pasa como un último intento para ver si alguien nos ayuda. Quiero internarlo, pero desde la Justicia dicen que no es peligroso. Eso hasta que mate a alguien, recién ahí va a ser peligroso; pero va a ser tarde y, en vez de internarlo, lo van a meter preso”, reflexionó Maciel.
Reconoció que su temor es que su hijo “lastime a alguien o lo lastimen, porque cuando necesita droga se desespera. Normal es un chico bueno, pero la droga lo transforma”.
“No quiero bajar los brazos”
En diálogo con El Territorio, Maciel se mostró muy afectado por la situación que padece su hijo y, a la vez, toda la familia, ya que “lo peor que te puede pasar como padre, hermano o lo que sea, es tener un pariente adicto”.
“Ya no sé más que hacer, pero no quiero bajar los brazos. No le puedo dejar solo a mi hijo. Pienso que se puede recuperar, pero necesitamos que nos ayuden”, remarcó.
Precisó que el muchacho consume desde los 13 años, por lo que lleva una década preso de las drogas: marihuana, cocaína, pastillas, pegamento, alcohol. Un combo fatal.
Al respecto, con el optimismo de un padre, mencionó que “Dios debe tener un propósito para él, porque todos sus amigos están en la cárcel por condenas graves. Mi hijo estuvo preso en comisarías por algunos robos, pero nunca nada grave, hasta ahora. Por eso ruego que nos den una mano para no llegar al límite”.
Mencionó que hace poco un amigo suyo le dio un trabajo a su hijo, pero el muchacho le terminó robando y él mismo radicó la denuncia, con el enorme dolor que significó eso.
“Yo le metí preso a mi hijo por el robo a mi amigo. Yo no le apaño, si hace algo malo que pague. Lo único que pido es la posibilidad de internarlo para que se recupere. Yo soy humilde, trabajo para el día a día y no puedo pagar un centro privado, como hace la gente que tiene recursos”, precisó.
Pero hoy por hoy, la adicción gobierna la vida de su hijo: “Le habían conseguido un plan de once mil pesos y él quería una motoguadaña para podar. Hice el esfuerzo y le compré una en dos pagos, pero a los pocos días vino un vecino y me avisó que mi hijo estaba ofreciendo para la venta”.
Droga en cada esquina
Maciel recordó que a través de la Pastoral de Adicciones su hijo fue derivado a la Fundación Reto a la Vida, de Posadas, pero el primer día se dio el alta solo, ya que se trata de una persona mayor de edad. Algo similar sucedió cuando acudieron a Manantial, también en la capital de la provincia.
“Tendría que haber algo en Oberá y que la Justicia obligue a cumplir el tratamiento. Así como está planteado el sistema, el único tratamiento obligatorio es cuando se comete un delito grave, pero para eso ya se arruinaron dos familias”, opinó.
Asimismo, alertó que “en cada esquina de Oberá hay drogas, y no podés hacer nada. Los padres y familiares de adictos tenemos mucha impotencia por lo que pasa, pero parece que las autoridades no se dan cuenta de nada. Yo trabajé toda la vida y traté de educar bien a mi hijo, aunque no alcanzó con eso. Pero pienso que todavía puede salir adelante. No pierdo la fe”.
Por otra parte, ponderó la tarea que viene realizando la Pastoral de Adicciones, al tiempo que destacó la figura del obispo Damián Bitar, a quien reconoció como “una persona que me ayudó mucho con mi hijo, haciendo más de lo que está a su alcance”.
Precisamente, desde hace varios años monseñor Bitar viene denunciando el avance de las drogas y las adicciones en Oberá y la zona Centro. Valentía y compromiso para ponerle voz a un flagelo que parece incontrolable.
Tampoco es un dato menor que desde el propio Colegio Farmaceútico de Misiones alertaron que en farmacias de Oberá se comercializan distintos ansiolíticos del grupo de las benzodiacepinas sin recetas, lo que motivó la intervención de las autoridades sanitarias provinciales para extremar los controles.
Pastoral de Adicciones: estadísticas en aumento
A mediados de este año, desde la Pastoral de Adicciones suministraron un informe sobre la cantidad de personas que pasaron por la institución desde su puesta en funcionamiento.
El referente José Fabio precisó que “en ese entonces atendíamos una vez por semana, después ampliamos a dos y desde marzo estamos atendiendo todos los días, de lunes a viernes, ya que la demanda no para de aumentar”.
Actualmente la Pastoral cuenta con un equipo interdisciplinario integrado por psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales y una psicopedagoga.
La atención es gratuita y reservada.
Según precisaron, desde su creación en 2016 hasta inicios de mayo del corriente año se realizaron 10.812 atenciones, las cuales derivaron en 831 históricas clínicas, es decir que menos del diez por ciento que va a la primera consulta continúa con el tratamiento.
De las 831 historias clínicas, 716 corresponden a la ciudad de Oberá y el resto a localidades vecinas. En tanto, un 63 por ciento de los pacientes son varones.
En cuanto a las edades, el mayor porcentaje se da en el rango de los 11 a 20 años, con un total de 276 casos. En un segundo escalón se ubican las personas de 21 a 30 años, donde se contabilizan 189 casos.
Un dato que estremece indica de entre los 1 y 10 años hay 26 casos registrados, lo que marca el drama de las adicciones y la necesidad de extremar la prevención.
La Pastoral de Adicciones funciona en su propia sede, “Oasis de Misericordia”, ubicada sobre avenida Sarmiento 645, a metros de la Catedral San Antonio de Oberá.
Fuente, El Territorio.