Ayer Pablo Enrique González (43), vecino de Posadas y portero de un Neni, no podía dejar de llorar. Estaba angustiado, dolido, se sentía vulnerado como nunca antes. El hombre vivió y denunció una situación de una gravedad inusitada: un policía intentó abusarlo sexualmente.
El hecho denunciado ocurrió dentro del establecimiento donde trabaja hace tres años en el el barrio Néstor Kirchner, sobre la avenida Alicia Moreau de Justo, ex ruta provincial 213. El denunciado, en tanto, es un efectivo que estaba en el destacamento que está justo enfrente. Fue identificado como Pablo.
La denuncia, fue realizada ante la Comisaría Quinta y la Comisaría de la Mujer de Itaembé Miní. De todas formas el denunciante expresó que en la jornada de hoy se presentará ante la fiscalía de instrucción en turno.
Considera que si no se avanza contra el funcionario público podría actuar nuevamente.
«Estoy muy mal, no paro de llorar, hasta recién estaba llorando. Tengo 43 años, soy un hombre robusto, entreno y todo pero es algo que no puedo digerir. Es una herida tan profunda, nunca me pasó algo así de sentirme acosado», expresó González.
Según detalló, en la jornada de ayer llegó al establecimiento cerca de las 8 como todos los días. Ajustado a la rutina, saludó al efectivo policial de la guardia pero notó que era alguien nuevo, que nunca había visto. Intercambiaron palabras sobre el lugar, el tiempo, la inseguridad del barrio y él se fue a cumplir con sus obligaciones.
«Yo le saludo y le dije ‘nos vemos después’ como quien se despide. Entro mi moto y me dice ‘enseguida vuelvo’. A la pucha dije yo, pensé que capaz iba a hacer una inspección o algo», siguió el denunciante. Sin darle mucha importancia a eso, continuó con su rutina de abrir el establecimiento y controlar que esté todo bien.
Pero en ese momento «entra este policía atrás mío, estaba uniformado y armado pero no tenía el nombre (el abrojo que siempre llevan en el pecho), eso me llamó la atención. Íbamos conversando respecto al establecimiento, sobre la seguridad y me iba siguiendo hasta que entramos hasta una de las aulas».
La primera alerta llegó ante una consulta incómoda del uniformado sobre las preferencias sexuales de González. Según dijo el entrevistado, sólo atinó a reírse y evitó contestar porque «no venía al caso».
«Y en ese interín, cuando íbamos saliendo afuera, hacia el patio, él me agarra el brazo fuertemente y se sienta en una de las sillas que estaba ahí. Entonces como que me quiere llevar hacia él y ahí me hace una propuesta indecente, se pone frente a la parte pélvica mía y se propone hacerme sexo oral», relató, incómodo, sobre ese momento.
Según su testimonio, plasmado en la denuncia, el efectivo insistió en varias oportunidades y le decía que la «iba a pasar muy bien», entre otros detalles que se mantienen en reserva. «‘Vamos a hacerlo’ me decía y yo le decía ‘no tengo ese tipo de inclinación, disculpá'», puntualizó.
Pero el uniformado no cedió. «En ese forcejeo él estaba manipulando su pistola con la otra mano, haciendo alarde. ‘No te preocupes por lo que pasa afuera, yo tengo acá mi chumbo, no pasa nada’, dijo. Y entonces con esa actitud hice fuerza con el brazo y me retiré hacia afuera porque la puerta estaba abierta», siguió el entrevistado.
El denunciante expresó que el efectivo policial, a quien identificó simplemente como Pablo y tendría 38 años, le dijo que no pasaba nada y le hizo saber que había estado estudiando el lugar, que no había nadie, ni cámaras.
Sobre la manipulación del arma, la presunta víctima siente que su integridad estuvo en peligro en ese momento. «Para mí eso fue letal, porque después de que tocó el arma y decir eso no había vuelta atrás. Yo pensé qué tal me obligaba a bajarme los pantalones. Un montón de cosas me pasaron por la cabeza», siguió.
El trabajador instó al policía que se vaya y el hombre salió «como si nada», diciéndole que se tranquilice porque estaba muy nervioso. En esa instancia avisó a la directora del establecimiento y se dirigió a la dependencia jurisdiccional -donde responde el denunciado- a hacer la denuncia.
Como si todo eso fuera poco -siempre según el entrevistado- allí se enteró de que el sospechoso había sido trasladado porque habían detectado situaciones similares en el pasado.
Consultado por la decisión de hacer pública la situación, el trabajador expresó sin atenuantes: «Yo creo que hay que dar la cara, no tengo por qué esconderme. Yo fui el perjudicado y hasta ahora no puedo hablar, no puedo comer, no puedo nada. Estoy mal, avasallado moralmente. No puede ser que alguien que nos tiene que cuidar me avasalle porque tiene un arma. Yo voy a hacer la víctima uno, pero después van a ser más si no denuncio».
Fuente, El Territorio.