La Argentina viene perdiendo participación en el comercio internacional. La sequía de este año profundizó la tendencia y el 2023 el país representará alrededor del 0,25% en el total de exportaciones de bienes y servicios en todo el mundo que rondará los US$ 32 billones. Será el ratio más bajo de la historia ya que ese valor fue algo superior a 0,30% en los últimos recientes años mientras que superó 0,40% a inicios de este siglo, alcanzó 0,80% en 1960 y llegó a 2,5% en 1940, según datos de la consultora DNI.
El Instituto de Investigaciones Económicas (IIE) de la Bolsa de Comercio de Córdoba , firmado por Ariel Barraud, Martina González y Tania Paladini, que establece que la mayor participación argentina en la exportación de bienes y servicios mundial se registró en los “mejores años de la Convertibilidad” (1996 a 1998) con un máximo de 0,46%.
Argentina ocupó el puesto 11 en el ranking mundial de exportadores.
Pérdida de posiciones
“Por donde se mire hay caídas”, sostiene Elizondo y detalla que a ese fenómeno aportan aspectos como la desinstitucionalización, el no respeto de los contratos, la falta de estabilidad, la “inexistencia” de moneda, la “imposibilidad de acudir a la Justicia porque hay intervención de otros poderes”, inflación, tasas “intervenidas”, falta de financiamiento, una macro “inestable, desordenada”. Enfatiza que las empresas que exportan o quieren invertir “compiten con otras que se mueven en donde todos esos factores existen. Exportar implica previsión, poder pensar a mediano plazo”.
El experto insiste en que la Argentina “construyó un sistema regulatorio rígido, intervencionista, que hace muy difícil participar en las cadenas internacionales de valor” y a ese contexto general le suma que el país no tiene acuerdos internacionales. Ejemplifica que los vinos chilenos entran a China, a la Unión Europea o a Estados Unidos sin aranceles porque hay convenios, mientras que los argentinos pagan aranceles.
Soledad Pérez Duhalde, economista de la consultora Abeceb, ratifica que una macroeconomía “descontrolada” dificulta “cualquier planificación y determina que haya caídas” en las comparaciones con economías más sentadas. Enumera, por ejemplo, que Brasil expandió su frontera agrícola y sumó tecnología, y “no solo produce lo que antes importaba de la Argentina, sino que la adelantó en algunos productos”.
Sobre Paraguay indica que gana terreno en la exportación de carnes porque “hay más libertad para producir e hizo una mejora genética de su rodeo”; en Chile “hay más disponibilidad de recursos para la minería; más acuerdos comerciales” para los vinos. “Es decir, en todos esos casos a la estabilidad macro le sumaron aspectos puntuales que despiertan el interés inversor -añade-. Primero ordenar la macro y, después, ir hacia lo sectorial pero con sustentabilidad en el tiempo, que no cambien las reglas de juego”.
Pérez Duhalde enfatiza que mencionar “reglas de juego” no es una forma de decir: “¿Si los vinos argentinos pagan un arancel del 14% para entrar a un mercado y los chilenos 0, cómo se compite? ¿Con cupo para exportar carne, cómo competir con Paraguay? Uruguay y Costa Rica tienen un apolítica agresiva en economía del conocimiento, tienen talento y un marco estable. La Argentina fue pionera pero cuando se vencía el régimen no se definió a tiempo, se modificó el contexto, hay un dólar paralelo, ¿cómo competir? El problema también es la institucionalidad; incluso en sectores donde se puede dar el paso adelante se traba”.