El pasado 4 de agosto, Nidia Gisela Chropot (34) se desmayó mientras entrenaba su familia iniciaron una peregrinación por el sistema de salud público y privado que tristemente el 5 de septiembre concluyó con la muerte cerebral de la joven mujer. Una vez indicado el estado de la mujer se activó el protocolo del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (Incucai), por lo que conforme a la Ley Justina la familia fue notificada al respecto, aunque de inmediato se opusieron, radicaron una denuncia y ello impidió la donación de órganos.
Para los deudos, la paciente no recibió una atención adecuada y pretenden que la Justicia deslinde las responsabilidades del caso.
Tras la denuncia, el juez de Instrucción Uno de Oberá, Pedro Piriz, ordenó la realización de la autopsia, aunque transcurrido un mes el procedimiento sigue sin realizarse, lo que siembra angustia e interrogantes en la familia.
“Queremos que nos entreguen el cuerpo para despedirla y que descanse. No sabemos por qué tardan tanto, pero queremos cerrar este capítulo y que después la justicia investigue qué pasó”, remarcó Sandra.
La hermana de Gisela mencionó que el último viernes el juez les informó que el cuerpo se hallaba en proceso de descongelamiento, aunque ayer tampoco se realizó el examen forense.
“Como un rayo en la cabeza”
En principio, la demora en la realización de la autopsia habría obedecido a dos aspectos.
Por un lado, la necesaria obtención de las historias clínicas de Gisela Chropot, quien durante su último mes de vida fue atendida en el Hospital Samic de Oberá, una clínica privada de Oberá y en el Hospital Madariaga de Posadas.
Asimismo, los profesionales del Cuerpo Médico Forense plantearon la inhibición del procedimiento -ya que uno de sus integrantes atendió a la paciente en Oberá-, lo que fue rechazado por el magistrado interviniente.
En consecuencia, la autopsia se realizará en la morgue judicial de Posadas, tal lo previsto inicialmente.
Sobre el derrotero de su hermana, Sandra Chropot detalló que el viernes 4 de agosto se desmayó en el gimnasio y la llevaron al Samic.
Tras un par de días seguía con “dolores de cabeza que no aguantaba”, por lo que volvió a la guardia, le hicieron una tomografía y, supuestamente, no hallaron nada.
“De ahí, por la obra social la llevamos a la clínica y dijeron que tenía una infección, pero no se sabía dónde. Le dieron antibióticos y antiinflamatorios, pero el dolor de cabeza no paraba. Ella decía que era como un rayo en la cabeza. Quedaba pálida, blanca como un papel”, graficó la hermana.
En ese contexto, solicitaron la internación, aunque previamente debía ser evaluada por un neurólogo.
“Pidieron una tomografía, pero el tomógrafo de la clínica no andaba. La derivaron al Samic, le hicieron tomografía con contraste y el neurólogo dijo que todo estaba bien”, agregó.
Últimos días de Gisela
Le dieron un certificado por siete días y el 24 de agosto volvió a trabajar en el área de limpieza del Hospital Samic, donde se desempeñaba desde hacía un par de años. Ese mismo día se sintió mal y se desmayó.
“En la clínica dijeron que no había una causa para internarla y le recetaron clonazepam, un sedante. Como seguía mal y en Oberá no había mejoras, con la Municipalidad de Guaraní conseguí el traslado al Hospital Madariaga. El 29 de agosto ingresamos por guardia, le hicieron análisis y teníamos que volver el 31”, precisó la hermana.
A esa altura, la paciente vomitaba cualquier cosa sólida que comía.
El 31 ingresó por guardia al Samic, le suministraron suero y el médico diagnosticó que “era un problema psicológico. Cuando salimos y ella me dijo ‘no estoy loca’. Ya no le respondían ni el brazo ni la pierna derecha”, indicó Sandra.
En tanto, mencionó que las compañeras de trabajo de Gisela especulaban con que estaba cursando un ACV.
“La clínica le negaba internación, el Samic no tenía camas y rechazaron derivación a Posadas. Un médico nos llegó a decir que ella nos iba a internar a nosotros, que era todo psicológico”, señaló.
El 2 de septiembre volvieron al Samic y recién ahí, tras otra tomografía, un médico reconoció que su estado era crítico.
“Dijo que tenía tres manchones de sangre en la cabeza. No nos dio nada de esperanza y nos pidió que les contemos la verdad a los hijos. El 4 el cerebro no emitía ondas y nos plantearon la ablación, pero nos negamos por todo lo que había pasado”, remarcó.
Además, recordó que hace siete años otra hermana entró para dar a luz y fallecieron ella y el bebé por una presunta mala praxis que nunca se aclaró.