El reciente caso de un joven de 22 años que denunció haber sido golpeado y abusado sexualmente por tres efectivos de la Policía de Misiones resalta una preocupante problemática respecto al abuso de poder y la violencia institucional en el ámbito de las fuerzas de seguridad. Según los relatos del denunciante, el hecho ocurrió el pasado domingo, poco tiempo después de su liberación tras haber estado dos días detenido por un supuesto robo de un teléfono celular.
El joven, un vendedor ambulante del barrio Belén, había sido detenido y quedó bajo la custodia de la comisaría Vigésima. A su salida, los policías le ofrecieron transportarlo a su hogar. Sin embargo, el trayecto tomó un giro escalofriante cuando, en lugar de llevarlo a su residencia, lo llevaron a un monte isolado. Allí, fue sometido a una serie de actos violentos y abusivos que no solo vulneraron su integridad física, sino que también colocaron en tela de juicio el rol de quienes deben proteger a la ciudadanía.
El relato del vendedor destaca la cadencia de violencia; tras obligarlo a recostarse y esposarlo, los agentes hicieron uso de la fuerza física, transgrediendo no solo la ley sino también los principios éticos que deben guiar la conducta de la policía. Las amenazas que recibió para no revelar lo sucedido añaden una capa de terror a su experiencia, indicando que el abusador no solo busca dañar, sino también silenciar y amedrentar.
La denuncia fue presentada ante la Comisaría de la Mujer de la Unidad Regional I de Posadas, evidenciando el crucial papel de las instituciones en la búsqueda de justicia. Sin embargo, la ausencia de un pronunciamiento oficial por parte de las autoridades policiales al cierre de este informe plantea interrogantes sobre la transparencia y la seriedad con la que se manejarán estas acusaciones.
Es imperativo que las autoridades inicien una investigación exhaustiva y efectiva, no solo para buscar la verdad en este caso particular, sino también para abordar la cultura de impunidad que, lamentablemente, parece imperar en situaciones donde el abuso de poder y la violencia se entrelazan. La confianza de la sociedad en sus fuerzas de seguridad depende de la rendición de cuentas y de la protección de los derechos humanos de todos los ciudadanos, sin distinción.