La entidad informó a sus empleados que este lunes a las 22 se frenó la impresión y darán vacaciones; la autoridad monetaria que dirige Santiago Bausili hacía allí los papeles de $1000 y $2000.
or una decisión unilateral del Banco Central (BCRA) de rescindir los contratos hasta ahora existentes, la Casa de Moneda dejó de fabricar billetes de $1000 y $2000. Se dará vacaciones a sus trabajadores.
“Al personal”, se encabezó en el correo interno. “Se informa que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) nos ha comunicado la decisión de rescindir los contratos de denominación de $1000 y $2000 que se encuentran vigentes al día de la fecha con Casa de Moneda”, se escribió. “A raíz de esa decisión se procederá a detener a partir de las 22 hs todos los procesos productivos referentes a la fabricación de billetes”, se completó.
¿Qué pasará con los trabajadores? “Por tal motivo, a todo el personal afectado directamente a dicha actividad productiva, se le dará curso a la utilización de los períodos vacacionales que tengan disponibles”, cerró la comunicación interna.
En el BCRA, confirmaron la información a LA NACION. Precisaron que la resolución oficial se definió en la reunión de directorio que se hizo el viernes pasado y se fundamentó tanto en los altos costos cobrados por Casa de Moneda como por el “incumplimiento” de plazos. Se rescindieron, precisaron, contratos de 2021, 2022, y 2023 para abastecer de billetes el primer y segundo semestre de 2022, y los primeros seis meses del año pasado. “La rescisión es parcial porque se van a recibir una parte de uno de los contratos por billetes de $2000″, contaron en la autoridad monetaria.
En la entidad hablaron de una “demora descomunal en los plazos” de fabricación cuando el BCRA había adelantado un 45% del total de los pagos de los contratos. Además, indicaron que -por millar- costaron más del doble de los billetes de $20.000 que se imprimieron en el exterior. “Los billetes que no se imprimirán no son necesarios; hoy el sistema está bien abastecido y se requieren billetes de más alta denominación”, agregaron fuentes oficiales del BCRA.
¿Cierra la de Casa de Moneda?
Días atrás, LA NACION había adelantado que el Gobierno tenía la decisión tomada de intervenir Casa de Moneda, la imprenta pública que se creó en 1875, durante la administración de Nicolás Avellaneda. Pero antes podría venir el cierre de la planta de Ciccone. Hoy se definió liquidar los contratos para la provisión de dinero, pero todavía queda en duda qué pasará con la confección de pasaportes, también en manos de Casa de Moneda, y con las patentes para vehículos.
La última licitación que había organizado el BCRA había dejado dos definiciones: la primera es que hay muchas firmas en el mundo con capacidad sobrante para producir billetes. De hecho, si bien la imprenta estatal china ganó la compulsa, se presentaron competidores de Brasil, Estados Unidos, Francia e Inglaterra. La segunda: todos, incluso los más caros, están en condiciones de venderle a la Argentina más barato que su propia imprenta estatal.
En el espíritu de los funcionarios que analizan los números está la intención de cerrar definitivamente Casa de Moneda. No ocurrirá en breve. Pero no habrá nostalgia en la administración de Javier Milei para clausurar una firma que tiene deudas por más de US$370 millones en un país en el que una de cada dos personas es pobre.
En mayo, LA NACION había contado que LI Huifeng, el gerente general del imperio conocido como la China Banknote Printing and Minting Corporation (CBPMC), una imprenta gigante que fabrica la moneda de ese país, había estado en esos días en el país encabezando una comitiva de al menos cuatro ejecutivos de primer nivel. Se reunió con funcionarios del BCRA y de otras dependencias del Estado. La visita marcó un antes y un después en la relación de la Argentina con China y el triángulo diplomático que terminan de conformar con Estados Unidos, nunca exento de tensiones.
Fue entonces, según precisó este medio, la corroboración de que está en marcha un juego de celos, millones y desconfianzas que involucran a empresas asiáticas, norteamericanas y europeas alrededor de un bien preciado para el ciudadano de a pie: los billetes con los que todos los días gira la rueda de la economía. En momentos en que China era vista de reojo por Milei -hoy ya cambió ese prejuicio- la delegación había llegado al país para profundizar el camino ya recorrido: ser el principal proveedor argentino de billetes desde el exterior. Tal situación encendió varias alarmas.
Entonces, el BCRA ya había recuperado la vieja modalidad de Federico Sturzenegger para hacer licitaciones directas para comprar billetes sin pasar por Casa de Moneda. Esta última era ya la gran perdedora. Entre las herencias que había recibido, les debía plata a proveedores de todo el mundo y billetes al BCRA. Es decir, incumplió contratos. Incluso tenía máquinas en cajas que no puede desembalar porque no le pago al proveedor.
En junio ya habían llegado a Buenos Aires desde China los nuevos papeles de $10.000. Era un suministro clave para que no faltara plata en la calle. La imprenta que hace el yuan, además, se había quedado con otra licitación para hacer una provisión importante de papeles de $20.000 en diciembre de este año. Hay motivos para pensar que China tiene en juego más que dinero detrás de estas decisiones. Hasta fines del año pasado, la Argentina tenía pagos atrasados por más de US$7 millones, al igual que con otros proveedores internacionales. Ambos países estaban discutiendo entonces mediante notas cómo cancelar ese rojo. Sin embargo, Huifeng no habló entonces de la plata que le deben en su paso por el país. Estaba más interesado en profundizar los negocios con el Banco Central que dirige Bausili.
Algo similar le pasaba entonces a Estados Unidos. Crane, una empresa de ese país, se había apurado para quedarse con la provisión de una tanda de billetes de $10.000. Llegarán también en diciembre, junto con los chinos. Nadie veía allí una casualidad. Los funcionarios argentinos se miraron a la cara cuando vieron los precios de la firma norteamericana, acostumbrada a pasar cifras más altas, cotizó por debajo de los US$60 el millar. La administración de los precios es una forma de marcar la influencia de un país en otro mediante la provisión de bienes. Lo saben los proveedores habituales de Francia y Alemania, a quienes la competencia entre Estados Unidos y China dejó en el camino. Hablan de valores ridículos.
Ya presentaron sus reclamos a los funcionarios argentinos y sugirieron que hay un peligro detrás de adjudicarle la provisión de un bien estratégico a una potencia no occidental. Nada de esto parece preocuparle a Bausili, quien está más interesado en no tener un solo proveedor dominante antes que por la bandera que representa.
Fuente, La Nación