“Confié en ellos porque pensé que querían ayudarme. Hoy me doy cuenta de que lo que buscaban era quedarse con todo lo que tengo”, relató entre lágrimas Lidia Balbuena, una jubilada de 76 años que asegura haber sido víctima de un engaño por parte de un pastor y su esposa, a quienes acusa de apropiarse de su vivienda, su tarjeta de cobro y hasta de endeudarla sin su consentimiento.
La denuncia fue presentada el 29 de junio del año pasado en la Seccional Quinta de Oberá, donde la mujer relató con angustia los hechos que la dejaron al borde del desalojo y con su salud emocional severamente afectada. Balbuena, viuda, sin hijos y analfabeta, vivía sola en su hogar del barrio Cien Hectáreas, en calle Guatambú 35, donde reside desde hace más de cinco décadas. Según sostiene, la pareja se ganó su confianza con el argumento de brindarle asistencia y compañía, pero detrás de ese gesto solidario, escondían otras intenciones.
La mujer señala al pastor Juan Pablo M. y a su esposa Teresa como responsables de una serie de maniobras destinadas a despojarla de su patrimonio. “Me dijeron que querían cuidarme porque sabían que estoy sola, y como íbamos a la misma iglesia, pensé que podía confiar. Hoy me doy cuenta de que lo único que hicieron fue aprovecharse de mí”, lamentó.
Según el testimonio de Lidia, el matrimonio logró convencerla de firmar documentos que, supuestamente, eran para resolver temas impositivos y de servicios, pero que en realidad sirvieron para transferir la propiedad de su vivienda y poner a nombre de una hija del pastor los servicios básicos como luz y agua. “Me llevaron a una escribanía y después a la cooperativa eléctrica, me decían que era para ayudarme con las boletas porque cobro muy poco. Me mostraban papeles, yo firmaba sin entender, porque no sé leer ni escribir”, explicó.
Además del traspaso de titularidad, la mujer afirmó que durante varios meses le retuvieron la tarjeta de débito con la que cobra su jubilación. Bajo la excusa de administrar mejor su dinero, el pastor se habría hecho con el control total de sus ingresos. “Pasé hambre. No tenía para comprar comida, y cuando reclamaba me decían que era por mi bien. Pero ellos usaban mi plata”, recordó con impotencia.
El daño no se limitó a lo económico. Según Lidia, también sufrió agresiones verbales y amenazas. “Un día les pedí que me devolvieran mi tarjeta, y el pastor me dijo que si hablaba con alguien me iban a derrumbar la casa y me iban a mandar presa, porque yo les había firmado el título. Y la mujer, su esposa, me escupió en la cara”, narró con tristeza.
La situación se volvió insostenible y, afortunadamente, dos vecinas que la conocen de toda la vida intervinieron para asistirla. Primero la ayudaron a recuperar su tarjeta de débito y luego la acompañaron a hacer la denuncia correspondiente ante las autoridades policiales.
Con el apoyo de estas mujeres, logró reconstruir parte de lo ocurrido. Sospecha que fue llevada engañada a una escribanía del centro de Oberá donde habría firmado la cesión de su casa. Posteriormente, se realizaron cambios en los registros de servicios en la Cooperativa Eléctrica Limitada de Oberá (CELO), colocando como titular a una hija del pastor.
Como si fuera poco, en ese mismo periodo, fue contraída una deuda a nombre de Balbuena para financiar obras en la vivienda, incluyendo un muro perimetral, todo sin su consentimiento. “Yo no autoricé nada. Un día vi que estaban haciendo trabajos en la casa, y cuando pregunté, me dijeron que yo no podía decir nada porque todo les pertenecía a ellos”, sostuvo.
Lidia también manifestó preocupación por posibles acciones legales en su contra. Aunque hasta el momento no recibió notificación judicial, el temor persiste, sobre todo al tratarse de personas con influencia dentro de su comunidad religiosa. “Él es un pastor conocido, incluso trabaja en una radio de la iglesia. Me da miedo que intenten callarme”, expresó.
La denuncia realizada por la mujer está siendo tramitada actualmente por el Juzgado de Instrucción Dos de Oberá. Desde allí se deberá investigar si efectivamente hubo manipulación, abuso de confianza y fraude por parte de los acusados.
En medio del dolor y la incertidumbre, Lidia agradece el apoyo que recibió de sus vecinas, quienes fueron claves para que pudiera salir a la luz su historia. “Si no fuera por ellas, hoy estaría en la calle. Yo no tengo a nadie más. Ellos me hicieron mucho daño, pero yo no voy a quedarme callada”, concluyó con la esperanza de que la Justicia actúe y le devuelva la tranquilidad que le arrebataron.
con fuente y fotos de el territorio – Daniel Villamea