Por Redacción
Oberá se prepara para un hecho singular en el calendario electoral de Misiones. El 8 de junio, junto con las elecciones legislativas, la ciudad elegirá a su próximo Defensor del Pueblo. Pero más allá del acto electoral en sí, el debate sobre la verdadera esencia y responsabilidad de este rol crucial se volvió el eje de una disertación que dejó resonando conceptos clave en el auditorio de la Facultad de Ingeniería. El encargado de traer claridad y experiencia al tema fue el abogado Alejandro Amor, ex Defensor del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y figura reconocida a nivel nacional.
Invitado por el Círculo de Periodistas Ignacio Ezcurra de Oberá, Amor llegó con la idea de compartir, pero también de sacudir ciertas nociones cómodas. Su mensaje fue directo, sin rodeos: “El Defensor del Pueblo debe ser totalmente apolítico”. No se trató de una mera recomendación ética, sino de una afirmación de principios. Para Amor, ese es el único camino posible si se quiere ejercer la función con legitimidad.
Un auditorio atento a una función poco comprendida
La charla, que convocó a la mayoría de los candidatos —titulares y adjuntos— que aspiran al cargo, tuvo lugar este martes en el auditorio de la Facultad de Ingeniería de Oberá. Entre los presentes también se encontraban el intendente Pablo Hassan; la concejal Lucy Glum, quien participó de la Convención Constituyente local que dio forma a la Carta Orgánica de la ciudad; el actual Defensor del Pueblo, Carlos Bernhardt, y su adjunta, Luciana Barella.
El escenario no era casual. La disertación apuntaba a fortalecer la comprensión del cargo entre quienes se postulan, en una provincia donde este tipo de figura no sólo existe —algo que no es común en todas las jurisdicciones—, sino que se elige por voto popular, algo único a nivel nacional. Esa singularidad fue valorada por Amor, quien no escatimó elogios hacia el diseño institucional obereño. “Esta Carta Orgánica es una herramienta poderosa. Aquí tienen todo lo necesario para ejercer este rol con dignidad y responsabilidad”, afirmó.
De la política a la independencia
Alejandro Amor fue contundente al separar la figura del Defensor del Pueblo de cualquier tipo de militancia o lealtad partidaria. “Podés haber llegado por un partido, pero al asumir dejás de representarlo. Desde ese día, tu único compromiso es con la ciudadanía y con los derechos que debés proteger”, aseguró.
Su paso por la Defensoría de la Ciudad de Buenos Aires, entre 2014 y 2019, le permitió acumular experiencia en un contexto complejo y de alta exposición. Desde allí, lideró también la Asociación de Defensores del Pueblo de la República Argentina, lo que le brindó una mirada federal del cargo. En ese trayecto, aprendió que la imparcialidad no es una aspiración idealista, sino una necesidad práctica. “El Defensor del Pueblo no puede ser juez y parte. Tiene que estar dispuesto a incomodar al poder, sea cual sea el color político del que gobierna”, subrayó.
La gente en el centro
Uno de los pasajes más humanos de la charla fue cuando Amor se detuvo a reflexionar sobre la escala del sufrimiento. “Para un Defensor del Pueblo, los problemas no son grandes o chicos. Tienen la importancia que les da quien los padece. Si para una persona su reclamo es vital, para nosotros también debe serlo”, dijo. Con esa frase, puso de relieve una lógica contraria a la de muchas oficinas públicas donde las prioridades se dictan desde arriba.
En esa línea, destacó la necesidad de que la Defensoría esté cerca de la gente, que no se convierta en una oficina burocrática sino en un verdadero puente entre los derechos y su cumplimiento. “La confianza no se construye con palabras, sino con acciones. Y muchas veces, eso implica estar donde el Estado no llega o donde falla”, expresó.
Temas del presente, desafíos del futuro
La disertación no se quedó en las generalidades. Amor abordó cuestiones específicas, muchas de ellas planteadas por los mismos candidatos. Entre ellas, el acceso a derechos por parte de las mujeres, el uso creciente de la inteligencia artificial, la digitalización de los servicios públicos y las tensiones crecientes con organismos como Defensa al Consumidor.
Fue en este último punto donde volvió a generar debate. “La Defensa del Consumidor no debería estar en manos del gobierno, porque eso genera un conflicto de intereses evidente. Esa tarea debería formar parte del ámbito de la Defensoría del Pueblo, que es autónoma y no responde a las presiones del Ejecutivo”, explicó, marcando una posición que varios asistentes consideraron provocadora, pero lógica.
Un rol exigente que necesita formación
Uno de los aspectos más destacados del encuentro fue el tono formativo que tomó la charla. No fue un acto de campaña ni una presentación formal. Fue, en esencia, una clase. Amor no sólo explicó las funciones del Defensor del Pueblo, sino que promovió una mirada profesional del cargo. “Este no es un premio consuelo para quien no logró otra candidatura. Es una responsabilidad enorme. Requiere estudio, compromiso y vocación de servicio”, dijo.
Ese mensaje pareció resonar especialmente entre los candidatos presentes. En una provincia como Misiones, donde muchas veces las elecciones locales se confunden con dinámicas partidarias mayores, Amor insistió en blindar la figura del Defensor de esas presiones. “La ciudadanía necesita saber que, al acudir a esta oficina, no se encontrará con un operador político, sino con alguien dispuesto a defender sus derechos con independencia y rigor”, insistió.
Un paso hacia una Defensoría con identidad propia
La jornada concluyó sin estridencias, pero con la sensación compartida de que algo se había sembrado. Para el Círculo de Periodistas Ignacio Ezcurra, organizador del encuentro bajo la presidencia del periodista Marcelo Telez, la actividad significó un aporte al fortalecimiento institucional de la ciudad. “Queremos que el próximo Defensor del Pueblo esté a la altura de lo que la sociedad espera de él”, señaló Telez.
De cara al 8 de junio, la ciudadanía obereña no solo elegirá un nombre. Elegirá, en definitiva, un modo de ejercer la defensa de los derechos. En un tiempo donde la confianza en las instituciones es frágil, el mensaje de Alejandro Amor vino a recordar que la legitimidad no se hereda, se construye. Y para eso, la independencia no es un lujo: es una obligación.