Este domingo, 3 de julio, celebraremos “Tanabata” en la Casa Típica Japonesa del Parque de las Naciones. Entre las 15 y hasta las 17 hs aproximadamente estaremos en el Jardín Japonés con papeles de colores y marcadores para escribir nuestros deseos y colgarlos en los tandales para que los agite el viento. Allí también podrán encontrar a la venta Karintos, oyakis y anpan!!!!!. Entrada libre y gratuita
Todos los años, el día séptimo del séptimo mes (es decir, el 7 de julio) se conmemora en Japón el festival de Tanabata. Para ese día se escriben los deseos en hojas de papel de colores que luego se atan a ramas de bambú en homenaje a dos enamorados que sólo en ese día del año, y si el tiempo es bueno y no llueve, pueden volver a verse.
El bambú y las decoraciones a menudo se colocan a flote sobre un río o se queman tras el festival, sobre la medianoche o al día siguiente. Esta costumbre se asemeja a la costumbre de los barcos de papel y velas del Bon Odori.
La Leyenda
Hace mucho tiempo vivió una hermosa joven llamada Orihime, hija del rey del Cielo.
Cuenta la leyenda que Orihime disfrutaba tejiendo vestidos para su padre y encontraba en esta actividad todo lo que podía desear para ser feliz. Así pasaba los días en la Llanura Alta del Cielo, absorbida en su trabajo y al ritmo del monótono sonido de la lanzadera del telar.
Pero una mañana, al dirigirse al telar, Orihime vio a un joven y apuesto pastor de bueyes llamado Hikoboshi y se enamoró perdidamente de él y se casaron.
Sin embargo, la felicidad no iba a durar mucho. Su apasionado amor y el indescriptible gozo que sentían por el mero hecho de estar juntos provocó que descuidaran sus deberes; Orihime dejó de tejer y Hikoboshi abandonó los bueyes a su suerte.
Si en un principio el rey del Cielo toleró este comportamiento, no tardó en tener que tomar medidas drásticas ante el cariz que había adquirido la situación. Fue así como castigó a los dos amantes y los separó para siempre convirtiéndolos en estrellas.
Pero separar a dos enamorados por toda la eternidad sin perspectivas de reencontrarse era demasiado cruel; así que se les concedió la posibilidad de volver a verse una noche cada año, la noche del séptimo día del séptimo mes.
Esa noche las urracas vuelan sobre el río Celestial y con las alas desplegadas forman un puente por el que Hikoboshi cruza el río camino de los brazos de su amada. Terminada la noche, él vuelve a su trabajo de pastor de bueyes y ella se queda tejiendo, anhelando ambos el próximo reencuentro.
Desgraciadamente para los amantes, su encuentro anual depende de las condiciones meteorológicas: si esa noche está despejada, también lo estará el camino que les unirá. Pero si esa noche llueve, la crecida del río Celestial impedirá a las urracas formar el puente. La lluvia de esa noche es más triste que las de las demás noches y por ello se llama la lluvia de las lágrimas.