El tenista de Tandil no pudo contener la emoción apenas se consumó el triunfo sobre Bautista Agut
Juan Martín Del Potro metió un excelente segundo saque y forzó un envío largo del español Roberto Bautista Agut. La pelota fuera de la cancha significó su triunfo y el paso a las semifinales. Incrédulo, extendió sus brazos hacia el aire con una enorme sonrisa en el rostro.
Automáticamente, comenzó a deambular por la cancha con el rostro perdido, buscando en su mente todos los recuerdos negativos que lo mantuvieron contra las cuerdas antes de llegar a este momento.
Sin dejar pasar demasiados segundos, se sentó en el banco y con una toalla tapó su rostro pero no logró camuflar lo evidente: el llanto se apoderó de su persona. Mientras tanto, el público argentino no paraba de alentar para aumentar su congoja.
El tandilense venía de un parate ininterrumpido de 11 meses, pero en el camino lleva tres años de lesiones y operaciones en esa muñeca izquierda que todavía le impide pegar con normalidad el revés.
Todavía con algunas molestias a cuestas, dejó en el camino al N1° del mundo Novak Djokovic en la primera ronda y comenzó un sendero que lo llevó hasta la puerta de una nueva medalla olímpica.
Mañana enfrentará a Rafael Nadal sabiendo que el triunfo ya le asegurará llevarse a su casa, al menos, la de plata. En tal caso, se meterá en la historia porque igualará la mejor actuación argentina en tenis con el segundo puesto de Gabriela Sabatini en Seúl 1988.