En abril va cumplir apenas 83 años y sigue corriendo. El inoxidable Rubén “Chango” Flores entrena todos los días y participa de cuanta maratón pueda, siempre con alegría y un entusiasmo que contagia. Conocido y apreciado por todos en el ámbito del atletismo provincial, es el maratonista más longevo y su presencia resalta las competencias, ya que su figura encarna los mejores valores del deporte: la propia superación, la buena salud y un montón de amigos. Deportista de toda la vida, don Chango se levanta a las 4:30 de la mañana y a las 5:00 parte hacia la pista del polideportivo municipal, donde hace pasadas de mil metros. Pero eso no es todo, porque a la tarde vuelve para “hacer algo tranquilo, unos 7 u 8 mil metros de trote”, detalló al pasar, como quien cuenta que caminó un par de cuadras. Su casa está repleta de trofeos, medallas, plaquetas y reconocimientos, pero él destacó que “el mejor premio es conversar con los chicos, ellos me alientan y eso me hace feliz. Me carga de energía”.
Chango nació el 4 de abril de 1934 en San Fernando Las Palmas, Chaco, donde fue boy scout y practicó todos los deportes. Hacía ciclismo, jugaba al fútbol, practicaba atletismo y nadaba. “Con 15 años salí tercero en una competencia de aguas abiertas en el río Paraguay, aunque no me querían inscribir porque era el único menor. A los 16 jugaba en la selección de fútbol de Las Palmas y de ahí me ficharon en Sarmiento de Resistencia”, rememoró. Y fue el fútbol la disciplina que más alegrías le dio en su juventud. Jugó en Instituto de Córdoba y Colón de Santa Fe, antes de recalar en Oberá para jugar en Olimpia. También tuvo un paso por el fútbol brasileño, primero en un equipo de Santa Catarina y luego en el Inter de Porto Alegre, donde permaneció dos años y llegó a jugar en el mítico estadio Maracaná. “Fuimos con Carlos Lezcano y fue una linda época. Ahí fue que subí por primera vez a un avión, era con hélices y se sacudía para todos lados. Conocí Honduras, Chile, Perú y Bolivia. Como en esa época Oberá no estaba afiliada a la AFA, cada vez que había un clásico con Atlético veníamos a jugar para Olimpia”, contó con tono pícaro. Ya de regreso en el país, fue uno de los pilares de la selección obereña que animó los campeonatos provinciales de mediados de los 50 y 60, con partidos memorables contra Posadas. “En la final del 55 jugábamos con los posadeños allá y el partido estaba 3 a 3. En esa época no existían los cambios y se lesionó nuestro arquero, Nito Cruz, que se rompió el tabique. Entonces fui al arco y enseguida penal para Posadas. Tuve la suerte de atajar, sacamos la contra para Carlos Lezcano y ahí le hicieron penal a él. Y yo siempre pateaba, entonces corrí desde el arco y también tuve la suerte de hacer el gol del triunfo”, detalló emocionado. Los memoriosos recuerdan que esa noche los campeones fueron recibidos en caravana y al Chango lo llevaron en andas desde el puente del Tuichá hasta el Reloj del Sol, en el centro de la ciudad. “Yo no era muy bueno, pero corría mucho y pateaba fuerte. En esa época se jugaba 4-2-4, entonces los dos del medio tenían que tener siete pulmones”, graficó el Chango. Hoy mantiene esa misma pasión y entrega, a los 80 años. A mediados del 2012 le extirparon 26 centímetros de intestino. “Pero el doctor me dijo que ató bien con alambre para que siga corriendo”, dijo entre risas y con ganas de salir para la pista. Por Daniel Villamea |