“Para nosotros Willy era Kobe Bryant”, me dijo alguna vez el Jose Fabio en una de la tantas entrevistas de básquetbol. Y qué gran definición, porque Willy Lescano fue uno de los grandes ídolos del deporte misionero de la década del 80 jugando para varios equipos, donde se destacó por su talento y su carácter, dos atributos que pocas veces coinciden en uno.
En 1984 fue integrante de la Selección de Misiones en el Campeonato Argentino que se jugó en la provincia, donde fue compañero del gran Ernesto “Finito” Gehrmann. Difícil hablar del Willy sin que la emoción se imponga, ya que es parte de hermosos recuerdos deportivos. Cómo olvidarme de aquella primera experiencia de Oberá en la Liga Nacional, allá por 1986, cuando vimos a los primeros jugadores norteamericanos en la cancha del Complejo. Era tanto el furor, que los chicos nos sentábamos en un costadito del parquet porque no entraba un alfiler más en las tribunas. Como si fuera hoy, me acuerdo una jugada del Willy, que sin margen para hacer otra cosa, le tiró un caño a un yanqui y definió en bandeja bien arriba. Tenía tiro de media y larga distancia, recursos para anotar en la pintura y de contra te mataba. Imparable en el uno contra uno.
Dueño de una genética para las mejores prestaciones deportivas, en una época donde la preparación física no tenía tanta incidencia. Puesto a entrenar como los jugadores de hoy, no tengo dudas de que Willy sería un alero de Liga Nacional. También jugó al vóley y al fútbol en la Liga Obereña, y corrió varias carreras de calle. Ya más grande se dedicó a entrenar cadetes y juveniles, siempre insistiendo con que “hay que tirar mil tiros por día”.
Pepe Martínez y Chopa Panasiuk, dos referentes de nuestro básquetbol, lo ubican en sus quintetos ideales, y eso que algo jugaron los muchachos. Me acuerdo de los comerciales en el Tenis y el Vanguardia, de los torneos en el Complejo y del Willy imparable. No tenía capa, pero casi que era Superman, o Kobe como dice el Jose.
Por Daniel Villamea