Cada día canta mejor
Al cumplirse 82 años de la muerte de Carlos Gardel, el Depto. Municipal de Cultura y la Asociación Amigos de lo Nuestro, recuerdan brevemente, una semblanza del “Morocho del Abasto”, cuya voz y pinta incomparables, continúan seduciendo al público de todas las edades. La biografía del «zorzal criollo» está teñida de leyendas, y su fama póstuma apenas ha menguado con el paso de las décadas.
Carlos Gardel tuvo esa infancia castigada por la adversidad que parece caracterizar a todo héroe arrabalero y triunfador.
A los dieciocho años desempeñó toda clase de pequeños trabajos y ya dejaba oír su aterciopelada voz en esquinas, reuniones familiares y garitos, siempre rindiendo culto al coraje, y santificando la lealtad a los amigos.
Por aquel entonces, ese «pensamiento triste que se baila» llamado tango, comenzaba a hacer furor en París. Carlos, prueba fortuna en algunos cafés de los barrios, en los que se presenta con el sobrenombre de «El Morocho», manifestando una aguda sensibilidad y un temperamento artístico completamente original.
Con él surge el tango canción o tango con letra, escasamente cultivado hasta ese momento y que Gardel estaba destinado a dar a conocer en todo el mundo.
Cuando en 1915 forma pareja con José Razzano, intérprete de tangos que ya goza de alguna fama, ninguno de los dos sospecha que en pocos años van a convertirse en ídolos tanto de los entendidos como de un amplio sector de público.
El tándem se mantendrá hasta 1925, año en que Gardel debió partir solo hacia Europa. José Razzano, aquejado de una enfermedad en la garganta, había decidido abandonar el canto. Esta desgracia de su compañero significará, no obstante, la fama internacional para Gardel.
La voz, la estampa y la simpatía de Gardel arrollaban, especialmente entre las mujeres. Sus películas, contribuyeron a incrementar su fama, gracias a su magnífica voz y a su fascinante personalidad.
Nadie es capaz de imitar el fraseo de Gardel ni su habilidad para metamorfosearse en los personajes de sus canciones. Además, su figura simpática, mezcla de pícaro y ganador siempre bien vestido y repeinado, se convierte en un modelo para los porteños. Era un triunfador nato, modelo de «el que llegó», un mito rioplatense admirado por los hombres y adorado por las mujeres.
En 1934, después de haberse paseado por escenarios de Europa y Estados Unidos, Carlos Gardel inició una gira por toda Hispanoamérica.
El 24 de junio de 1935, cuando se encontraba en la cúspide de su fama, el cantor murió en un accidente de aviación, dando origen al mito, a la leyenda.
Gardel viajaba de Bogotá a Cali en un F-31 de la compañía Saco. Hecha escala en Medellín, el avión recorrió la pista para alzar el vuelo, pero apenas había despegado se precipitó a tierra, chocando con otro avión alemán que esperaba en la cabecera de la pista.