La vieja canchita del barrio se convirtió en capuera, ya no hay pelota ni gritan goles a la siesta. Pisando lo que era un área, sobresale una tumba donde descansan los restos de un joven apuñalado en junio del año pasado en medio de un partido de fútbol.
Lucas Rivero tenía 18 años y vivía frente a la cancha del barrio Caballeriza.
“Yo era amigo de Lucas, siempre tomábamos tereré y jugábamos al fútbol. Ese sábado que lo mataron yo estaba por ir a la cancha para entrenar, porque aprovechaba para correr en el pasto. Pero al final fui a correr a otro lado. Si no, no sé qué hubiera pasado”, reflexionó Agustín Da Silva (19), uno de los mejores atletas misioneros de la actualidad.
El último sábado, el obereño se consagró campeón argentino U20 en el 43º Campeonato Nacional de Cross Country que se disputó la provincia de San Juan.
Fue su tercer título nacional en tres años de actividad; su evolución es notable y su proyección no tiene techo, a pesar de todas las privaciones que afrontó en su vida.
Aún hoy, siendo un deportista de elite, vive en una casa sin acceso a la red de agua potable y su familia debe recurrir a la canilla pública, entre otras limitaciones.
Y la tragedia del chico apuñalado en la canchita sintetiza el drama social que afecta a Caballeriza y otros barrios, donde las drogas hacen estragos y los jóvenes carecen de incentivo para encarrilar sus vidas.
Pero Agustín encontró su lugar en el atletismo, vio los resultados y hoy es un chico con un montón de proyectos.
“Sin esfuerzo no se consigue nada. Yo entreno seis días a la semana y para ir a entrenar tengo una caminata de una hora. Me tengo que esforzar muchísimo, pero si parás dos días ya sentís. Por eso hace falta voluntad y constancia”, remarcó.
Batallas de la vida
Ayer, en diálogo con El Territorio, se mostró satisfecho por el logro obtenido en San Juan, donde se impuso con autoridad en la prueba de ocho kilómetros, relegando al segundo puesto a José Zabala, la joyita del atletismo santafesino.
“Es uno de mis mejores resultados y estoy muy contento, pero hay que seguir entrenando cada vez más fuerte”, subrayó.
La fortaleza que lo caracteriza no es casual, sino fruto de una infancia pobre, al punto que a los trece años abandonó el colegio porque tenía que trabajar para ayudar a su mamá. Siendo chico ya peleó batallas de la vida que lo fortalecieron para la pista.
“Yo tarefeaba, dormía en los campamentos y cada 15 días volvía a mí casa. Eso me hizo muy fuerte para encarar las cosas. En los barrios hay muchos chicos que pasaron por lo mismo, son muy valientes y cuando logran ver algo lindo se proponen y luchan por eso. Pero hace falta que los incentiven porque muchos están desmotivados y les falta consejo”, lamentó.
Agustín alterna los entrenamientos con el estudio. Cursa cuarto año en el Centro de Educación Polimodal (CEP) 46 y contó orgulloso que en el primer trimestre aprobó todas la materias.
La contracara es que nota mucha desidia entre sus pares, tanto en el barrio como en el colegio. Al respecto, alertó que “hay muchos vicios, como en todos los barrios. La mayoría de los chicos están en problemas y se pierden. No estudian, tal vez van a la escuela pero ni saben para qué van. En mi curso hay chicos que repitieron tres años”.
Y agregó: “El año pasado, de casi 40, sólo cuatro no nos llevamos ninguna materia, y a cuarto pasamos sólo nueve. Ahí se nota la falta de incentivos y de apoyo en las casas”.
Volver a empezar
En su corta carrera logró enormes resultados, al tiempo que trata de aportar sus vivencias para incentivar a otros jóvenes.
“Nunca imaginé llegar a este nivel, los viajes y conocer el país. Gracias al deporte aprendí muchísimo y cada día aprendo algo más, con el entrenamiento, las competencias y la gente que voy conociendo. Me gustaría que más chicos hicieran deportes, no saben de lo que se pierden”, indicó.
Anticipó que en el septiembre quiere organizar un evento en su colegio, porque “hay muchos chicos con condiciones, incluso más condiciones que yo, pero no tienen constancia. Lo principal es el esfuerzo, no necesitás tantos lujos para entrenar bien, yo empecé con una remera, un short y par de zapatillas bien comunes”, recordó.
Sin mucha vuelta, reconoció que “hace un poco más de cuatro años también estaba perdido. No sabía que tenía que ir a estudiar, trabajaba pero no tenía rumbo. Tuve la mala suerte de que mi familia no está apta para darme un consejo, como que estudie para mi futuro”.
Fue así que una tardecita, justo cuando se encontraba en casa de su madre preparando su bolso para volver a la tarefa, llegó una docente conocida y le propuso que termine la primaria.
“En un mes la sorprendí por mis logros. Así recuperé la esperanza de poder hacer la secundaria y ahora ya estoy en cuarto año. Esa maestra me aconsejó y me ayudó mucho”, agradeció.
También destacó la figura de su entrenador Fabián Romaszczuk y a sus auspiciantes, desde empresarios hasta comerciantes que le dan mercadería para mejorar su alimentación. Además, cuenta con una beca deportiva de la provincia.
Contó que le gustaría estudiar kinesiología, pero aún le quedan muchos años de competencia. “El pico de rendimiento llega entre los 24 y 26 años, o sea que esto recién comienza y tengo mucho para mejorar”, remarcó.
Por Daniel Villamea – territoriodigital