“Entré 15 minutos, pero parece que corrí como tres horas”, bromeó Richard Silva (34) tras su regreso a las canchas con la camiseta de Atlético Oberá, con el humor intacto a pesar de los sinsabores de los últimos meses. Y la fiesta resultó completa, porque fue con triunfo 1 a 0 como visitante en el clásico ante Ex Alumnos 185 (ver página 4).
Pero el resultado, sin dudas, es más que anecdótico, ya que la victoria del domingo trascendió lo deportivo y coronó el éxito sobre el cáncer que lo aquejó y lo alejó del fútbol, su gran pasión de toda la vida.
Así, a casi un año del primer diagnóstico, el 6 de agosto pasado su médico de cabecera le notificó que todos los análisis arrojaron valores normales y está curado, por lo que recibió el alta para retomar sus actividades habituales.
“La semana previa al último análisis me sentía muy bien físicamente y con mucha fe, muy positivo. Cuando el doctor me dio los resultados lo primero que le pregunté fue si le podía dar un abrazo, porque era tanta la alegría y el agradecimiento que tenía. El doctor me dijo que fue increíble lo rápido que me recuperé y que ayudó mucho el hecho de hacer deporte”, subrayó.
Se tomó unos días para recuperar fuerzas y hace diez días comenzó a entrenar con el plantel de primera división de Atlético Oberá que dirige Bruno Smorczewski. El sábado, el DT le anticipó que iría al banco y lo invadieron emociones encontradas.
“La verdad que fui cayendo de a poco”, graficó ayer en diálogo con El Territorio, y agregó: “Me dieron la 13, pero ni pensé en eso, porque a la yeta ya le gané por goleada”.
Lágrimas de emoción
Promediando el segundo tiempo lo mandaron a calentar y se intensificó la procesión por dentro. Recordó los duros momentos de la quimioterapia, la incertidumbre y los temores lógicos, pero también pensó en todo el apoyo que recibió por parte de su familia y amigos.
“Me pasaron muchas cosas por la cabeza. Justo fue en cancha de Ex Alumnos, club del cual soy hincha y donde jugué mucho tiempo. Y la gente me trató muy bien, a pesar de la rivalidad con Atlético. En un momento no sabía si llorar o reírme”, reconoció satisfecho.
Llegó el momento del cambio, se persignó y agradeció al cielo por la vuelta soñada. “Cuando entré sentí escalofríos, todos los jugadores me felicitaron y disfruté ese rato. La verdad que me fui feliz de la cancha. Después en el vestuario mis compañeros me hicieron una ronda y lloré de emoción. No aguanté tanta alegría”, rememoró el aguerrido central.
A pesar del cansancio lógico por la falta de ritmo, contó que se sintió muy bien y de ahora en más irá incrementando la exigencia en los entrenamientos. Fortaleza le sobra, como demostró en los últimos meses.
Al respecto, subrayó que “siempre tuve fe y fui muy positivo, pero tuve bajones como cualquiera. Cuando iba a la quimio en el Hospital Madariaga hablaba con gente que hace dos, tres, cinco años que están luchando contra el cáncer y me preguntaba si también me iba a costar tanto. Gracias a Dios todo se dio demasiado rápido, pero tengo que seguir con controles mensuales”.
“Señales”
A lo largo de su trayectoria en el fútbol local y provincial, Richard Silva supo cosechar el respeto y cariño de sus colegas, como quedó demostrado con el partido a su beneficio que se realizó el 24 de junio pasado en el estadio del polideportivo Ian Barney.
“Todavía no caigo de toda la gente que se preocupó por mí, incluso gente que ni conocía, ya sea con un mensaje, una oración o cualquier aporte. Nunca pensé que la gente me daría tanto cariño y apoyo en el momento más difícil de mi vida”, agradeció.
Precisó que el 8 de octubre del año pasado le detectaron la enfermedad y salió llorando del consultorio médico. Lo asaltaron mil dudas y se refugió en su familia.
Mencionó que “fue todo muy rápido, sentí dolores y enseguida me hice los estudios que dieron cáncer. Me lo extirparon y comencé el tratamiento con análisis, tomografías e iba todo bien”.
“Me sentía muy bien y jugué el torneo del Interior con Atlético Oberá de la mejor manera. Pero en marzo tuve una descompensación, me hice los estudios y había vuelto el tumor. A veces uno no se explica cómo suceden estas cosas, pero lo dejé todo en manos de Dios”, subrayó.
Su fe se mantuvo inquebrantable y tuvo “señales”, como él mismo definió: “El 7 de septiembre del año pasado me operaron y al otro día mi hijo empezó a caminar. Para mí, esa y otras fueron señales de que iba a salir todo bien”.
Hoy se encuentra dedicado de lleno a su pasión, ya que da clases en la escuela de fútbol de Atlético Oberá. “Cuando me detectaron la enfermedad ya estaba trabajando y los dirigentes me dijeron que me tome todo el tiempo que necesite, que las puertas siempre iban a estar abiertas. Por eso, no tengo palabras para agradecer tanto cariño”, destacó emocionado.