Cumplidos 20 años de su detención, Pedro Luis Vieyra Duarte (45) inició los trámites para la libertad condicional y su perfil psicológico está siendo analizado por profesionales del Cuerpo Médico Forense, quienes determinarán si está apto para reintegrarse a la vida en sociedad. Así, a fin de año podría volver a ser un hombre libre.
Un dato no menor indica que desde hace un año y medio el hombre goza de salidas transitorias, por lo que cada quince días abandona la Unidad Penal II para visitar a sus parientes en cercanías del Hospital Samic y hasta el momento su conducta fue intachable, no tuvo problemas y siempre regresó en tiempo y forma.
En tanto, desde la cárcel de Oberá comentaron que el recluso posee una conducta ejemplar y realiza tareas de mantenimiento y parquizado.
Pero no siempre fue así. El 28 de octubre de 1997, Vieyra Duarte asesinó a María Cecilia Banchero (29) y a dos hijos de ésta, Julieta (8) y Sebastián Di Liscia (12).
Los menores fueron apuñalados y degollados; la madre fue asesinada a martillazos y cuchilladas. Luego, los tres cuerpos fueron lanzados al pozo de la casa que habitaban las víctimas.
Si bien el primer acusado fue Fernando Zarke (30), concubino de Banchero y padrastro de los tres hijos mayores de ésta, las pesquisas determinaron que el autor material del hecho fue Vieyra Duarte. Pero el asesino no actuó solo y contó con un cómplice impensado, otro niño de apenas 11 años, hijo y hermano de las víctimas.
“En el juicio quedó establecido que los homicidas mantenían una relación homosexual y el menor cumplía el rol activo”, recordó una fuente judicial.
En septiembre de 1998 el mayor fue condenado a prisión perpetua y quedó confinado en la Unidad Penal II. Al ser inimputable, Matías fue trasladado a Buenos Aires, donde tenía parientes y comenzó una nueva vida.
Amistades peligrosas
El horrendo hecho se registró el 28 de octubre de 1997, alrededor de las 21, en la vivienda de calles Tartagal y Goya, Villa Mosquere. Según se estableció, Banchero y Zarke dejaron a los menores en compañía de Vieyra Duarte, quien se había hecho muy amigo del nene de once años.
La mujer y su concubino eran oriundos de Buenos Aires y desde hacía cuatro años residían en Oberá. Banchero tenía tres hijos de una relación previa y con Zarke tuvo otras dos criaturas, las que el momento de la masacre tenían uno y tres años. Esa noche la pareja salió y llevó consigo a los dos más chicos, circunstancia que les salvó la vida.
Según el expediente, Vieyra Duarte ahorcó primero a Sebastián y después a la pequeña Julieta, que dormía en la cama de abajo de la misma cucheta.
Luego instó al menor implicado para que apuñale a su hermanita, tras lo cual el sujeto hizo lo mismo con Sebastián, a quien le propinó varias puñaladas. Luego degollaron a las dos criaturas y las taparon con sábanas en sus propias camas.
Al llegar, Banchero fue ver a sus hijos, que supuestamente dormían, cuando Vieyra Duarte aprovechó para acercarse por detrás y asestarle un martillazo en la cabeza.
La remató a puñaladas y le cortó al cuello, como sus hijos, tras lo cual lanzó los cuerpos a un pozo ubicado en el mismo terreno. La pequeña Julieta aún estaba con vida y falleció ahogada, determinó la autopsia.
Zarke llegó alrededor de media noche y no encontró a su concubina ni a dos de sus hijastros. Comenzó a revisar la casa y se encontró con un baño de sangre.
En los sucesivos interrogatorios, Vieyra Duarte y el menor cayeron en contradicciones y terminaron confesando. Se presume que la dificultad para blanquear la relación sentimental que mantenían fue el motivo por el que cometieron el horrendo crimen.
Fuente: territoriodigital
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