Las lágrimas de Victoria Aguirre fluyen incontenibles cada vez que rememora lo que pasó con su hija Selene, pero intenta reponerse porque necesita contar su historia. Hace dos años y medio está presa en el Instituto Correccional de Mujeres de Villa Lanús esperando justicia. “Lo que más quiero es saber cómo murió Selene”, sostiene.
Se seca la cara con las manos, levanta la mirada y cuenta: “Nosotras vivimos con él (Rolando Lovera, 33 años, su ex pareja que permanece preso) aproximadamente 28 días, fue el 31 de diciembre y el 29 de enero del 2015 Selene estaba muerta.
Al principio estábamos bien, éramos una pareja normal como cualquiera; teníamos planes de armar una familia”. Pero a partir del 21 de enero, cuando los padres de Lovera se van de vacaciones y le piden que cuide la casa, se desató un monstruo.
Rolando Lovera trabajaba como sereno en la arenera Simón, de Oberá. El 21 de enero del 2015 un episodio puso a Victoria en alerta: “Aproximadamente a las 10 de la noche agarró a mi hija y la empezó a sacudir de arriba hacia abajo, chocándola contra su pecho varias veces. Ella tenía calcificaciones en el cerebelo a raíz de un virus intrahospitalario. Le dije que no podía sufrir golpes, ni asustarse, ni llorar fuerte porque iba a convulsionar. Pedí que la soltara porque por su enfermedad ese movimiento le iba a hacer mal, y me trató agresivamente preguntando si le estaba culpando del problema de mi hija. Él nunca fue así con nosotros. Cuando pude la saqué de sus brazos, y empezó a pegarnos”.
Desde ese momento todo fue un espiral de violencia: Lovera las amenazaba con un arma, las dejaba encerradas durante el día en la casa, y por la noche las llevaba con él a la arenera hasta las 6:00 del día siguiente. Tiró su celular contra la pared y lo rompió para mantener a Victoria incomunicada.
“Me obligaba a tener relaciones sexuales, y amenazaba con golpear y matar a mi hija con un arma que siempre tenía con él. Nos pegaba a las dos, entonces yo me ponía arriba de su cuerpito para que ella no sintiera los golpes. Dos veces me pegó en la nuca, una vez fue tan fuerte que perdí la movilidad de mi cuerpo”, relata en la Unidad Penal V ubicada en las afueras de Posadas.
Según Ley 26485, el de Selene es un femicidio vinculado
Entre lágrimas Victoria desgrana su historia. Mira de frente y habla muy segura. Cuando ocurrió el femicidio vinculado de Selene -según la Ley 26.485, de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, se debe caratular bajo esa figura- hacía un año que conocía a Lovera, y seis meses que llevaban de novios. Señala que antes nunca se había manifestado tan violento, y sabía de la enfermedad de la niña de dos años y medio.
“Pero a partir de ese episodio de violencia, se terminó todo lo que yo sentía por ese hombre. En varias oportunidades le dije que no me hiciera elegir entre mi hija y él porque ella siempre estaría primero. Selene era mi razón de vivir, mi motor, y por ella seguía adelante. Fueron ocho días de terror. No tenía mi celular porque lo tiró contra la pared. Mi mamá mandaba mensajes y él respondía que yo estaba de vacaciones en San Ignacio, y a mí me amenazaba que si gritaba, iba a matar a Selene, o nos iba a matar a las dos, que tenía contactos y no iba a ir preso por pavadas…” explicó Victoria.
“Amenazaba a mi hija con un arma”
Las vidas de Victoria y Selene se convirtió en un calvario. Rolando Lovera las tenía encerradas en la casa, con las llaves en su poder, y ella no podía buscar ayuda porque el hombre estaba constantemente cerca. “No me dejaba salir, ni hablar con nadie, nos trasladaba de la casa a la arenera en auto o en la moto. Una vez me hizo llamar a mi papá para que le dijera que estábamos bien, mientras apuntaba a mi hija con un arma. Entonces lo tranquilicé (a mi papá), le dije que el fin de semana iba a aparecer, y me respondió que el domingo nos iba a ir a buscar porque hacía muchos días que no nos veía”, expresa y nuevamente sus ojos se llenan de lágrimas.
“Jamás pensé que me iba a pasar algo así. Hice todo lo que pude para evitar que la golpeara, a veces no sabía cómo reaccionar, porque todo lo que decía le caía mal, y de repente cambiaba su ánimo agresivo y de un momento a otro pasaba a ser un hombre tierno”, evoca.
Médicos cómplices del maltrato
La joven de 24 años rememora sus miedos y lo siente en el cuerpo. “Empecé a tener mucho miedo y decidí seguir protegiendo a Selene de sus golpes, esperaba que llegara el domingo y mi papá nos fuera a buscar, porque yo sabía que si no nos encontraba, iba a preguntar, iba a hacer la denuncia, no se quedaría quieto”.
Antes del fatídico día, llevó a la nena al Hospital del Samic de Oberá, pensando que si la veían golpeada, llamarían a la policía y eso sería un respiro; pero al final no hicieron nada. “Me acorralaron a mí y a Selene la dejaron en la camilla al lado de él, y me preguntaban si mi marido me pegaba. ¿Qué podía responder? El empezó a gritarle a la doctora, le hizo un gesto amenazante con la mano”.
Los médicos se mostraron indiferentes, y Victoria perdió las esperanzas. “Cuando iba a ir a firmar el alta pensaba en escribir el nombre de mi mamá o de algún familiar para que desde el hospital les avisaran; pero no pude porque él vino y se paró a mi lado. Cuando salimos me agarró de la remera y me dijo que si lo denunciaba, no iba a ver a mi hija nunca más. Mil veces le dije quería irme a mi casa, que me dejara, o que se fuera y yo me quedaba sola con Selene porque no quería estar más con él. Sentía odio, bronca, le tenía miedo, no sabía qué hacer, cómo reaccionar. Tenía terror”, repite una y otra vez.
Silencio que oprime
Victoria también recuerda que una vez fue con Lovera al supermercado, y se encontró un conocido de su padre, Juan Amarilla.
“Le pedí por favor que le avisara a mi papá que él nos golpeaba, y me dijo que no se iba a meter en una relación de pareja, porque cualquiera puede recibir un golpe, y no está bien que en el medio se meta un tercero, y ahí quedó, ese hombre nunca dijo nada”.
“Me dolió que esos jueces no me creyeran”
Otra de sus pesadillas fueron los días de julio en que soportó el juicio oral y público en la sede del Tribunal Penal 1 de Oberá. Victoria está imputada por homicidio agravado por el vínculo -y podrían condenarla a reclusión perpetua-, mientras que a Lovera lo imputan por homicidio simple.
Por el hostigamiento que sufrió, le duele que el Tribunal no le creyera. “No sé qué piensan los jueces; pero si yo hubiera querido lastimar a mi hija, sólo con saltearme una dosis de su medicamento, ella hubiera tenido un paro respiratorio. Selene era mi vida,¿por qué iba golpearla?”, pregunta.
Para graficar cuánto la cuidaba , recuerda que cuando Selene tenía tres meses, el neurólogo le diagnosticó hidrocefalia y le explicó a Victoria que la nena no tendría muchos años de vida. “Después un ecógrafo me dijo lo mismo. Para mí eso era como decirme que no había esperanzas. En el primer tiempo no sabía cómo enfrentarlo porque además todo era muy costoso. Cuando ella tenía un año y seis meses conseguí que se reunieran los neurólogos de Posadas, y un pediatra, y le hicieron un electroencefalograma y así supieron en qué parte del cerebro tenía las calcificaciones, y me anticiparon que ella no iba a caminar, ni hablar, que debía tener un cuidado extremo. La medicaron y anduvo bien”.
“Cuidé a mi hija y ella tenía avances”
En agosto del 2014 Selene tuvo un paro cardíaco, le pusieron unos tubos y la trasladaron a Posadas porque en Oberá no tenían los aparatos para conectarla. En el Hospital de Niños, la pediatra comunicó a Victoria que se preparara porque ese era el principio de varios paros cardiorespiratorios que podía tener, y que generalmente los chicos con esa patología no sobreviven. “Ignoré totalmente ese mensaje, porque también me habían dicho que no iba a a caminar, ni entender, que no se iba a sentar, y ella ya se sentaba solita y gateaba. Yo la paraba, le sujetaba las manos y caminaba, le hablaba y me entendía, por eso no tomé en cuenta lo que me dijo la doctora. Pero jamás pensé que iba a pasar esto”, susurra entre lágrimas.
Victoria siente la orfandad de alguien a quien le sacaron su razón de vida. “Creo que los jueces no vieron sus estudios, ni lo que hice por ella, por eso piensan que la maté, no entiendo, no me cabe en la cabeza hacer una cosa así”.
“Selene no respiraba y le imploré que me llevara al hospital”
El 29 de enero de 2015, estando en la arenera, a las cinco de la mañana, Lovera sacudió a Victoria, que se había quedado dormida, aparentemente dopada -porque solo recuerda que después de beber un jugo preparado por Lovera tuvo mucho sueño-. La joven miró alrededor y vio a la nena en una silla desnuda de la cintura para abajo, parecía dormida, fue a buscar el chupete por si se despertaba, y cuando volvió, Lovera la tenía en brazos y había llamado a un remise para que las llevara a la casa. Cuando Victoria subió el vehículo, él colocó a la niña en su regazo y las siguió con la moto. “Cuando llegamos, le dije que Selene no respiraba; ya le había hecho los primeros auxilios como cuando tenía convulsiones, pero no reaccionaba. Él se agarró la cabeza y me dijo: ‘esperá, vamos a ver qué hacemos’.
Le pedí que me lleve al hospital para que la revisen. Entonces me empujó contra la pared, me tapó la boca, y me ordenó que le diga al médico que ella convulsionó y se cayó. Le dije que sí con tal de que me llevara. Fuimos al hospital en moto y me dejó ahí. Cuando la doctora la vio me dijo que ya no había nada más que hacer, que mi nena estaba muerta”, y nuevamente desborda en llanto.
Saber la verdad
La autopsia determinó que Selene tuvo un fuerte golpe en la cabeza que le provocó un derrame y un paro cardiorrespiratorio. Victoria Aguirre cree que Rolando Lovera la golpeó en la arenera cuando ella se quedó dormida.
“Enseguida vinieron los policías, me esposaron y me llevaron a la comisaría. Yo les preguntaba de qué murió y ninguno me contestaba”.
Desde ese momento solo piensa en qué momento la golpeó… “Creo que fue a la madrugada cuando me quedé dormida. No recuerdo, no tengo nada en mi mente. Pienso y no sé qué pasó. También por eso decidí ir al juicio, porque quiero que me muestren, que me digan cómo murió mi hija, que él responda por qué lo hizo. Nunca pensé que iba a pasar algo así”, repite.
Cuando se le pregunta que espera de aquí en más, Victoria no duda: “Quiero que se sepa la verdad, que no mientan, porque me da la sensación de que ese hombre está encubriendo todo. Que me digan cómo golpeó a mi hija o qué le hizo para que ella tenga ese golpe que la mató”.
Y refiere su otro deseo: “Espero salir de este lugar. Sueño con ir a mi casa, necesito estar con mi familia, caer en la realidad de que no voy a tener más a mi hija conmigo. Cuando murió Selene, yo tenía golpes en el cuerpo, pero en ese momento no sentía nada. Era como estar en otro mundo. No quería creer que ella estuviese muerta. No sentía mi cuerpo. Y a medida que fueron pasando los días, me dolían los brazos, como si estuvieran hinchados, una chica que me vio cuando quedé detenida me dijo que tenía la espalda azulada, llena de moretones. Pero en la policía nadie me preguntó nada, ni me llevaron al hospital para que me revisen. Sólo me preguntaron si me dolía algo y me metieron en la celda”, recuerda con dolor.
“Siento que los jueces me culpan de lo que pasó”
Sobre el juicio que quedó trunco hace tres meses por la recusación que su ex abogado, hizo al Tribunal (ahora la patrocinan los abogados Roxana Rivas y Eduardo Paredes) y que se retomaría en el 2018, expresa: “Me dio la sensación que en el juicio le creían a Lovera más que a mí, como que ellos (los jueces) me culpaban de lo que pasó y a él lo trataban como si no hubiera tenido nada que ver, que lo que decía estaba bien, no le preguntaban una y otra vez, y a mí me cuestionaban todo. Me pareció que no querían la verdad, y no revisaron ninguna de las pruebas”.
Cuando se le menciona las movilizaciones que genera su caso, sonríe agradecida: “Me cuenta mi hermana Claudia, y me lo hacen saber las chicas cuando vienen a visitarme, y agradezco muchísimo a las mujeres, a todos los que están afuera (las organizaciones que militan por su libertad) acompañándome, y ojalá que lo que me pasó a mí, no lo sufra ninguna otra mujer”, subraya.
En la Mesa por la Libertad y Absolución de Victoria Aguirre, espacio que comparten diversas voces del movimiento de mujeres, se expande la consigna “Victoria yo te creo”, cargada con la intención que la Justicia la haga suya, abra sus ojos, la escuche y le crea a esta víctima de la violencia machista y clasista. Creerle a Victoria ahora que lo puede contar, y no como ocurrió con otras victimas que padecieron femicidio, la cara más cruel de la violencia.
“Al principio sufrí mucho en la cárcel”
Acerca de como transcurren sus días en el Penal al que llegó el 29 de abril del 2015, antes estuvo tres meses en la Comisaría Tercera de Oberá, la joven cuenta que al principio fue un horror. “Las celadoras de entonces y las compañeras de celda eran muy agresivas conmigo: a la hora de limpiar me tiraban el balde al piso, me pateaban, dejaban que limpie sola, hasta que tuve la oportunidad de decirles que era injusto lo que me hacían, guiadas por lo que decía la carátula de mi causa.
Después pude hablar con los distintos directivos (al principio eran otros), y gracias a Dios se resolvieron las cosas. Hubo un cambio de jefa -en febrero asumió la alcaide mayor Teresa Angelina Mykietyn, y como subdirectora a la alcaide principal, Claudia Silveira- y de a poco fui relacionándome con las chicas”, resalta más tranquila.
Cercanía y apoyo de su familia
Actualmente hay 47 internas en el Penal. Victoria fue designada para trabajar en la panadería, y esa era su vía de escape en ese momento; otra cosa no sabía qué hacer, y ahora sigue en la panadería porque le gusta. “Mi primer contacto con el personal fue la encargada, y ella me habló mucho, me contó como manejarme ahí adentro y me ayudó”.
Pero reitera que los primeros meses fueron muy difíciles. “Todo me costaba, y cuando me visitaban mis papás los fines de semana, al ver que se iban, sin saber cuándo sería la próxima visita, se me partía el alma, porque sé cuánto les cuesta viajar desde Oberá. La situación económica de mi familia no es buena, mi papá es albañil y mi mamá ama de casa; somos siete hermanos; pero la más grande falleció… Y bueno, saber que ellos también están enfrentando algo difícil, me pesa. Mi familia siempre me acompañó, mi hermana Claudia, que es la más grande está desde el primer día, no baja los brazos nunca, está ahí, esperando mi libertad, y para mí eso es muy valioso”, dice sonriendo.
Recibe cartas de gente que conoce su historia
En la cárcel Victoria busca como ocupar su tiempo. Cuando fue detenida estaba en tercer año del magisterio, y por eso habló con el director de la escuela para ayudar a las docentes. Estuvo dos años con la maestra de tercer ciclo, y ahora pasó a colaborar con el profesor de la Escuela Secundaria Abierta (ESA), y siente que está aprendiendo muchísimas cosas en ese curso acelerado para los que terminaron la secundaria.
“Es un profesor de lengua y literatura con él aprendo muchísimas cosas, a pesar de que nunca me gustó esa materia; pero ahora la puedo ver de otra manera. Leí de todo en este tiempo. Alguna gente que conoce mi historia, me escribe cartas; me escribieron dos chicas de Brasil y otras de Mendoza dándome aliento”, se entusiasma
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La obereña también insiste en destacar el acompañamiento y la fuerza que le imponen las “chicas del movimiento feminista”, que siempre están. También la visitó personal de Derechos Humanos de la provincia, “y en especial agradezco a la diputada Myriam Duarte, que es de Oberá como yo y siempre está en contacto conmigo y mi familia.
Me ayudan un montón esas presencias. Además voy registrando todo porque cuando salga de acá, quiero escribir y contar mi historia. Ahora empecé a juntar todas las cartas, las fotos, voy marcando las fechas. Todo eso me hace sentir mejor. Además aprendí a hacer muchas cosas acá adentro: panadería, crochet, a pintar algunas cosas. Hasta aprendí a jugar al voley. Lo importante es aprender a convivir con personas que nunca conocí antes, y entre todas nos ayudamos, a veces con una palabra, escuchando, compartiendo. Siempre fui muy familiera y lo poco que tengo lo comparto con las chicas. Creo que esos momentos son los que más rescato de este lugar”, remarca.
“Cuando salga voy a ayudar a las chicas presas”
La joven expresa que nunca imaginó estar privada de su libertad. Ni visitar a alguien en una cárcel. “Estar presa es algo muy triste pero también se puede aprender mucho. Por eso en la medida que puedo trato de ayudar a las chicas que no reciben visitas. Hay algunas que no tienen ninguna compañía. Y por eso cuando me preguntan qué necesito, pido cosas que nos puedan servir a todas, algo en común, por ejemplo colchones, tenemos pocos y en malas condiciones. En el futuro, cuando esté afuera voy a tratar de ayudar a las chicas que lo necesitan, traerles elementos de higiene y esas cosas, porque cuando una cae acá viene sin nada, nadie piensa voy a caer presa así que me voy a preparar un bolsito de ropa”, indica con ironía.
“Estudié magisterio por mi hija”
En la oficina de la directora del Penal, donde se desarrolla la entrevista, Victoria Aguirre se reconoce inocente, y a pesar del hostigamiento que sufrió en el juicio -que con la conformación de un nuevo Tribunal se retomará el año próximo- confía en la Justicia. Y por eso planifica un futuro lejos de la cárcel.
“Estudié magisterio con el objetivo de ayudar a mi beba, que progrese, y que sea igual a otros chicos. Estudiaba para saber como enseñarle, porque cuando hacía mis prácticas, veía a los chicos con capacidades diferentes, y de ellos aprendí: Si ellos pueden, mi hija también va a poder, y eso me ayudaba. Pero ahora si tengo que retomar esa carrera no sé si lo haría, creo que me gustaría pedagogía, enfermería, para ayudar a los chicos. Todavía no lo pensé mucho; pero quiero hacer algo que sea productivo, que pueda aportar a los demás, cuando me den la libertad”, resalta sonriendo, y vuelve a su celda con esa esperanza en sus ojos” reconoce.