La vida de Nicolás Machado (18) constituye una historia de superación constante que inspira y emociona. Al nacer sufrió desprendimiento de retina y perdió la visión, pero eso nunca fue impedimento para destacarse en el estudio y los deportes. El joven asiste al Bachillerato Orientado Provincial (BOP) 105, finalizó cuarto año con el mejor promedio y se convirtió en el primer abanderado obereño no vidente. El viernes recibió los honores y lo celebró con familiares, amigos y profesores.
Asimismo, en la última sesión el Concejo Deliberante le otorgó el Diploma al Mérito “por su espíritu de superación y ejemplo de inclusión”, subrayaron.
Además de excelente estudiante, Nico se destaca como atleta y obtuvo dos medallas en los recientes Juegos Nacionales Evita para deporte adaptado, en la provincia de Chaco. En la ocasión obtuvo el segundo puesto en salto en largo y el tercero en 100 metros llanos.
“Es muy responsable, muy compañero. Es un orgullo que sea parte de nuestra institución. Cuenta con el apoyo de su docente especial y de sus padres. No hay muchas modificaciones desde lo pedagógico, porque pone mucho esfuerzo en estudiar”, destacó Ana Carla Casales, directora del BOP 105.
En tanto, el profesor Jorge “Chino” Flores, su entrenador deportivo, ponderó “las ganas que tiene Nico y su compromiso en con el entrenamiento, para lo que es fundamental el apoyo incondicional de sus padres”.
Nunca la limitación visual fue impedimento para su óptimo desarrollo intelectual y social. Nico tiene amigos, amigas y nunca se refugió en la autocompasión. Es más, de chiquito aprendió a andar en bicicleta. Y va por más: “Cuando termine la secundaria quiero ser abogado y me gustaría ayudar a la gente”.
Su voluntad y sus ganas son claves en el día a día, como también el incondicional acompañamiento de sus padres, Albin Machado y Cristina Paredes. En diálogo con este diario, contaron que nació prematuro y permaneció un mes y medio en incubadora, donde sufrió un desprendimiento de retina por exceso de oxígeno. Viajaron a Buenos Aires, donde lo operaron tres veces, pero no recuperó la vista.
De todas formas, sus padres siempre lo estimularon y contó con asistencia de buenos profesionales. “A veces no teníamos dos pesos para viajar a Posadas para el tratamiento, entonces recurríamos a los vecinos y conseguíamos, pero nunca dejamos la rehabilitación”, recordó el papá. Una síntesis del ADN de este abanderado de la vida.
Por Daniel Villamea – territoriodigital