No hubo muecas, ni lágrimas, ni un reproche en voz baja. Nada. El veredicto fue demoledor, aunque Claudia Rosa Pereyra Da Costa (44) y Lovis Ferreyra (35) parecieron indiferentes al ser condenados a prisión perpetua por el homicidio de Ángel Altísimo, quien fue concubino de la mujer por casi 25 años, lapso en el que tuvieron cuatro hijos.
Para el Tribunal Penal Uno de Oberá quedó probado que Pereyra Da Costa le pagó a Ferreyra para que asesine a su pareja con un arma que ella misma le entregó.
En consecuencia, fue hallada penalmente responsable del delito de partícipe necesario para cometer homicidio agravado, mientras que su cómplice fue condenado por el delito homicidio agravado. Ayer, ambos recibieron la máxima pena que establece el Código Penal.
Además, el sujeto fue declarado reincidente por una sentencia previa del 2012 por robo doblemente calificado.
Precisamente, el 22 de junio del 2013 estaba purgando una primera condena en la Unidad Penal II y gozaba de salidas transitorias, circunstancia en que aprovechó para asesinar a Altísimo en su domicilio de Paraje Fray Luis Beltrán, municipio de El Soberbio.
La situación de Pereyra Da Costa se complicó a partir del testimonio de propios familiares que declararon que les ordenó esconder el arma homicida, según lo que determinaron las pericias posteriores.
En tanto, dos de sus hijas mencionaron que su padre les contó que su concubina lo amenazaba de muerte, lo que fue corroborado por una sobrina.
Pero fue la propia acusada quien en su primera declaración indagatoria se autoincriminó y reconoció que había tomado contacto con varios reclusos de la cárcel de Oberá para planear el asesinato. Ya en el debate oral desmintió todos sus dichos iniciales.
A Ferreyra lo incriminó aquella primera declaración de la mujer, como también una carta anónima recepcionada en la comisaría de El Soberbio y, sobre todo, el informe de la empresa de telefonía celular que lo ubicó en inmediaciones de la casa de la víctima a la hora del crimen.
La acusación
En su alegato, la fiscal Estela Salguero precisó que la víctima sufrió cuatro disparos de arma de fuego, lo que originó una hemorragia interna y su posterior deceso.
Se determinó que no era una pareja feliz y que tenían muchos problemas. “En su primera declaración ella dijo que el marido no funcionaba en la cama”, detalló.
Según los hijos, la pareja estaba cruzada por los celos, mencionaron que el padre desconfiaba de su mujer y que discutían casi todos los días. Altísimo le prohibió usar la camioneta a su concubina y le sacó el celular.
En Cámara Gesell la hija más chica contó que el papá escuchó que la mamá hablaba por teléfono con un hombre y que eso generó más problemas. Camila y Diana, las hijas mayores, corroboraron las disputas y una sobrina contó que la mujer tenía un novio que vivía en Dos de Mayo y que la víctima le contó que su mujer lo amenazó con un arma, lo que también refirió Camila.
“Ella quería separarse de su pareja, pero eran de una religión donde las separaciones están mal vistas. Eso hizo que se contactara con gente que estaba privada de su libertad en la cárcel de Oberá. Ella reconoció que iba a visitar a un hermano que estaba detenido, pero existen pruebas que acreditan que tenía relación con otros detenidos”, explicó la fiscal.
Y agregó: “La relación con los presos se fue afianzando y les contó que quería deshacerse de su marido, que disponía de dinero y un arma. Primero habló con Sergio Molinari, quien luego envió a Jorge Dos Santos a buscar el dinero y el arma, contó en su primera declaración”.
Para la fiscalía no hay dudas que la mujer pergeñó el siniestro plan con los presos y que Ferreyra apretó el gatillo. “Lo corroboran varias comunicaciones entre ambos”, subrayó.
También mencionó la ferocidad de los perros de la casa de Altísimo, por lo que el asesino tuvo que contar con la colaboración de la dueña de casa para acceder al interior.
Las defensas
Orlando Nass, defensor de Lovis Ferreyra, consideró que la acusación se basó en la autoincriminación de la imputada, ya que “en el expediente no se demostró que mi cliente recibió dinero, eso surgió de la primera declaración de la acusada que asumió la autoría del hecho. Estuve en la casa y comprobé que es imposible que un extraño se acerque por la ferocidad de los perros”.
También apuntó sospechas sobre el yerno de la imputada y especuló que para su cliente hubiera sido más fácil tirar el arma al río, no entregársela a su cómplice.
“El arma siempre estuvo en el entorno familiar. No hubo una tercera persona”, subrayó, al tiempo que se preguntó por qué Molinari y Dos Santos, los otros presos nombrados en el expediente, no fueron procesados.
En tanto, señaló que “Pereyra Da Costa estaba de novia con un policía de Dos de Mayo y el primer abogado de la señora también es abogado de la Policía, por eso creo que quisieron tapar otra cosa”, en referencia a la supuesta mala defensa inicial.
Nass consideró que no existieron elementos subjetivos ni objetivos que ubiquen a su cliente en el lugar de los hechos y solicitó la absolución.
Lo mismo pidió Rolando Godoy, defensor oficial de Pereyra Da Costa, quien trazó un raro paralelismo con el caso García Belsunce, al tiempo que consideró que en su primera declaración su defendida se hallaba en un “estado de enajenación por las circunstancias del caso”.
Dijo que fue víctima de presiones y coacción e introdujo la cuestión de la violencia de género porque su marido la golpeaba.
Opinó que “este caso se construyó con una cartita anónima y versiones de los vecinos”, y cuestionó la instrucción porque “los jueces y fiscales están saturados de trabajo”.
Sobre la presunta doble vida de Altísimo, indicó que “el hombre tenía otra sucursal, otra familia”, por lo que la fiscal replicó: “Ahora resulta que el señor Altísimo es el malo. Ahora salta que tenía otra familia y que les llevó la plata a ellos, lo que no consta en el expediente”.
Luego de los alegatos y deliberar por una hora y 40 minutos, el Tribunal Penal integrado por José Pablo Rivero, Francisco Aguirre y Azucena García de González avaló el pedido de la fiscalía y aplicó la máxima pena.
Los imputados asistieron solos al veredicto, ya que ningún pariente estuvo presente en la sala de audiencias.
La lectura de los fundamentos se concretará el 24 de abril a las 12.
La noche fatal
Sobre el hecho se estableció que alrededor de las 21 del 22 de junio miraban televisión, ya habían cenado y la mujer se levantó para ir a lavar los platos. Se fue a la pileta que estaba en un garaje, “no lavó los platos en la cocina, siendo que era invierno y hacía frío”, remarcó Salguero. Altísimo salió detrás y ahí la mujer le pidió que lave los platos mientras ella iba a buscar agua caliente, todo para que su concubino se quedara solo. Sonaron los estruendos, su marido se desplomó y ella no lo asistió. “Ella dijo que fue a la pieza con los chicos, pero no para cuidarlos, sino que fue a guardar el arma que le entregó el asesino”, opinó la fiscal. El plan también incluía decir que Altísimo disparó dos veces para repeler el ataque, lo que abonó el argumento para pedirle a su hija mayor que esconda el revólver calibre 38.“No queda ninguna duda que fue el arma utilizada. El comisario Mega fue categórico al afirmar que las balas que mataron al señor Altísimo salieron del arma que Pereyra le mandó esconder a su hija. Por eso era tanta su desesperación para esconderla. Ella le entregó el arma a Ferreyra para que mate a su concubino. Si bien no llevó a cabo el proceso de efectuar el disparo, sí realizó actos para que el hecho se consuma”, indicó la fiscal.También recordó el testimonio de Cleiton Perasselo (31), yerno de la acusada, quien relató que cuando subían a su auto para llevar a la víctima al hospital de El Soberbio la acusada le dijo que a pesar de estar baleado su concubino tuvo fuerzas para agarrar el revólver y disparar dos veces, a lo que Altísimo le dijo: “Eso no está cierto, yo pensé que un globo explotó en la casa”. Por su parte, un policía que trabajó en la instrucción del caso aportó que la víctima señaló que “eso no está bien contado, alguien me disparó por la ventana. No escuché ningún ladrido de los perros”. También le comentó que días antes le habían robado dinero y un arma.
Por Daniel Villamea
fojacero@elterritorio.com.ar
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