La pandemia no es sólo una crisis sanitaria, sino también de la salud mental.
Cynthia Lining Lic. en Psicología Diplomada en Trastornos de Ansiedad, Estrés y Depresión. M.P. 2140
Sabemos que debemos lavarnos las manos, desinfectar superficies y practicar el “distanciamiento social» para proteger nuestra salud física durante la crisis actual de COVID-19, pero ¿qué pasa con nuestra salud mental?
La pandemia no es sólo una crisis sanitaria, sino también de la salud mental. El pánico al contagio, la sobrecarga de información, y el aislamiento tienen un componente psicológico importante.
En primer lugar, debemos entender que es totalmente esperable que nuestras emociones no van a ser las mismas que siempre, ya que la situación que vivimos no es algo normal; porque nos enfrentamos al aislamiento social y a la modificación de nuestros hábitos y rutinas.
Si bien cada uno reacciona de un modo distinto, frente a este contexto en particular las personas pueden experimentar ansiedad, angustia, preocupación o miedo.
El miedo es una emoción básica, necesaria para la supervivencia porque cuando hay un peligro el miedo nos advierte con el fin de evitar amenazas y nos permite tomar medidas necesarias para protegernos; frente a las condiciones de amenaza que sufrimos, la respuesta va a ser intentar adaptarnos, pero en este caso lo que hay que evitar, es el pánico: el miedo extremo, con frecuencia colectivo y contagioso.
El virus como tal nos enfrenta a la situación de tener que aislarnos, de tener interrogantes sobre lo que va a pasar, a la incógnita del futuro y de querer estar de una u otra manera preparados, todo esto está en juego y nuestro trabajo debe ser poder entender cuál de todos esos miedos y pensamientos negativos o intrusivos son racionales y cuáles son desmedidos o irracionales. Es el gran trabajo que tenemos todos puertas adentro. Al interior de todos los hogares se deben enfocar la mayoría de los esfuerzos a permanecer en control de la situación con los cuidados necesarios, pero sin perder la calma.
Pautas a tener en cuenta para sobrellevar esta situación:
No perder la calma: Porque esto tarde o temprano culminará. Es un ciclo, y como todo ciclo tiene un fin. Es importante no pensar en un día fijo de culminación de la cuarentena, porque por ejemplo si se piensa que termina el 13 de abril y se extienden 5 días más, esos días serán vividos como terribles; en cambio si no se establece una fecha final esos días pueden transcurrir con mayor tranquilidad. Es bueno plantearse objetivos para el final del aislamiento, pero sin fechas estrictas. Si hay algo en lo que debemos tener certeza en la vida es que siempre hay cambios, permanentemente, y las cosas van a cambiar.
Es importante plantearse objetivos: Que sean diarios, de manera escrita. Sean una actividad recreativa, artística, descubrir un talento, desarrollar una capacidad, realizar un juego, leer un libro, hacer actividad física, crear un nuevo hábito individual o familiar.
Con ello se debe establecer una rutina en este nuevo espacio. El miedo llega cuando las personas sienten que no tienen el control, pero el simple hecho de planear el trabajo, las tareas de la casa, de los hijos, de las actividades de ocio, puede resultar muy relajante.
Ser considerado con uno mismo: y con nuestros estados emocionales, teniendo presente que los cambios de rutina tan abruptos, la incertidumbre y la amenaza de la pandemia afecta nuestro estado emocional por más saludables que seamos.
Por eso es clave ejercitar la tolerancia en nosotros mismos; y “permitirnos tener una cita con las preocupaciones”: esto significa establecer, por ejemplo: quince minutos diarios en los que nos podamos ocupar de pensar en aquello que nos preocupa y así evaluarlo escribiéndolos en un papel. Solo intentaremos ocuparnos de esto en el tiempo destinado para ello.
Cuando estamos estresados o ansiosos no estamos en el momento presente. Estamos pensando en el pasado o en el futuro. Pero lo único sobre lo que tenemos control es el presente, por ello es importante volver a este foco de atención cada vez que nos demos cuenta de que nuestros pensamientos disparan a otro lado.
No caer en la sobreinformación: Un exceso de información no nos permitirá tener la claridad mental para discriminar qué es lo verdadero y que no. En este caso es necesaria una reducción en la cantidad de tiempo que vamos a focalizarnos en el tema. Se pueden tomar dos o tres fuentes de información que sean fiables, y establecer horarios en el día para saber sobre el tema que nos ocupa. Tener la posibilidad de decir en qué momento tener información, y que una cantidad desmedida, sin filtro de la información puede llevar a una situación de pánico y desconcierto.
Informar a los niños: Hay que informar a los niños con la verdad, pero siempre y cuando la información sea apta para su desarrollo evolutivo y su capacidad de comprensión. Para los más pequeños hoy encontramos muchos recursos como cuentos y videos que pueden ayudar a los padres a la hora de hablar sobre el tema.
Además, con ellos se puede conciliar una lista de objetivos para cumplir de manera semanal; es fundamental que puedan comprender que no están de vacaciones.
Esta crisis puede ser una oportunidad para que los pequeños (y los grandes) exploren y profundicen en otras áreas de interés personal.
Todos necesitan tener un espacio: El hogar está asociado a momentos de descanso y por eso puede ser difícil establecer un límite, aunque es importante enseñar a los miembros de la familia que, en la medida en que se pueda, un tiempo a solas es importante y necesario. Asimismo, es bueno establecer nuevas rutinas, dentro de un marco flexible y adaptativo afrontando la situación positivamente, ya que la cuarentena implica en sí misma una exigencia y esfuerzo para todos.
Si estás solo hablá con los tuyos: Por internet o por teléfono, pero mantente en contacto diario. Esto es más importante de lo que parece porque somos seres sociales, hechos para relacionarnos. No obstante, es importante elegir con quién hablar y sobre qué temas focalizar.
Los seres humanos somos cultura, interacción e intercambio. La limitación de estas actividades sociales nos produce malestar que, según cada persona se va a manifestar de diferentes formas. Para algunos como irritación, aburrimiento y ansiedad, y para otros como falta de aire, sensación de encierro y molestias corporales.
¿Síntomas reales o falsos?
Las situaciones de miedo y angustia pueden provocar que las personas desarrollen síntomas psicosomáticos que genera la mente y que no proceden de una enfermedad. Para distinguirlos, es importante tener en cuenta el entorno y a las personas de confianza, que puedan ayudar a mantener la calma y a frenar el miedo.
También, en caso más extremos se puede acudir vía teléfono u online a la atención psicológica que ayuda afrontar esta situación ansiógena.
Existen hoy programas de atención gratuita como por ejemplo el S.A.C. (Sistema de Atención Comunitaria) que ofrece apoyo y primera contención psicológica, con la finalidad de brindar contención, orientado a mitigar el malestar y los efectos generados por la pandemia del coronavirus.
Cada vez que salimos de una situación estamos en un escalón superior, y ahora es un buen momento para reencontrar el cauce, y enfocarnos en lo que quizás en algún momento deseamos y después lo postergamos por “falta de tiempo”.
Cynthia Lining
Lic. en Psicología
Diplomada en Trastornos de Ansiedad, Estrés y Depresión.
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