Siete meses después de la denuncia, finalmente hoy las presuntas víctimas del penitenciario Eduardo Iván C. (38) prestarán declaración en Cámara Gesell, procedimiento considerado clave en los delitos contra la integridad sexual de menores.
El sospechoso fue denunciado el 30 de noviembre del año pasado por la propia esposa del sujeto. La mujer es madre de dos niñas de 11 y 9 años que acusaron al penitenciario. Además tuvo un hijo con el mismo sujeto.
En tanto, tras permanecer 52 días en condición de prófugo, el 22 de enero último el sospechoso se presentó ante el Juzgado de Instrucción Uno para notificarse de la acusación en su contra y, al mismo tiempo, fue beneficiado con la eximición de prisión.
Fuentes del caso explicaron que por el momento el expediente se tramita como abuso sexual simple, aunque la carátula podría ampliarse tras la declaración de las menores en Cámara Gesell.
Al respecto, la madre de las niñas -quien está casada con el sargento ayudante del Servicio Penitenciario Provincial (SPP)- lamentó la demora judicial y aseguró que sus hijas están muy afectadas por lo sucedido.
“Mis nenas están muy traumatizadas, tienen pesadillas y mucho miedo porque saben que el degenerado sigue libre”, comentó angustiada en diálogo con El Territorio.
Incluso mencionó que su hija de 9 años “empezó a contar más cosas y dice que no fueron sólo toqueteos, hubo cosas más graves y había sido que por eso están tan traumatizadas. Para colmo, no las pude llevar más a la psicóloga porque no tengo recursos para pagar las consultas. Por eso la impotencia y la bronca que siento”.
Grave denuncia
Los abusos habrían comenzado hace alrededor de tres años, cuando ella trabajaba y dejaba a las menores al cuidado del penitenciario.
Los hechos salieron a la luz el pasado 30 de noviembre, cuando la menor de 11 años se acercó a su mamá y le preguntó “cómo una nena puede saber si fue abusada”, lo que inmediatamente alertó a la progenitora.
Así comenzó a indagar, la pequeña rompió en llanto y le confesó el secreto que venía guardando desde que tenía 8 años, tal como indicó. Incluso, aseguró que ese mismo día su padrastro la manoseó en dos oportunidades y la obligó a tocar sus partes íntimas.
Tal como declaró ante la Comisaría de la Mujer, luego de que su hija mayor le contara los sucesos, la mujer también indagó a la niña de 9 años, la que relató que atravesó por situaciones calcadas a las que relató su hermana.
Ambas habrían coincidido en que los abusos se iniciaron en circunstancias en que la mujer salía a trabajar y quedaban al cuidado del penitenciario cuando éste se hallaba de franco.
Pero tiempo después la progenitora dejó de trabajar afuera y los abusos cesaron por un tiempo, aunque luego se habrían intensificado.
Evidentemente, la situación se tornó insoportable para la nena más grande y esa noche se acercó a su mamá que miraba televisión y le contó su calvario. Comenzó a llorar y aseguró: “Mi papi me abusa”, tal como le decía la menor al sujeto.
Desesperada por la situación, la mujer -que tiene una hija de un año con el sujeto- se dirigió al dormitorio donde su marido ya descansaba y reprochó por su accionar, aunque él negó todo y se retiró del domicilio. Luego se emitió una orden de captura, pero se mantuvo prófugo durante 52 días.
Reincidente
Tras la denuncia del 30 de noviembre, el sargento ayudante no se presentó a su trabajo en la Unidad Penal II, por lo que el SPP ordenó su pase a situación de disponibilidad mientras la justicia se expida al respecto.
El caso cobró relevancia por los antecedentes del sujeto, quien hace una década fue denunciado de abuso sexual simple en perjuicio de tres nenas que eran amigas de su hijo, fruto de una relación anterior.
El primer hecho fue denunciado el 2 de julio del 2010 ante la Comisaría de la Mujer de Oberá. Un hombre de 30 años manifestó que su hija le contó que el padre de su compañerito la manoseó varias veces. En aquel caso también interino el Juzgado de Instrucción Uno.
Entrevistada por una psicóloga, la niña relató que los abusos ocurrían cuando visitaba a su amiguito, circunstancia en que el penitenciario aprovechaba para tocar sus partes íntimas. Los toqueteos se habrían repetido de la misma manera cuando las familias se encontraron en una pileta pública.
Además de la denuncia de éste padre, se sumó al expediente lo manifestado por la mamá de otras niñas de 10 y 11 años, también amigas del hijo del acusado. Las niñas manifestaron a su progenitora que los abusos ocurrían cuando ellas asistían a la casa de su vecino.
Ya en octubre del 2011, la jueza Alba Kunzmann de Gauchat dispuso el sobreseimiento definitivo de Eduardo Iván C. por los tres abusos sexuales simples.
Por ello, la denuncia de noviembre pasado no hizo más que poner en tela de juicio el accionar de la magistrada y la fiscalía en aquella primera intervención de hace diez años.
Antecedente calcado
“A nuestras hijas no les creyeron y el depravado siguió violando criaturas”, lamentó el padre de la primera víctima que lo denunció en julio del 2010.
Por su parte, la madre dijo: “Primero, cuando me enteré de que lo volvieron a denunciar, lloré mucho. Fue una como descarga de tantos sentimientos acumulados. Y después les reenvié la noticia varios vecinos que estos años dudaron de las nenas”.
Ambos charlaron con El Territorio y revivieron el calvario que atravesaron desde el momento en que su hija les contó lo que le hacía su vecino, el papá de su amiguito, pasando por el hostigamiento de la familia del acusado, la inacción judicial y el hasta el hecho de que el sujeto volvió a vivir en el mismo barrio.
Incluso, aseguraron que en 2010 habrían sido por lo menos cuatro las víctimas, una de las cuales padece una discapacidad, por lo que en su momento su madre no habría querido exponerla.
“Entonces confiábamos, pero la Justicia nos defraudó. Es una vergüenza lo que hicieron. Lo dejaron libre para que siga lastimando criaturas”, lamentaron.
EL TERRITORIO/ DANIEL VILLAMEA
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